Basilio Baltasar
Este es el más perturbador de nuestros interrogantes: si la tarea legislativa de Zapatero ha sido un impecable ejercicio de sensibilidad social (ley de asistencia a los dependientes, ley de igualdad, derechos de los homosexuales…), si ha puesto un admirable empeño en renovar los principios cívicos de la democracia (Educación para la Ciudadanía) y ha sentado los fundamentos jurídicos de una obligada retribución moral (Ley de la Memoria Histórica), ¿a qué debemos atribuir la pujanza que las recientes encuestas atribuyen al iracundo Partido Popular?
Si durante más de tres años el Partido Popular se ha empecinado en agitar el espantajo de una mentira (la del 11-M y sus secuelas), si sus insidiosos portavoces fueron derrotados por las urnas, si la balbuciente figura de Rajoy no ha despejado la sospecha de ser tan solo el hombre elegido para obedecer a José María Aznar, ¿a qué debemos imputar las dificultades de Zapatero para distanciarse claramente de su agrio competidor?
Durante casi cuatro años el Partido Popular ha hecho todo lo posible para injuriar a Zapatero y sin cesar comete a diario todo género de felonías: ¡le acusa de ser amigo de los terroristas! Tienen razón los socialistas cuando se lamentan: jamás se vio semejante alarde de deslealtad en el principal partido de la oposición.
Hasta ahora han sido muchos los que confiaban en el suicidio político de la derecha española: se suponía que su estulticia y flagrante derechización la alejaría definitivamente del centro moderado, de los ciudadanos sensatos, los que más allá de posibles afinidades doctrinales, conservan intacto un sentido de la mesura y repudian el extremismo de los demagogos.
Pero esta confianza ciega en el país real, la que al parecer ha sido la principal convicción de Zapatero, ¿se verá justificada por los hechos? ¿Saldrán las cuentas el 9 de marzo?
Con un escalofrío va tomando cuerpo la inquietud: ¿y si el país real en el que hoy vivimos no fuera más que la proyección del país virtual construido por los enemigos de Zapatero? ¿Y si la operación de embuste y propaganda puesta en marcha por la gran coalición política, mediática y eclesiástica diera finalmente sus frutos?