Basilio Baltasar
El hombre que piensa y vive como un filósofo, libre de culpa, irreprochable y amante de la sabiduría, percibe en este mundo irresuelto una presencia y es esta fuerza, con mil nombres y ninguno verdadero, la que mientras hace más difícil su existencia, la va cargando de sentido. Un sentido revelado y oculto que nos interpela, requiere, exige, instiga y concita. Pero que no espera ser explicado. Pues tan sólo desea, ciertamente con impaciencia, ser actualizado.
El conocido e influyente filósofo naturalista Hilary Putnam ha escrito esta guía para ayudar al lector a bregar con la obra de tres filósofos judíos y con brevedad espiga lo que le parece más atractivo de Franz Rosenzweig (1886-1929), Martin Buber (1878-1965) y Emmanuel Levinas (1906-1995).
Los tres filósofos judíos hilvanaron en el convulso siglo XX un nuevo pensamiento cuya radical interrogación acerca de la condición humana ha resultado ser una corrosiva impugnación de las cansinas omisiones de nuestra cultura.
La singularidad humana, lo que hace excepcional al hombre, y lo único que a fin de cuentas se espera que comprenda en la encrucijada cósmica que habita, es su disposición a comportarse como un hombre disponible. Una determinación cuya confianza debe ser absoluta pues nada enturbia al hombre que sabe decir "aquí estoy".
Todo hombre siente la obligación (y la ansiedad) de estar abierto a la necesidad, al sufrimiento y a la vulnerabilidad del otro. Y si en algún momento se pregunta ¿por qué debería yo ponerme a su disposición?, delata la carencia vital que le impide consumarse como ser humano.
Este otro es una fisura, un rostro o una huella: sólo puede intuirse, presentirse. Y tan sólo su efímero y huidizo aspecto, mientras uno se dispone a sustituirlo allí en dónde esté sufriendo, permite atisbar la plenitud del sentido.
Un fragmento de Levinas citado por Putnam nos ayuda a comprender la dialéctica de este nuevo pensamiento hablado, que según los autores, sólo cuando salga de las páginas de los libros, será una forma de vida, una experiencia:
"Lo numínico o lo sagrado envuelve y transporta al hombre más allá de sus poderes y de sus voluntades. Pero estos excesos resultan ofensivos para una verdadera libertad… Esta potencia sacramental de lo divino es para el judaísmo una ofensa a la libertad humana y contraria a la educación del hombre. No porque la libertad sea una finalidad en sí misma sino porque sigue siendo la condición de todo valor que el hombre puede alcanzar. Lo sagrado que me envuelve y me transporta es violencia".