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Escrito por

Yoani Sánchez

Yoani Sánchez es licenciada en Filología. Reside en La Habana y combina su pasión por la informática con su trabajo en el Portal Desde Cuba. Fue premiada con el premio Ortega y Gasset de Periodismo por su blog Generación Y, que más tarde ha ganado el Premio BOBs al Mejor Blogs del Mundo de 2008 y el Premio del Jurado en Bitácoras.com 2008.

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Capitolio o casa de murciélagos

Logré colarme por las escaleras cuando los trabajadores iban hacia el comedor a engullir el almuerzo. Era el verano de 1992 y la tentación de subir hasta la cúpula del Capitolio fue más fuerte que la advertencia ?no pase? escrita en letras rojas. Arriba, las telarañas, los apuntalamientos y el descorchado de las molduras alternaban con objetos cubiertos de polvo. Desde la altura miré hacia abajo, donde un brillante falso marca el kilómetro cero de la carretera nacional. El Capitolio de La Habana ha sido humillado por su pasado, castigado por parecerse tanto al de Washington y avergonzado por haber abrigado ?una vez? al congreso. Como símbolo de esa república satanizada por la propaganda oficial, el imponente edificio ha padecido la suerte del castigado. Se radicó en su interior la Academia de Ciencias, que llenó de tabiques los amplios espacios, y un vetusto museo con animales disecados fue ubicado justo debajo del hemiciclo. Varias bandadas de murciélagos acamparon en su interior, salpicando con heces las paredes y creando huecos en las florituras del techo. Los recovecos y esquinas de la fachada se convirtieron en el urinario más popular en varias manzanas a la redonda. Hace unos años se corrió la voz de que un millonario italiano había donado un sistema de luces para esta joya arquitectónica. Poco a poco los bombillos se fueron fundiendo y el coloso de piedra y mármol volvió a quedar a oscuras. Para sorpresa de quienes ya lo dábamos por condenado, recién han colocado a su alrededor unas vallas anunciando la restauración del majestuoso inmueble. Ojalá las reparaciones no duren más que los breves años de su construcción y el capitolio llegue a ser ?algún día? el lugar del Parlamento cubano: un soberbio edificio para albergar auténticos debates.

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23 de julio de 2010
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Heraldos del fin

Salto de la cama, hay un altoparlante que brama allá afuera. No entiendo qué dice, pero me lavo la cara como si fuera la última vez. Tal vez sea el comienzo de la guerra que tanto han anunciado en los últimos días. Mi hijo duerme hasta tarde y tengo el deseo de despertarlo para advertirle, pero no comprendo las palabras lanzadas por esa camioneta que ya se aleja hacia la avenida. ¿Cuándo van rendir cuentas quienes nos atemorizan? Esos que se han pasado décadas sacudiendo frente a nuestros rostros el fantasma del cataclismo. Es muy cómodo pronosticar y clamar por la guerra cuando se tiene un búnker, soldados, un chaleco antibalas. A esos heraldos del fin les vendría bien estar aquí, entre el zumbido de la bocina y el hijo que abre los ojos y pregunta asustado ?¿Mami, qué pasa que hay tanto ruido??

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21 de julio de 2010
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La exclusión, la verdadera contrarrevolución

El término ?revolucionario? tiene en la Cuba actual un significado bien distinto al que encontraríamos en cualquier diccionario de la lengua española. Para merecer semejante epíteto basta con mostrar más conformismo que sentido crítico, optar por la obediencia en lugar de la rebeldía, apoyar lo viejo antes que lo nuevo. Para ser considerado un hombre de la causa se requiere administrar el silencio convenientemente y ver desfilar arbitrariedades y excesos sin señalar a los más altos responsables. Aquella palabra que una vez hizo pensar en rupturas y transformaciones ha involucionado hasta convertirse en un mero sinónimo de ?reaccionario?. Paradójicamente, quienes creen salvaguardar la esencia  de la ?revolución? son precisamente los que muestran un mayor inmovilismo político y promueven ?con más ojeriza- el castigo a los reformistas. Tales mutaciones semánticas las aprendió a fuerza de sufrirlas Esteban Morales, quien hasta hace poco gozaba del privilegio de aparecer -en vivo- frente a los micrófonos televisivos. Militante del Partido Comunista, académico y especialista en temas relacionados con Estados Unidos, tuvo la peligrosa ocurrencia de escribir un artículo contra la corrupción. Sus cuestionamientos no estaban dirigidos principalmente al desvío de recursos de cada día, ese que hace a muchas familias cubanas poder llegar a fin de mes, sino a la descomposición ética que se ha instalado más arriba, en los estamentos del poder, donde se malversa a manos llenas. Tuvo la desafortunada ocurrencia de poner por escrito que ?hay gentes en posiciones de gobierno y estatal, que se están apalancando financieramente, para cuando la Revolución se caiga?. Aunque se trata de una conclusión a la que se arriba con sólo mirar el grueso cuello de los gerentes, los lustrosos  autos Geely de los funcionarios de la corporación CIMEX o la altas verjas que rodean las casas de los jerarcas comerciales, Morales consumó la osadía de señalarlo desde dentro del propio sistema. Imbuido por las convocatorias a la crítica constructiva, a llamar las cosas por su nombre y a hablar a camisa quitada, Esteban Morales creyó que su texto sería leído como la sana preocupación de quien quiere salvar el proceso. Olvidó que otros con similares intenciones ya habían sido etiquetados como fraccionarios, manipulados desde afuera, adictos a las mieles del poder y desviados ideológicos. Por menos que eso han perdido su empleo periodistas, su plaza en la universidad estudiantes y han sido estigmatizados economistas, abogados y hasta agrónomos. Una vez sancionado con la separación indefinida de su núcleo del PCC, el otrora confiable profesor ha comenzado un camino que bien sabemos dónde comienza pero no dónde termina. La experiencia dice que nunca se desanda en sentido contrario la ruta del sancionado. Los defenestrados terminan por percatarse de que aquellos a quienes ellos consideraban el ?enemigo?, pudieron ser alguna vez personas imbuidas de la acepción primigenia del vocablo ?revolución?.

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16 de julio de 2010
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El primer sorbo de agua

Después de 134 días sin probar alimentos sólidos y sin tomar ni un sorbo de líquido, Guillermo Fariñas llevó a sus labios un vaso plástico de color rojo y bebió un poco de agua. Eran las dos y 15 minutos de la tarde del jueves 8 de julio y del otro lado del cristal de la sala de Terapia Intensiva donde está ingresado, decenas de amigos que lo observaban se pusieron a aplaudir como si hubieran sido testigos de un milagro. Fariñas ha ganado una batalla pero todavía sostiene un duro combate contra la muerte, porque el terreno donde han tenido lugar las acciones de esta singular beligerancia ha sido su propio cuerpo, que es en fin de cuentas el único espacio que encontró disponible para llevar a cabo su campaña. Sus intestinos son ahora como conductos de un papel muy frágil destilando bacterias por los poros, su vena yugular está semi obstruida por un trombo que si llegara a desprenderse pudiera alojarse en el corazón, el cerebro o los pulmones; o más exactamente, en su corazón, en su cerebro, en sus pulmones. Ha tenido que enfrentar en cuatro ocasiones infecciones con estafilococos áureos y en las noches un agudo dolor en la ingle apenas le permite dormir. Su esófago apergaminado no esperaba aquel primer sorbo de agua. Le produjo un dolor tan profundo en el pecho que por un instante sospechó que estaba sufriendo un infarto, pero lo soportó en silencio. Del otro lado de su pieza encristalada estaban observándolo expectantes aquellos que durante días habían sostenido una vigilia en las afueras del hospital orando por su vida y otros que habían llegado desde muy lejos hasta la mitad de la isla para pedirle que terminara su martirio y para ser testigos de su victoria. No quiso aguarles la fiesta a los jubilosos colegas que aplaudían el triunfo de su causa y convirtió en sonrisa el gesto de dolor. La familia de Guillermo Fariñas me permitió cuidarlo en esa, su primera noche después de finalizar la huelga y él me consintió ser testigo de su sufrimiento, de sus menudas malacrianzas, de sus humanas debilidades. Sólo entonces descubrí al verdadero héroe de esta jornada.

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9 de julio de 2010
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El avión de Moratinos

Mucho se especula en estos días sobre las posibles excarcelaciones de presos políticos. La prensa oficial ?como siempre- adormilada entre cifras de crecimiento y viejos discursos sacados de los archivos, no confirma ni desmiente esos rumores. Una meticulosa lectura de Granma arroja que el canciller español ha venido para condenar el bloqueo, hablar del cambio climático e intentar quitar la posición común de la Unión Europea hacia el gobierno de Cuba. Si nos dejáramos llevar por lo que dicen los locutores de voz engolada y corbatas a rallas, aquí no está pasando nada? o casi nada. Pero todos sabemos que algo se mueve en la oscura zona de la diplomacia, en ese terreno de la alta política que se teje de espaldas al pueblo. Los murmullos vienen y van. En ellos, a la palabra ?liberación? se le ha ido pegando un término de connotaciones infames: ?deportación?. ?Saldrán directo de las prisiones hacia los aviones? me dijo un señor que se la pasa con la oreja pegada al radio, escuchando la emisora prohibida que llega desde el Norte. La expatriación forzosa, la expulsión, el exilio, han sido prácticas habituales para deshacerse de los inconformes. ?Si no te gusta te vas?, te repiten desde chiquito; ?arranca y lárgate?, vuelven a espetarte si insistes en quejarte; ?¿para qué volviste??, recibes como saludo si osas regresar y seguir señalando lo que no te gusta. Habilidad en librarse de los incómodos, pericia para empujar fuera de la plataforma insular a quienes se le oponen, en eso sí que son diestros nuestros gobernantes. Tendría que ser muy grande el avión de Moratinos para poder llevarse en él a todos los que  les estorban a los autoritarios del patio. Ni un Jumbo alcanzaría para trasladar a aquellos que potencialmente tienen el riesgo de ir a prisión por sus ideas y por su accionar cívico. Una verdadera línea área con vuelos semanales se necesitaría para sacar a quienes no están de acuerdo con la gestión de Raúl Castro. Pero resulta que muchos no queremos irnos. Porque la decisión de vivir aquí o allá es algo tan personal como seleccionar pareja o ponerle nombre a un hijo, no se puede permitir que tantos cubanos se encuentren entre la pared de la prisión y la espada del destierro. Es inmoral forzar a la emigración a quienes sean liberados ?posiblemente- en los próximos días. Una simple y lógica pregunta salta cuando pensamos  en este tema: ¿No sería mejor que se los llevarán en ese avión a ?ellos??

PS. Comunicado del Arzobispado de La Habana aquí

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7 de julio de 2010
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Que me quiten de la lista

Alcancé a escuchar un trozo de conversación entre dos enfermeras en un policlínico cercano a mi casa. ?La semana que viene publican la lista?? decía una de ellas, mientras la otra ponía cara de alarma y le respondía algo que no conseguí oír. Unos metros más adelante, un taxista comentaba por su teléfono móvil ?Me salvé, porque hay un montón de choferes en la lista, pero yo no estoy?. El asunto empezó a intrigarme. Aunque en esta Isla sobran las enumeraciones y los inventarios ?en algunos aparecemos metidos a la fuerza y a otros no nos dejan ni asomarnos? uno de ellos está inquietando especialmente a mis compatriotas. He sabido que se trata del listado de quienes quedarán desempleados, hojas llenas con los nombres de esos trabajadores que sobran en cada plantilla. Alrededor del 25% de la fuerza laboral actual podría quedarse en la calle ante las reducciones de personal que ya se están aplicando. Algunos empleados han sido avisados una semana antes de que su empresa no tiene dinero para seguirles pagando y se han ido al paro sin garantías salariales que les permitan sostenerse hasta encontrar otra ocupación. Ante la disyuntiva de retornar a sus casas o trabajar en la agricultura y la construcción, la mayoría opta por sumergirse en la vida doméstica a la espera de nuevas oportunidades. Sacan la cuenta de que haciendo una labor de manicure ilegal o preparando comida por encargo, pueden tener mejores dividendos que doblando la espalda sobre un surco o levantando paredes de bloques. El tema de los despidos es preocupación compartida hoy por todos los cubanos, pues al menos un miembro de cada familia será afectado por los recortes. Sin embargo, la prensa oficial sólo habla de las cesantías en Grecia y en España, narra los llamados a la huelga general en Madrid y el colapso económico en Atenas. Los rumores populares se nutren, mientras tanto, de historias personales de quienes ya han aparecido mencionados en las temibles listas. En los centros de trabajo, los empleados se amontonan frente a los murales, recorren con el dedo índice el papel a la espera de toparse con sus propios nombres. Ninguno podrá salir a la calle a protestar por lo que le ha ocurrido, ni aparecerá en esa tele que sólo menciona el desempleo cuando ocurre a miles de kilómetros de aquí. Post relacionado: Plantillas infladas

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5 de julio de 2010
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El horror desde la dulzura

Por esos azares de la vida me encontré las ?Cartas desde Birmania? de Aung San Suu Kyi en una librería habanera. No las hallé en uno de esos sitios ?regentados por algún particular? que comercializa libros de usos, sino en un local estatal que vende coloridas ediciones en moneda convertible. El pequeño ejemplar con la foto de ella en la portada, estaba mezclado entre los manuales de autoayuda y los volúmenes con recetas de cocina. Miré a ambos lados de los anaqueles para comprobar si alguien había puesto aquel libro allí justo para mí, pero las empleadas dormitaban en el sopor del mediodía y una de ellas se sacudía las moscas de la cara sin prestarme ninguna atención. Compré la valiosa compilación de textos escritos por esta disidente entre 1995 y 1996, aún bajo el efecto de la sorpresa que me producía el haberlos encontrado en mi país, donde habitamos ?como ella? bajo un régimen militar y en medio de una fuerte censura a la palabra. Las páginas con las crónicas de Aung San Suu Kyi, donde se mezcla la reflexión, la cotidianidad, el discurso político y las interrogantes, apenas si han descansado en las estanterías de mi casa. Todos quieren leer sus sosegadas descripciones de una Birmania marcada por el miedo, pero también inmersa en una espiritualidad que hace más dramática su situación actual. En pocos meses ?desde que encontré las Cartas? la prosa límpida y emotiva de esta mujer ha influido en la manera en que miramos nuestro propio desastre nacional. Esa cuerda de esperanza que logra trenzar junto a sus palabras da como resultado un pronóstico optimista para su nación y para el mundo. Nadie como ella ha podido describir el horror desde la dulzura, sin que el grito se adueñe de su estilo y el rencor se le suba a los ojos. No he dejado de preguntarme cómo los textos de esta disidente birmana llegaron a las librerías de mi país. Quizás en un compra al por mayor se deslizó la inocente portada, donde una mujer achinada exhibe unas flores ?tan bellas como su rostro? prendidas detrás de la oreja. Quién sabe si creyeron se trataba de alguna escritora de ficción o de poesía que recreaba los paisajes de su país desde el esteticismo y la nostalgia. Probablemente quienes lo colocaron en aquel anaquel no sabían de su arresto domiciliario, ni del premio Nobel de la Paz que tan merecidamente obtuvo en 1991. Prefiero imaginar que al menos alguien fue responsable consciente de que su voz llegara hasta nosotros. Un rostro anónimo, unas manos apresuradas pusieron su libro a nuestro alcance, para que al acercarnos a ella pudiéramos sentir y reconocer nuestro propio dolor.

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3 de julio de 2010
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El arte de la Convivencia

Ayer fue día de carretera. Dos horas hacia Pinar del Río y en la noche volver sobre el camino de asfalto que separa a esa ciudad y a la ruidosa Habana. El viento colándose por la ventanilla y haciendo mi pelo una maraña, el estremecimiento en la nuca cada vez que el auto se topaba con un bache y ese susto que da la autopista oscura y mojada, salpicada por puntos de control de la policía. Pero sólo fueron molestias transitorias, que quedan olvidadas cuando evoco el patio de Karina abarrotado por los miembros y los amigos de la revista Convivencia. Anoche se anunciaron los resultados del concurso organizado por esa publicación, que galardonó obras en las categorías de ensayo, guión audiovisual, poesía, narrativa y fotografía. Reinaldo y yo formamos parte del jurado, junto a Ángel Santiesteban, Maikel Iglesias y Orlando Luis Pardo. En la tarde,  deliberamos sobre los textos e imágenes que habíamos valorado por separado durante semanas y que venían ?algunos de ellos? bajo seudónimos sacados de la mitología griega. Al abrir los sobres con los nombres reales de los concursantes, nos alegró saber que entre los premiados no sólo había conocidos autores sino también jóvenes que por primera vez mandaban sus trabajos a un certamen. Cerca de las nueve se hicieron públicos los ganadores, en el único trozo de patio que la Reforma Urbana no le confiscó a la familia de Karina. Frente al muro levantado hace meses por los interventores, sonaron frases que tenían carácter de cincel, de barrena que traspasa cualquier tapia. Por un par de horas fue como si la fea muralla de ladrillo y planchas de zinc no estuviera allí, como si la hubiéramos echado abajo con palabras. Ganadores del concurso Convivencia: -          Premio al mejor libro de cuentos para Francis Sánchez Rodríguez por ?La salida?. -          Premio al mejor ensayo para Dimas Castellanos Martí por ?Utopía, retos y dificultades en la Cuba de hoy. -          Premio al mejor cuaderno de poesía para Pedro Lázaro Martínez Martínez ?Esto no es un arte poética??. -          Premio al mejor guión audiovisual para Henry Constantin Ferreiro por ?Cuando termina el otro mundo?. -          Premio al mejor tríptico fotográfico para Ángel Martínez Capote por ?Impotencia?.

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1 de julio de 2010
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Los abuelos descansan en mi jardín

Un jarrón de color azulado se destaca desde hace un par de días entre las plantas de nuestro jardín, a catorce pisos de altura. Aún no tenemos una idea clara de qué vamos a hacer con las cenizas de mis abuelos. Por el momento, están cobijadas entre los helechos y la sombra de una estirada yagruma que sobresale más allá del muro del balcón. Mi madre logró ?después de apelar a varias amistades y de estimular materialmente a los funcionarios indicados? cremar a sus padres que yacían en un panteón público del Cementerio de Colón. Terminada la acción del fuego, el resultado fue a parar al interior de un recipiente de barro al que se le nota ?en cada centímetro? que contiene los restos de una persona. Dentro del ánfora están Ana y Eliseo, los dos abuelos junto a los que nací y crecí en una cuartería de Centro Habana. Ella lavaba y planchaba para la calle, él trabajaba en el ferrocarril y fumaba su pipa frente a las dos curiosas niñas que éramos mi hermana y yo. Semianalfabetos los dos, habían levantado una pequeña familia a golpe de batea y jabón, de pico y pala sobre la línea del tren. Ambos exhibían esa mezcla de genio y autoridad que nos hacía quererlos y temerles. Tenían sangre asturiana y canaria, quizás por eso a ?Papán? le deleitaban los guateques campesinos y a Ana en el barrio todos la apodaban ?la gallega?. Sus máximas posesiones eran un escaparate y una cama de caoba y la vitrina con copas que nunca pudimos usar porque eran sólo para adornar la diminuta sala-comedor-dormitorio. El abuelo murió el mismo año del éxodo del Mariel. Su corazón estaba acolchado en la grasa de los chicharrones de cerdo que tanto le gustaban. Se fue en paz y dejó a Ana bajo su nueva condición de viuda, al menos durante cinco años. La partida de ella fue mucho más triste: estaba sentada en la silla equivocada en la cafetería El Lluera, cuando un par de borrachos entró tirando botellas y una la alcanzó en la frente. La etapa de tener abuelos se nos acabó pronto. Adiós a las malcriadeces, a las medias remendadas por unas manos diestras y a la leche tibia llevada hasta la cama. En todo este tiempo nunca fui a ver sus tumbas, para que el granito gris no reemplazara los recuerdos que tenía de ellos. Hoy ?testarudamente? han retornado junto a mí, en un pequeño jarrón tan sencillo y efímero como sus propias vidas.

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28 de junio de 2010
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