Basilio Baltasar
Recordarás que ayer me quejaba del unánime silencio con que los jueces españoles asisten al sacrificio de Garzón. Pero hoy publica El País el artículo de una magistrada de la Audiencia Nacional. Es un alivio. Aunque me cuesta discernir si en sus palabras suena alguna ironía consciente de su anomalía. Yo discrepo, dice Clara Bayarri, pero no prevarico. ¿Y quién iba a pensar lo contrario? ¿Sus colegas? ¿Los jueces confunden discrepancia con prevaricación? Bayarri declara "su absoluto respeto a la opinión de los otros" y el carácter "saludable" de la discrepancia. ¿Y a quién deben darse estas lecciones de urbanidad? ¿Qué juez las necesita? La discrepancia así mencionada parece la de un súbdito que hace razonar a sus señores sobre la bondad de sus intenciones. No te pierdas la musiquilla de este inconfundible tono. Si en la España del 2010 hace falta redactar estas cautelosas obviedades, puedes jurarlo: estamos bien jodidos.