Basilio Baltasar
México organiza un homenaje de Estado a Carlos Fuentes y moviliza a un amplio número de intelectuales alrededor de su obra. Las Academias, como inventario y recapitulación, hacen una edición conmemorativa de La región más transparente: cincuenta años después de su publicación y al cumplir ochenta años su autor.
Héctor Aguilar Camín me pide un texto para el número especial que la revista Nexos dedica a Carlos Fuentes y se me ocurre enumerar los asuntos que a menudo aparecen en nuestras conversaciones:
La celebración de las obras maestras de la biblioteca universal;
la complicidad con el hombre libre de tapujos y servidumbres;
un admirado asombro por la lealtad;
una incondicional veneración por la belleza de las mujeres
-y la nobleza de los hombres;
una radical concepción de la ofensa;
la inclinación a batirse en duelos de honor;
un sentido sensual y trascendente de la historia, el combate y la derrota;
una conciencia del deber y una apetencia del querer;
la elocuencia de la palabra dicha;
un singular aprecio por la perecedera coincidencia de los afectos;
la trágica certeza de estar viéndolo todo por última vez;
la humanidad como encarnación olímpica de dioses errantes;
la humanidad como desdicha;
el cuerpo como templo del alma fornida;
el cuerpo como cuerpo mortal del erotismo divino;
la conversación como única oportunidad de la inteligencia fugaz;
la taberna como eucaristía de los olvidados;
la ignorancia como castigo a los estúpidos;
la necedad como destino de los miserables;
la aristocracia del espíritu;
ocultar emociones, no negarlas;
la misión del escritor obligado a desacralizar el misterio de la existencia;
conciliar el pensamiento crítico y la diplomacia;
la gran novela americana.
Si Jacob es el hombre, el ángel es el tiempo.