Basilio Baltasar
Aunque no debería parecernos una imputación ofensiva, lo cierto es que Sarkozy sigue los pasos de George Bush. Los dos están de gira en Oriente Medio.
En la imagen distribuida por Reuters, el presidente norteamericano sostiene en su brazo la figura regia de un halcón al que mira con una mezcla de curiosidad y respeto. Su agenda de actividades incluye estos episodios folklóricos pero lo prioritario es consolar a las tropas americanas acuarteladas en la zona de guerra, anunciar la reducción de los efectivos humanos destinados a luchar (y morir) en Iraq y pronunciar algunas arengas y estimulantes bravatas.
A sus anfitriones árabes, tratados siempre como aliados, les dedica tartamudas proposiciones diplomáticas. Ahora se trata de convencerlos para organizar un frente común contra los persas. Hace unas semanas USA reconoció que Irán no tiene el programa nuclear que tanto nos alarmó meses antes de Navidad. Ahora, Bush, el pato cojo, vuelve a la carga: Irán es el santuario del terrorismo internacional. ¿Debemos creerle? ¿Servirá de algo a partir de ahora la palabra de honor de un presidente norteamericano? No hubo armas de destrucción masiva en Iraq, no hubo programa de armamento nuclear en Irán… ¿O nos conducirá nuestra adocenada ingenuidad europea a un nuevo bochorno?
La visita de Sarkozy pertenece al protocolo de la grandeur que imagina para su Francia, aunque eso suponga compartir con los norteamericanos un antiguo propósito: postergar indefinidamente la puesta en marcha de una política exterior europea.
La visita de Sarkozy a Arabia Saudí -como consejero delegado de la coalición nacional de empresas energéticas francesas- será eficaz, aunque para ello deba dejarnos a todos en ridículo: Sarkozy, que considera a Arabia Saudí un "aliado ineludible, moderado y estable", acepta que su querida Carla Bruni se quede en casa. ¡Cuánta alegría debe sentir Benedicto XVI, el Papa preconciliar que mira con mala cara a los divorciados!