Basilio Baltasar
El público levanta la cabeza y embelesado contempla la bóveda que desciende sobre sus cabezas. No es sólo un efecto óptico. Diremos que la obra de arte, en lugar de representar, convoca indescifrables sensaciones. ¿Qué violenta impresión lo conmueve?
Miquel Barceló saca del bolsillo de su camisa un papel y aprovechando el silencio de la audiencia, lee:
"Recuerdo que un día de gran calor en pleno Sahel con la vividez de los espejismos tuve la imagen del mundo goteando hacia el cielo. Arboles, dunas, asnos, gentes multicolores… Escurriéndose gota a gota. Consumiéndose también.
Todo esto puesto al revés es un mar, pero también es una cueva. La unión absoluta de contrarios. La superficie oceánica de la tierra y sus oquedades más escondidas.
En este mar agitado cabe suponer varios niveles:
El fondo de este mar y sus moradores policromos
El plano del agua
La espuma blanca de las mismas aguas revueltas en marejada
Y al final el reflejo. Lo que refleja este mar. Lo que está debajo : Nosotros".