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Escrito por

Yoani Sánchez

Yoani Sánchez es licenciada en Filología. Reside en La Habana y combina su pasión por la informática con su trabajo en el Portal Desde Cuba. Fue premiada con el premio Ortega y Gasset de Periodismo por su blog Generación Y, que más tarde ha ganado el Premio BOBs al Mejor Blogs del Mundo de 2008 y el Premio del Jurado en Bitácoras.com 2008.

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Lesa urbanidad

Del edificio con el número 216 salió un crujido penetrante segundos antes de que las paredes se separaran y se desplomara el techo. La fachada cayó hacia delante a una hora de la madrugada en que no había nadie en la acera. El polvo flotó durante varios días y se pegó en la ropa de los curiosos que iban a mirar y a sacar algunos ladrillos entre el amasijo de vigas, maderas y baldosas. La cuartería de al lado no sufrió demasiado y los vecinos le sacaron provecho al derrumbe, pues les dejó libre una pared en la que podrían abrir nuevas ventanas. Un año después, donde había estado la derruida edificación de dos plantas, se acumulaba la basura de todo el barrio y los paseantes orinaban en los recovecos que formaban las columnas. Los habitantes fueron a parar al albergue conocido como Venus, que está a pocas cuadras de la estación central de ferrocarril. Llegaron allí con la esperanza de que sería una estancia breve entre los tabiques y las sábanas colgadas a manera de paredes. Sin embargo, llevan más de 20 años en las húmedas estancias llenas de literas apretadas. Sus hijos han crecido allí, se han enamorado y procreado  mientras comparten el baño colectivo y la cocina de paredes ennegrecidas por el hollín. En un principio creyeron que los reubicarían en un mejor lugar, pero los huracanes y el deterioro han empeorado el fondo habitacional y miles de personas se suman cada año a la lista de damnificados. Con el tiempo, han olvidado la sensación de abrir la puerta de una casa propia, quitarse la ropa en una habitación sin pensar que decenas de ojos

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21 de agosto de 2010
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Isla sin mar

Desde el muro del malecón no hay tanto que mirar. Un plato azul que de vez en cuando se molesta y lanza sus olas espumosas sobre la avenida que lo limita. No se ven veleros, apenas un par de remendados botes autorizados por la capitanía del puerto. En verano, los adolescentes se lanzan hacia las cálidas aguas, pero en invierno se alejan temiéndole a las salpicaduras y al viento frío. Un barco hace la ruta de este a oeste cada noche; sombra en el  horizonte que controla a posibles balseros escapando hacia el estrecho de la Florida. Justo ahora estamos en los meses del año en que la avenida costera entra en su mayor ebullición. Pero todo ocurre entre el arrecife y la calle, ni soñar que ese dinamismo se extienda a la amplia extensión salada que hay al otro lado.¿Cuándo fue que comenzamos a vivir de espaldas al mar? ¿En qué momento esa parte del país, que también es nuestra, dejó de pertenecernos? Comer pescado, dar un paseo en yate, mirar los edificios desde la cadencia de una ola, disfrutar del contraste de azules que hay en el comienzo del primer veril. Quiméricas acciones en una ciudad con litoral, delirios punzantes en una Isla que parece flotar en la nada y no en el Caribe. Tengo la ilusión que un día para alquilar aunque sea una chalupa con remos no sea necesario mostrar un pasaporte extranjero. Las velas volverán a adueñarse de esta bahía, nos harán recordar que vivimos en una Habana marítima, nacida entre el grito de los corsarios y el fragor del puerto. El pargo desplazará a las clarias y a las tencas de nuestros platos y desde el muro del Malecón ?con las piernas colgando hacia el diente de perro?saludaremos una hilera de botes que parten y retornan al Morro.

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18 de agosto de 2010
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El ?retorno? de Fidel Castro

La noticia del retorno de Fidel Castro a la vida pública, luego de cuatro años de ausencia, ha despertado fantasías e inquietudes, especialmente porque su inesperada reaparición ocurre justamente en el momento en que se aguardan con más desespero las reformas de su hermano Raúl, a quien heredó todos sus cargos desde julio de 2006. La vuelta de los famosos suele repetirse con frecuencia, tanto en la vida real como en la ficción, trátese de Don Quijote o Casanovas, King Kong, Elvis Presley o Juan Domingo Perón. Recurrente es también la desilusión de quienes comprueban que todas aquellas cosas que se van, como las golondrinas de Becker, no volverán, al menos como solíamos recordarlas. Fidel Castro no ha estado exento de ese tono desvaído que tiene el remake, de esa cuota de desespero que se percibe en quienes insisten en regresar. Este anciano balbuceante de manos temblorosas, nada tiene que ver con aquel fornido militar de perfil griego que desde una plaza, donde un millón de voces coreaba su nombre, proclamaba leyes que no habían sido consultadas con nadie, perdonaba vidas, anunciaba fusilamientos o pregonaba el derecho de los revolucionarios a hacer la revolución. Poco queda del hombre que durante horas ocupaba la programación televisiva y mantenía en vilo, del lado de acá de la pantalla, a todo un pueblo. El gran improvisador de otros tiempos se reúne ahora en una pequeña sala de teatro con un auditorio de jóvenes a leerles un resumen de sus últimas reflexiones -ya publicadas en la prensa- y en lugar de inducir aquel pavor que hacía temblar a los más bravos, provoca, en el mejor de los casos, una tierna compasión. Una joven periodista le hace una pregunta complaciente y le pide públicamente un deseo: ?Déjeme darle un beso? ¿Qué fue de aquel abismo que ninguna audacia se atrevía a saltar? Una señal significativa de que la vuelta de Fidel Castro a los micrófonos no es bien vista es que ni siquiera su propio hermano quiso hacerse eco, en su más reciente discurso ante el parlamento, de los sombríos augurios que ha lanzado sobre lo inevitable de un próximo conflicto militar, cuyo escenario puede ser Corea del Norte o Irán y cuyo fatal desenlace será ?según sus vaticinios- la conflagración nuclear. Muchos analistas apuntan al hecho de que el Máximo Líder apenas se digna a mirar los innumerables problemas de su país, limitándose a ver la paja en el ojo ajeno, ya sean los problemas ambientales del planeta, el agotamiento del capitalismo como sistema o estas recientes predicciones bélicas. Otros encuentran en su aparente indiferencia por el acontecer cubano, una velada señal de descontento. Si el César no aplaude algo anda mal, aunque no censure. Resulta impensable que él no esté enterado del apetito de cambios que devora hoy a la clase política cubana y sería demasiado ingenuo creer que él los aprobaría. Tantos años pendientes de los gestos de sus manos, de la forma en que arquea las cejas o del rictus de sus orejas, los fidelólogos lo suponen ahora imprevisible y temen que lo peor pueda ocurrir si se le ocurre despotricar contra los reformistas frente a las cámaras de la televisión. Quizás por eso la impaciente camada de nuevos lobos no quiere avivar la ira del viejo comandante, próximo ya a cumplir 84 años. Los que desde las esferas del poder pretenden que se introduzcan cambios más radicales, aguardan agazapados su próxima recaída. Mientras quienes se preocupan auténticamente por la sobrevivencia del proceso se alarman ante el peligro que representa la evidente declinación del mito que durante cincuenta años personificó a la revolución cubana. ¿Por qué no se queda tranquilo en casa y nos deja trabajar? Piensan algunos, sin osar siquiera musitarlo. Habíamos empezado a recordarlo como algo del pasado, que era hasta una forma noble de olvidarlo; muchos estaban disponiéndose a perdonarle sus errores y fracasos para colocarlo en algún ceniciento pedestal de la historia del siglo XX, donde su rostro -retratado en su último mejor momento- ya aparecía junto a los muertos ilustres. De pronto ha salido a exhibir impúdicamente sus achaques y a anunciar el fin del mundo, como si quisiera convencernos de que la vida después de él carecerá de sentido. Durante las últimas semanas, aquel que fuera llamado el Uno, el Máximo Líder, el Caballo, o con el simple pronombre personal ÉL, se nos ha presentado despojado de su otrora subyugante carisma, para confirmarnos que aquel Fidel Castro ?afortunadamente- ya no volverá, aunque por esta vez sea nuevamente noticia. Artículo publicado originalmente en The Washington Post

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13 de agosto de 2010
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Entre dos muros

Finalmente, me siento en la silla de un hotel, abro la laptop y miro hacia ambos lados. Al verme, el guardia de seguridad musita un breve ?ya llegó? en el micrófono prendido a su solapa. Después aparecerán algunos turistas, mientras mi dedo índice acciona el mouse a toda velocidad para optimizar los pocos minutos de acceso a Internet. Es la primera vez en diez días que logro zambullirme en la gran telaraña mundial. Un listado de proxys me ayuda con las páginas censuradas y la portada de Generación Y la veré desde un servidor anónimo, puente hacia sitios prohibidos. En tres años, me he vuelto especialista en las conexiones lentas, minusválidas y vigiladas de los cibercafé públicos. A tientas, administro un blog, emito tweets de los que no puedo leer respuesta, gestiono una cuenta de email casi colapsada. Después de saltarnos las limitaciones para llegar hasta el ciberespacio, los cubanos comprobamos que la censura nos atenaza desde dos lados diferentes. Uno proviene de la falta de voluntad política de nuestro gobierno para permitir en esta Isla el acceso masivo a la red de redes. Se materializa en blogs y portales filtrados y en prohibitivos precios para una hora de chapaleteo en la WWW. El otro ?doloroso también? es el de los servicios que excluyen a los residentes en nuestro país bajo la justificación del anacrónico bloqueo/embargo. Ingenuos son quienes creen que limitar para mis compatriotas las funcionalidades de sitios como Jaiku, Google Gears, Appstore, tendrá algún efecto sobre las autoridades de mi país. Sepan que quienes nos gobiernan tienen antenas satelitales en sus casas, banda ancha, Internet full, iPhone llenos de aplicaciones, mientras nosotros ?los ciudadanos? nos tropezamos con una pantalla que aclara ?este servicio no está disponible para su país?. Como mismo esquivamos las restricciones de aquí adentro, también nos colamos por la verja cerrada de quienes nos excluyen desde afuera. Por cada candado que nos ponen hay un truco-ganzúa que lo abre. Pero no deja de frustrarme que después de evadir a los segurosos en los bajos de mi casa, de pagar por una hora de Internet el tercio de un salario mensual, de ver la ojeriza en la cara de los custodios de los hoteles, de comprobar que Revolico, Cubaencuentro, Cubanet y DesdeCuba siguen bajo la larga noche de las webs censuradas,  me voy y tecleo ?como un conjuro de alivio? una URL y en lugar de abrirse me aparece el muro que han levantado al otro lado.

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12 de agosto de 2010
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Era post-Marambio

Imagen tomada de: http://www.theclinic.cl/

Hace una semana que Max Marambio, alias El Guatón, debió llegar a esta Isla, declarar frente a un tribunal, explicar ciertos temas. Sin embargo, el dueño de la empresa mixta Río Zaza ha preferido la protección de su tierra chilena, conocedor ?como nadie? de los impredecibles resultados de ponerse en manos de la justicia cubana. Acusado de cohecho, malversación, falsificación de documentos bancarios y estafa, el que un día fue el benjamín predilecto del Máximo Líder acaba de recibir ?en lugar de palmadas en el hombro? una orden de búsqueda y captura. Extraño a Marambio aún sin conocerlo, pues con su partida se redujo abruptamente el número de familias que en esta Isla podía tomar un vaso de leche. El mercado informal que se nutría de sus almacenes colapsó apenas se fue y las redes subterráneas que desviaban sus productos terminaron por secarse o por duplicar los precios. Cuando el teniente coronel devenido gerente escapó hacia Santiago de Chile, nos dimos cuenta del papel que aquel hombre ?formado a la diestra del poder? jugaba sobre nuestras mesas. No lo hacía por altruismo ?claro está? pero al menos diversificó la aburrida producción local y logró que un tetrapack dejara de ser un objeto para coleccionistas. La fortuna de Marambio se amasó donde los cubanos no pueden invertir un centavo, en esas empresas mixtas abiertas a pasaportes extranjeros, pero no a los nacionales. Su historia personal fue el anticipo de lo que veremos, vaticinio de cómo los grados militares se trasmutarán en trajes y corbatas, en empresarios sin ideologías. A pesar de ser ágil en las armas del ayer: una Kalashnikov, las consignas, los dogmas marxistas, lo recordaremos por otras estrategias: las cuentas bancarias, el intercambio de favores, las inversiones. Sus antiguos compañeros de lucha no tendrán clemencia al juzgarlo en un tribunal, porque el Guatón terminó convirtiéndoseles en un competidor comercial y encima de eso sabe demasiadas historias ?secretas? sobre ellos.

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8 de agosto de 2010
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Prohibido, pero posible

El humo se me pega en el pelo, en la ropa y durante toda la noche llevaré  olor a tabaco, aunque soy de esos adultos cubanos que nunca han fumado. El hombre de la mesa de al lado ha consumido caja y media de Hollywood en el breve tiempo que lleva aquí y usa una lata de cerveza vacía como cenicero. En la pared, una señal muestra un cigarro atravesado por una línea roja y el fondo blanco del cartel está manchado de nicotina. No hay remedio, soy una fumadora pasiva aunque desde 2005 en mi país se aprobó un decreto que debería protegerme los pulmones. Pasé indemne de esa primera ?cachada? de complicidad que los muchachos prueban -para demostrar cuánto han crecido- mientras están sentados en círculo. Sin embargo, el 32% de mis compatriotas se quedó enganchado a esa travesura juvenil y hoy gasta una buena parte de sus recursos personales en adquirir Criollos, Populares o H. Upmann. Se trata de una de las cifras más altas de la región, quizás equiparable con los elevados niveles de alcoholismo, estos últimos no declarados oficialmente. Aunque la mitad de los hogares de la Isla están expuestos al humo, en nuestra casa somos un ex fumador, un adolescente que no parece estar interesado todavía y esta servidora que le sumergía las cajetillas en agua a su padre para disuadirlo de dejar el vicio. La resolución para resguardar a los que no fumamos es estricta y sumamente moderna, pero en la práctica apenas si llegó a funcionar un par de semanas. No conozco a nadie que haya sido multado por infringir la norma antitabaco en un lugar público o en el transporte urbano y cerca de las escuelas primarias y secundarias se siguen vendiendo diferentes marcas de cigarros. No obstante mi abstinencia, hace un par de meses me diagnosticaron un enfisema pulmonar y el médico me hizo un guiño mientras decía ?¿Fumas, verdad??. Tuve deseos de comprarme una docena del más fuerte de los tabacos, darme bocanadas prolongadas y lanzar el humo sobre el papel mojado de una ley que no se cumple, sobre quienes han hecho de estas regulaciones simple letra muerta. Pero no sé, presiento que si lo hiciera recibiría una de las pocas multas que se han emitido en estos cinco años

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4 de agosto de 2010
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Perder un diente, ganar un número

Hace meses soñé que perdía un diente. Ese diminuto que llevo en el costado y que está conmigo desde hace más de treinta años. Un incisivo de leche que nunca mudé y debo cuidar a sabiendas de no poder sustituir. Si mi abuela estuviera viva habría interpretado estas experiencias oníricas como ?un augurio de que alguien iba a morir?. Ana identificaba las ensoñaciones en las que se caen muelas, colmillos o dientes con el acto de perder a un ser querido; ella usaba prótesis dental y había enterrado a casi todos sus amigos de la misma generación. Analicé fríamente la superstición y me acordé de que en nuestra lotería ilegal el número 8 también se hace llamar ?muerto?. No fue difícil encontrar al apuntador del barrio, pues a pesar de llevar cinco décadas perseguida la conocida bolita está presente en cada cuadra de mi país con más popularidad y arraigo que los mismísimos CDR. Un entramado clandestino lleva el dinero arriesgado hasta el bolitero que escucha en la radio de Venezuela o de Miami los resultados y les entrega a los ganadores sus respectivas cantidades. Así, cada situación cotidiana puede ser reinterpretada como un vaticinio y se apuesta en una escala del 1 al 100 a la espera de ganar una suma atractiva. En el habla coloquial, cuando alguien dice ?mariposa?, ?caballo? o ?tiñosa? se está refiriendo al 2, al 1 y al 33 de la fugitiva rifa y se les dice ?monja? a los billetes de cinco, también en alusión a ella. Así que me aventuré y le puse  veinte pesos al dígito de significado fúnebre. Como era de esperar, no me gané nada. Tampoco me di por vencida, de manera que todavía husmeo en el periódico Granma para descubrir alguna cifra que mejore mi estrella. La primera recompensa que disfruté con la bolita fue cuando siendo una adolescente me aventuré ?justamente- con un llamativo 90 incluido en el titular del órgano oficial del PCC. Créanme que muchos cubanos leen ese periódico a la caza de indicios para arriesgarse en el más popular de nuestros sorteos y no para encontrar auténticas noticias. Como un código secreto analizamos anuncios, sueños, vallas políticas, efemérides? señales de la realidad que se traducen en números de una lotería prohibida.

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2 de agosto de 2010
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Museo de autos

Hay un detalle de nuestra realidad que fascina a los turistas y sorprende a los coleccionistas de todo el mundo: la cantidad de autos antiguos que aún circulan por las calles del país. Ahora mismo, en alguna avenida de La Habana ronronea un Chevrolet de 1952 y un Cadillac ?con más edad que el propio ministro de transporte- hace de taxi colectivo. Pasan por nuestro lado destartalados o recién pintados, a punto de colapsar o de ganar una competencia por su buen estado de conservación. Estos milagros rodantes forman parte ya de nuestro paisaje cotidiano, tal y como las largas colas, los ómnibus repletos y las vallas políticas. En un primer momento, los visitantes muestran sorpresa y alegría al ver el parque temático del pasado que conforman estos vehículos. Se hacen fotos alrededor de ellos y pagan hasta el triple de un pasaje con tal de sentarse en sus amplios interiores. Después de preguntarle al chofer, los asombrados extranjeros descubren que la carrocería de aquel Ford -de principios del siglo XX- cubre un motor de Fiat de hace sólo una década y que le han adaptado las ruedas de un Lada. En la medida en que se ganan la confianza del propietario, éste les cuenta que el sistema de frenos se lo donó un amigo europeo y que las luces delanteras eran originalmente de una ambulancia. Los veraneantes se maravillan ante el gusto de los cubanos por conservar tales reliquias del ayer, pero pocos saben que se trata más de una necesidad que de una predilección. No es posible ir a un concesionario y comprar un auto nuevo, aunque se cuente con el dinero para pagarlo al momento, de manera que nos vemos obligados a remendar los viejos. Sin esos artefactos del siglo pasado, nuestra ciudad sería menos pintoresca y cada día más inmóvil.

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31 de julio de 2010
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Sin fanfarrias, pero sin resultados

Imagen tomada de adn.es El acto por el 26 de julio comenzó temprano, temiéndole a las lluvias vespertinas y huyendo del sol que provoca picor en la nuca y molestias en el auditorio. Tuvo esa solemnidad que ya es inherente al sistema cubano: pesada, anticuada, por momentos polvorienta. Nada parecía salirse del guión si no fuera porque Raúl Castro no subió al podio, no se dirigió a una nación que aguardaba por un programa de cambios. Su ausencia del micrófono no debe leerse como la intención de descentralizar responsabilidades y permitirle a otro hacer uso de la palabra en tal conmemoración. El general no habló porque no tenía nada que decir, no lanzó un paquete de reformas pues sabe que con ellas se juega el poder, el control que su familia ha ejercido durante cinco décadas. En los discursos anteriores -por esta misma fecha- las frases del segundo secretario del PCC habían creado más confusiones que certezas, así que esta vez evitó que los analistas de uno u otro lado lo reinterpretaran. Ya bastantes dudas trajeron sus augurios en 2007 sobre el acceso masivo a la leche, el pronóstico incumplido de no tener listo el acueducto de Santiago de Cuba y la desafortunada frase de ?sólo soy una sombra? con la que comenzó su arenga el año pasado. Quizás también por eso prefirió callar y dejar la alocución al hombre más inmovilista de su gobierno: José Ramón Machado Ventura. Unas premonitorias salvas de artillería estremecieron la Ciudad de La Habana, justo cuando el primer vicepresidente se acercó a la tribuna e inició una arenga plegada de lugares comunes y declaraciones de intransigencia. En referencia a las impostergables medidas a aplicar en la economía y la sociedad, Machado Ventura aclaró que se harán ?paso a paso al ritmo que determinemos nosotros?. La vieja confusión de la primera persona del plural, la conocida anfibología de lo aparentemente consensuado. El ritmo, la velocidad y la profundidad de esas ansiadas aperturas se decide en un pequeño grupo que tiene mucho que perder si las aplica y tiempo que ganar si las dilata. Habrá quienes digan que este silencio de Raúl Castro se inscribe en su estrategia de no desplegar demasiadas fanfarrias. Pero, más que discreción política, lo de hoy es puro secretismo de estado. No hacer compromisos públicos con los cambios, no implicarse visiblemente en una secuencia de transformaciones puede ser la manera de advertirnos de que éstas no obedecen a su voluntad política, sino a un desespero momentáneo que ?piensa él- terminará por pasar. Al no pronunciarse, nos ha enviado su mensaje más completo: ?no les debo explicaciones, ni promesas, ni resultados?.

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26 de julio de 2010
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A la espera de órdenes

Una conocida de mi madre ?que vive muy cerca de una Dama de Blanco? le cuenta que les han bajado orientaciones de no agredir a estas mujeres de ropa clara y gladiolos en las manos. La misma señora, que hasta hace poco ponía un rictus de desagrado cuando contaba sobre las misas en Santa Rita y las peregrinaciones por la 5ta Avenida, hoy está a punto de estrecharle la mano a Laura Pollán y pedirle un autógrafo. Quizás aquella otra vecina que gritó, en marzo pasado, ante la tele nacional: ?¡La gusanera está revuelta!?, ahora se muestre confundida y aguarde por nuevas órdenes para volver a vociferar. Los mecanismos de la falsa espontaneidad han quedado al descubierto con esta tregua: lo fabricado de aquella supuesta respuesta popular se confirma con esta interrupción de las agresiones. Desde el punto de vista del discurso oficial, las personas que han sido excarceladas en las últimas semanas estaban merecidamente presas. Usando este argumento y ciertas conocidas presiones, fueron movilizados los militantes del partido y los miembros de los Comités de Defensa de la Revolución para que participaran en los llamados ?mítines de repudio? donde escupían, insultaban y zarandeaban a las Damas de Blanco. Ahora, los briosos alborotadores que acudían a ?defender la revolución ante los mercenarios a sueldo del imperialismo? deben estar esperando alguna explicación que justifique las excarcelaciones. Sería interesante entrar a una reunión de un núcleo partidista para ver qué secreta revelación les hacen, porque si no terminarán por verse a sí mismos como  títeres de ocasión a los que se les azuza un día y al otro se les manda a callar. La conocida de mi madre no esconde su desconcierto: ?A éstos no hay quien los entienda. Ayer nos llamaban a insultarlas y hoy no se les puede tocar ni un cabello?. Lo cierto es que aquí, donde parecía que nunca iba a pasar nada, estamos de pronto en la situación de que puede ocurrir cualquier cosa. ¿En qué punto comenzó a cambiar la historia? Tal vez en la húmeda, oscura y pestilente celda de castigo donde Orlando Zapata Tamayo decidió inmolarse, o en la estéril y refrigerada sala de terapia intensiva donde Guillermo Fariñas ratificó su decisión de morir si no había liberaciones, o en las calles habaneras, en las que unas indefensas mujeres desafiaron un poder omnímodo gritando la palabra libertad, donde no la había. ? La tregua ? breve y frágil? parece estar circunscrita a la Ciudad de La Habana, pues en Banes Reina Tamayo sigue siendo víctima de los mismos métodos.

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26 de julio de 2010
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