Basilio Baltasar
La editorial Lumen ha publicado una selecta antología de artículos y ensayos del poeta T.S. Eliot, comentados por el autor de la edición, Andreu Jaume, con un abundante aparato de notas.
El último texto del volumen, Criticar al crítico, es una reflexiva aunque liviana consideración sobre unos colegas que no pueden dejar de interrogarse una y otra vez sobre la finalidad de lo que hacen. Como la intención de Eliot es ordenar las clases de crítica literaria que hay entre nosotros, se apresura a distinguir las que pueden "incidir en el gusto del público, despertar su interés y promover la valoración de las obras que comentan".
Con una convincente pero no por ello menos sospechosa humildad, el autor de Tierra baldía rinde tributo a la crítica literaria como "actividad instintiva de la mente civilizada".
Eliot menciona en primer lugar al Super Reseñista, que normalmente es el crítico oficial de alguna revista o periódico y "no necesariamente un novelista fallido".
Luego está el crítico del gusto. Un educado esteta que se ofrece como abogado de autores olvidados o injustamente menospreciados pero que quizá por ello ayudan a descubrir "nuevas vetas de goce en la literatura".
Entre los críticos de origen académico y los autorizados eruditos Eliot incluye al crítico filosófico y al moralista. Finalmente, alude al crítico que también es poeta y precisa que entre ellos "tímidamente me incluiría a mí mismo".
Estas cautelas, tan notorias en la alta esfera literaria, inspiran una entrañable ternura. No hay que olvidar que Eliot escribe este texto cuando ya era Premio Nobel y cuando, con 73 años, le faltaban tres para fallecer. Aun así se siente impelido a sosegar a sus adversarios con una empecinada modestia.
Hay algo en sus palabras que suena a remordimiento. Eliot aprovecha la ocasión para aludir a su larga trayectoria de crítico literario y confesar lo que pudo haber en su vida de ofensa a los demás. Recuerda al joven e impetuoso lector que fue y lamenta "la ocasional nota de arrogancia, la exagerada vehemencia, la bravuconería que el hombre normalmente pacifico lanza bien pertrechado tras su máquina de escribir".
¿Hay que hacerse viejo para comprender con lucidez nuestro encarnizado combate por la subsistencia (literaria)?