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Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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El látigo de la belleza

La belleza no es un espejismo. Es un ansia que nos mueve a diario; y suerte tenemos de no extraviarla porque perder su estela significa renunciar a un ideal capaz de declinarse en visiones que nos conmueven o extasían. La belleza no es solo una, ni es libre, ni grande, por muchos intentos que haya de formatearla. Su poder es capaz de inquietarnos, bajo el influjo del Dios de los volubles, Mercurio, pero también de afirmarnos e incluso de engañarnos. Nuestra sociedad, huérfana de maestros y ufana por instagramear lo banal, lo humano y lo inexplicable, la exalta, encajando un puzzle tan contradictorio como saludable. Conservar en la retina desde el baile de las ramas de los arces con la ventisca de mayo, hasta el fulgor de las pedrerías de Marion Cotillard, imponente en la Costa Azul, o la poderosa clavícula de una Sofia Loren eterna, a punto de los ochenta. En Cannes se ha estrenado el segundo biopic de Saint Laurent, y no ha sido fácil aislar la belleza de la verdad para su director, el siempre arriesgado Bertrand Bonello. Enemigo declarado de las “vidas de santos”, ha confesado que lo que le interesaba de YSL es el mito, cómo se forjó y lo que le costó mantenerlo. Pierre Bergé ha dado su bendición a la otra cinta, más comercial y hagiográfica. Y no solo eso: el heredero universal del modisto amenaza con una batalla judicial si el filme de Bonello llega a las salas. Y es que a Bergé no le preocupan ni los excesos ni las servidumbres del gran couturier, sino la reivindicación de que le pertenece moralmente. A finales de los noventa tuve la suerte de conocerlo en el backstage del Hotel Intercontinental de París, tras un impresionante recital de alta costura. Nadie lo esperaba: el tout París lo daba por muerto, enjaulado entre dosis de Diazepam y silencio. Hablaba con una media sonrisa, la cabeza ladeada, rígida, y una de esas miradas que tanto pueden parecer tímidas como perversas. El virtuoso preciosismo de las telas, patrones y bordados transmitía una música de réquiem. Se presentía el fin de una época: las multinacionales engullían las casas de costura arruinadas y se apropiaban de sus firmas y su leyenda. Él siempre se rodeó de egregias negras, como Katoucha, una de sus principales musas, que murió ahogada en el Sena, o Naomi Campbell, que esta semana cumple 44 años. En 1988 le dijo a Saint Laurent que no conseguiría una portada en Vogue Paris: “nunca pondrán a una chica negra”. Tres palabras de él bastaron para conseguirla: “Yo me ocuparé”. Con un ligero galope, y un desafío insolente, las piernas de ébano de Naomi desfilando son uno de esos magníficos espectáculos en los que la edad no cuenta. Sólo el dulce látigo la belleza. Y las dos Españas Manuel Valls se ha paseado por Barcelona, apoyando a Elena Valenciano, con su mandíbula de hierro y su mirada de niño listo, el que según su hermana deglutía durante los veranos la biblioteca de Horta. Y entre feminismos e himnos culés -su tío músico lo compuso- hemos recordado cómo Valls ha propuesto reducir a la mitad el número de regiones del país vecino. En España, en cambio, la revisión del estado de las autonomías está reservada a las voces más altisonantes de la derecha. Donde Valls busca recortar 50.000 millones de euros y disipar “el miedo al futuro”, Esperanza Aguirre apuesta por acabar con “el sentimiento regionalista o autonomista” de un plumazo. Como si fuera una calcomanía. La más libre Se rapó la cabeza hace un mes. “Cosas de Bimba”, pensaron muchos. La modelo más andrógina de la pasarela nacional, y también la más libre; la cantante de The Cabriolets, con su voz grave y despaciosa; la cómplice creativa de David Delfín y solidaria, en el activismo contra el sida, de su tío Miguel; la que parió en casa a su hija June, hace tres años; ha confirmado que tiene cáncer de mama. Y que continúa trabajando. Pienso en el tiempo de la enfermedad. En los relojes rotos, cuando la vida se ordena de otra manera y las rutinas son mañanas de quimio y tardes de perros. La vida no se detiene mientras se blande la espada en lucha. El mantra: el 90% de los casos de cáncer de mama se curan. Combate en silencio El anuncio de la retirada de un escritor tiene otra gravedad que el de un torero. Mientras éstos siempre regresan, el escritor, cuando prefiere no hacerlo más, aquejado de alguna de las variantes del síndrome Bartleby que narró Vila-Matas, no da más folios. Por parálisis o desde la convicción de que ya no puede escribir nada mejor. Ante la noticia de Roth, pienso qué exigente imaginario nos habita, conminando a los creadores a parir hasta el último aliento. Una romántica y tirana expectativa. Como si no nos bastaran El mal de Portnoy, los maravillosos Zuckerman, Pastoral americana, o pequeñas delicias como Engaño: “‘¿Qué estás perdiendo? ¿El combate o la belleza?’ le pregunta él a ella. ‘Ambas cosas, creo que van conectadas’”.

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24 de mayo de 2014
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Razón y corazón

Conviven en Ramon Tremosa la economía y la poesía, la coral y el cine europeo en versión original, sus seis idiomas y la dialectología catalana, las corbatas autoafirmativas y las camisas de lino, el lado masculino y el femenino. “He aprendido a llorar de alegría. Cuando algo sale bien la tensión se descomprime”. Y añade: “A veces con mi mujer intercambiamos papeles, ella tiene tics masculinos y yo femeninos. Me considero más niñero que ella, siempre me he ocupado de los pediatras, de los maestros, de las actividades extraescolares…”. Hay una palabra clave en la vida y hechos de Ramon Tremosa: “logística”. Una característica que reconoce en las dos mujeres que admira y a las que ha dedicado todos sus libros (cinco): su madre, Maria dels Dolors, y su mujer, la abogada Maria Rosa Pons. “Mi madre nos ha marcado mucho, con 79 años sigue cocinando para dieciséis personas. Hace la pasta de los canelones un mes antes de Navidad, y la congela. Es logística pura. ¿Yo? No, yo soy más de cien metros, aunque ahora que doy mítines tengo que ser más ordenado”. Su vínculo con Ponent ha marcado su visión del mundo: su padre -falleció por una leucemia hace diez años- nació en Areny, cerca de Pont de Suert : “La Ribagorça es una tierra muy dura”. Por parte de madre conserva un paisaje atlántico de regadío, El Poal: “Íbamos a recoger peras, a las granjas de pollos… y me maravillaba el atardecer rojizo de Ponent”. Tremosa fue un niño travieso y rebelde a quien le costaba aceptar los límites. “Siempre he querido vivir al día y preguntarme el porqué de las cosas. Me considero un reformista radical. No un revolucionario. Porque las revoluciones no hacen avanzar, pero las reformas sí”. Se define como emotivo, sentimental y romántico. “Parece más estirado de lo que en realidad es -comentan en su círculo- porque sabe muy bien lo que quiere; es una máquina con una imparable capacidad de trabajo”. Cuando se quiso comprar un piso, preparó un hoja de Excel donde comparaba la ubicación, la luz, etcétera de todas las viviendas que visitaba. Hasta que un día entró en un piso y dijo: “Es este”. Lo aduce al “misterio innegable de la vida” porque según el eurodiputado de CiU, “las decisiones más importantes de la vida no se pueden racionalizar”. Su autopercepción de ser poco cartesiano choca con el orden de su mesa, al igual que la hiperactividad de la que ha hecho gala en el Parlamento Europeo: el séptimo diputado de 766 que más preguntas ha hecho, correcciones y mociones. Además de ser el encargado de los informes Banco Central Europeo en el 2011 y del de competencia en el 2013. Casi todos los mandatarios europeos con los que mantiene una relación cercana, desde Trichet a Draghi, poseen un libro de Màrius Torres que les ha regalado Tremosa: Paroles de la nuit. “En un momento delicado de mi vida, tras un desengaño amoroso, me ayudó mucho su poesía tan profunda y escrita desde los límites”, confiesa. Sin que le pregunte, afirma que Martin Schulz, o el propio Trichet y Draghi son gente muy normal. Tiene fotos con ellos en su despacho. Él también se considera un hombre normal. “El derecho a decidir no es el tema central en Europa, ni lo es Escocia, pero en los think-tanks y conferencias donde asisten los periodistas globales más importantes, desde el Financial hasta The Wall Street Journal, me invitan y utilizan mis palabras. Es el asunto de moda. Y como más activo seas, más cuentas en el debate. ¿El mensaje que transmito?: la radicalidad democrática de Catalunya”. Una de las pesadillas más recurrentes del candidato europeo de CiU tiene que ver con la universidad: “Tenemos un examen y resulta que no tenemos las fotocopias para repartir a los alumnos”. Admite que le persigue siempre el fantasma de la responsabilidad y la organización, pero prefiere vivir con esa angustia: “El miedo guarda la viña”, cita. Le pregunto si alguna vez ha tenido algún complejo. De estatura, por ejemplo. Se sorprende y me dice que su metro setenta es más que aceptable. Pero al minuto desarrolla una teoría acerca de las dietas duras de sus antepasados en la Ribargorça. “Mis abuelos medían metro sesenta. En dos generaciones ganamos diez centímetros”. Teoría y logística made in Tremosa. (La Vanguardia)

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22 de mayo de 2014
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La mujer indefensa

De la barbaridad que soltó Arias Cañete respondiendo a Susana Griso, hay un sintagma que determina el sentido de la frase: “mujer indefensa”. Ni la superioridad moral que se otorgó ni la discriminatoria afirmación de que las mujeres son inferiores intelectualmente resultan tan reveladoras como la creencia de que no puede serlo él mismo, es más, el temor de que “podría parecer un machista que acorrala a una mujer indefensa”. Cañete se coloca en el podio. Como la zorra de Esopo que no alcanza las uvas y dice que están verdes. El suyo con Rubalcaba si sería un buen cara a cara y se podrían “dar toda la leña recíproca”. Pero cómo iba a darle leña a una mujer indefensa. Quedaría feo, vino a decir con trasnochada vanidad. Su opinión pertenece al último eslabón de las creencias esencialistas que anteponen el sexo o la raza al ser. Atendiendo a la testaruda actualidad, considerar a las mujeres en inferioridad de condiciones es un ejercicio mucho más sutil que el de la discriminación por raza -qué rapidez ejemplar la del FC Barcelona echando a la taquillera de su museo, que se puso a hacer el mono en las gradas del Llagostera-. Siguiendo esa lógica, a Cañete también debieran haberlo amonestado desde el PP, como exige el PSOE, que ha rentabilizado cual Alicia en el país de las maravillas el jardín en el que se metió el candidato europeo. La discriminación de la mujer en el siglo XXI queda escriturada en los mandatos islámicos, las hermandades blancas, los salarios de Hollywood, más de una cadena de supermercados o el mismísimo The New York Times. Y en su exigua presencia en el G-20 y demás reuniones de alto copete. No es sólo Cañete quien considera que no se puede hablar de igual a igual con una mujer. Dirán, ah, no es la cantidad sino la calidad, y las aptitudes. Pero, de ser así, resultaría muy sospechoso que ningún equipo de científicos hubiera investigado aún la mecánica neuronal por la cual las mujeres -siendo mayoría en las universidades (con brillantes expedientes), y también las que ganan por goleada las oposiciones- estén incapacitadas para liderar y no den la talla para esgrimir dialécticas y cruzar espadas. Probablemente en Estrasburgo y Bruselas crucificarán a Cañete por ese desliz cuando aspire a ser comisario de algo. Pero lo importante, y digno de reflexión, es que un cabeza de lista tenga tan interiorizado que la identidad femenina se halla en inferioridad de condiciones. Y que más allá de Valenciano, exporte esa certeza a todas aquellas que han remado contra remolinos de adversidad. En cualquier caso, serán mujeres tan fuertes o tan indefensas como cualquier ser humano, sea varón o transexual. ¿No habíamos quedado en que el sexo está en el cerebro?

(La Vanguardia)

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21 de mayo de 2014
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Sin renunciar a nada

Un tono de voz bajo que modula según la carga del mensaje y que se hace más grave cuando suelta un taco: acojonante, joder, coño… “mis amigas me ponen a parir”. Una camisa blanca, en esta campaña de una talla más que en las anteriores: “Procuro que mi aspecto físico nunca sea noticia. Cero joyas”. Una playa pedregosa en Altea y una infancia feliz que olía a azahar y algas. Abuelos franceses e italianos. Estudiante del Liceo leía a Enid Blyton en francés, y de joven a Sartre, Camus y Beauvoir: “Ellos me introducen en el pensamiento político”. La movida, Nacha Pop, la democracia: “Tener 20 años en los ochenta fue un chollo. España estallando de libertad, de política, de rock and roll. Nunca fui proclive a las drogas. Canutos sí, pero es que eso no lo considero ni droga”. Una vida sin sobresaltos: “Lo peor que me ha pasado ha sido la muerte de mis abuelos”. El único pero: “Irme a Bruselas por la mañana dejando a mi hijo con cuarenta de fiebre”. Elena Valenciano sigue siendo Malena en su casa. Hija de un médico liberal de UCD que trajo la vacuna de la polio a España y de una madre de derechas que leía el ABC “de antes”, empezó a militar en las juventudes socialistas con 17 años: “En verdad, porque me enamoré de uno de los dirigentes de entonces, Magdy Martínez (actualmente ocupa un alto cargo en las Naciones Unidas)”. ¿El no haber terminado la universidad significa una mancha en su currículum? Me pasaron muchísimas cosas, y no encontré el momento para terminar la carrera. Ahora bien, si hubiera sido hija de clase trabajadora, probablemente no me hubiera permitido ese lujo, en mi familia siempre fueron a la universidad… ¡Claro que mis padres se disgustaron! Pero yo me puse a hacer teatro en El Gallo Vallecano, a viajar por América Latina y a militar en el feminismo. No voy a presumir de ello, pero tampoco es un drama. Mi nivel de competencia no vendrá por el título sino por si soy capaz o no de hacer las cosas. ¿Qué significa ser una mujer del aparato? Es que no es verdad. Es una cosa increíble eso… Mi primer cargo fue cuando Josep Borrell me llevó en las listas al Parlamento Europeo. Entonces yo dirigía la Fundación Mujeres. Había sido la niña del feminismo de los ochenta… Pero no tuve un cargo en el Partido Socialista en mi puta vida. El primer cargo público fue contra el aparato, con Borrell, a quien fui a ofrecerme. Y en el 2007 (Valenciano tenía 47 años) me hacen secretaria de política internacional del partido. Es mentira que haya chupado del aparato, pero como soy la número dos, les encaja decir que llevo toda la vida allí. ¿Cómo es su relación con Alfredo Pérez Rubalcaba? Nos llevamos muy bien y muy mal, como en una convivencia, pero hay lealtad, cariño y admiración. Claro que hay que saber muy bien donde estás, no te puedes permitir flaquear. Estás rodeada de hombres todo el día y no es fácil: arriba hay muy pocas mujeres y muchos machos alfa (baja la voz). A usted también la llaman mujer alfa… Ya sé que me llaman así, y lo entiendo. El macho alfa en los trineos es el perro que esta delante de los huskys siberianos, y es alfa porque tiene que tirar de los otros perros; si le duele una pata, se tiene que joder porque tiene que tirar del resto. ¿Nunca encajó en el perfil de ministras de Zapatero? Es que yo nunca he querido ser ministra… Me tantearon varias veces, pero estaba vacunada por el sacrificio que comporta el cargo y el escaso margen de actuación que tienes. Hace poco, Zapatero me dijo que de lo único que se arrepentía era de no haberme nombrado ministra. Y le hubiera dicho que no. O vicepresidenta o nada (risas), no porque quiera más poder sino porque si quieres hacer algo tienes que poder hacerlo. Europa, esa vieja dama envejecida. No se me ocurre ninguna idea mejor que Europa, es el momento de trabajar por un renacimiento de la Europa que todos hemos soñado. ¿Y Catalunya? Es tremendo lo que ocurre; veo cómo mes a mes crece la distancia. Los hijos de todos mis amigos están en la independencia… Dos presidentes que cada uno va a su bola y no se sientan a hablar, mientras la sociedad catalana y el Gobierno de España están separándose. Es una gravísima irresponsabilidad porque cuando vayamos a querer hacer algo, ya no vamos a poder. La entrevista tiene lugar tres días antes del comentario suicida de Arias Cañete, que la tildó de “mujer indefensa”. No podía hacerle mejor regalo a una activista del feminismo cuya batalla se remonta a aquel primer cartel contra los malos tratos, Mujer, no llores, habla, que escandalizó a propios y ajenos: “Cómo os vais a poner a hablar eso, si pertenece a la intimidad de las parejas…”, les decían. Asegura enfermar cuando ella o los suyos cometen errores: “Siempre digo que lo único que no tenemos que hacer es no patinar; no hay que sobreactuar, tú no eres tú sino la portadora de un mensaje con 135 años de historia”. En lugar de somnífero, recurre a su marido, “mi chico”, el arquitecto Javier de Udaeta. Dice que le basta sentirlo al lado para que pueda dormir… “Esta semana le llamé porque estaba muy estresada, vino a Madrid, me hizo dormir tres días y como nueva. Si no llega a ser por él yo no hubiera podido hacer esto. Es guapo, está bueno y además es bueno, las tres cosas”. Debe sentirse satisfecha de su vida. Lo mejor que hecho en mi vida es volverme loca combinando mi libertad, los hijos y la tarea política. Se puede con todo y no hay que renunciar a nada, aunque duermas menos, aunque te agobies, la vida es supercorta y hay que hacer todo lo que puedas: divertirte, follar, tener niños, hacer política, leer y ayudar a la gente.

(La Vanguardia)

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20 de mayo de 2014
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Devolverlas a la escuela

Pocos sonidos representan mejor la vida en estado puro que las risas de un patio de escuela. Y más si esta se emplaza en uno de lugares más pobres del mundo amenazado por el terrorismo regional -e internacional-. Porque Boko Haram se considera una filial de Al Qaeda y su rebelión ha dejado miles de muertos desde el 2009. Las 276 estudiantes de secundaria secuestradas por esa banda de delincuentes que durante años ha operado en el territorio con impunidad, representaban una victoria del destino. A contracorriente, trascendiendo miedos, costumbres y leyes locales, habían conseguido creer en su dignidad. Y sus familias se habían convencido de que un puesto de trabajo cualificado era mejor que un matrimonio forzado o la triste orilla de la esclavitud sexual. El dolor y la tragedia son más civilizados cuando se producen en un lugar próspero. Hoy, Nigeria es el país más rico de África, aunque el 70% de sus habitantes vivan con dos dólares al día. Tan sólo el 44% de las niñas reciben escolarización. Había un rayo de esperanza de que, entre las dos Nigerias, acabara imponiéndose la que aspira a liderar África y prepara a una nueva generación como la llave de oro capaz de empujar el progreso. Sin embargo, la larga cadena de corrupción, fanatismo y desidia hace estragos. “Como miembro del consejo asesor global, estoy coordinando con ONU Mujeres una campaña internacional donde implicamos a gobiernos y activos sociales. El terrorismo islámico sólo se combate desde la coordinación internacional”, cuenta María Teresa Fernández de la Vega desde su Fundación Mujeres por África. Y recuerda que la exitosa campaña que ha viralizado la tragedia,”BringBackOurGirls (#DevuelvanANuestrasNiñas)” -y que en Twitter ha movilizado a más de tres millones de personas-, fue creada por las familias, una idea desesperada de las madres que no se quisieron resignar, ya que hasta entonces el Gobierno nigeriano se había mostrado tibio. Desde hace algunos días, la noticia se ha caído de la portada de los periódicos digitales: la actualidad necesita titulares frescos. Por ello las informaciones, excepto la foto de algún famoso con el cartelito (porque desafortunadamente la campaña también ha sido aprovechada por cuatro oportunistas con hambre de focos), languidecen, aunque un grupo de extremistas asaltara hace dos días la aldea donde viven gran parte de las familias. Lo más contraproducente que puede ocurrir es que mientras los aviones-espía norteamericanos sobrevuelan el país y los expertos analizan el vídeo donde las niñas aparecen cubiertas y resignadas, con las pupilas congeladas de terror, la presión mediática se relaje. Y es que el compromiso debe ir más allá de que les devuelvan la libertad. También deben devolverles su pupitre a fin de desactivar el mensaje de que estudiar y formarse equivale a poner su vida en peligro. No será fácil, pero hay que hacerlo.

(La Vanguardia)

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19 de mayo de 2014
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El show de las mujeres de portada

Las mujeres mandan por fin en Cannes, tras 66 ediciones en las que su escasa presencia (una sola premiada en su historia, la que ahora preside el jurado, Jane Campion) debería haber avergonzado a la dirección del glamuroso festival de la Costa Azul, justo cuando se caen de la dirección de dos de los periódicos más importantes del mundo las mandamases. El mismo día, el pasado jueves, se anunciaba la destitución de Jill Abramson, directora del New York Times, y la dimisión de Natalie Nougayrède en Le Monde. La primera ha estado casi tres años en el cargo, la segunda algo más de uno. Ambas vivieron la grandeza del momento: dos rotativos históricos por fin eran comandados por una mujer, rompiendo ese maleficio que, negro sobre blanco, las aleja de los despachos de la última planta. Contaba Ken Auletta, en un amplio reportaje en New Yorker que “cuando Eileen Shanahan, que llegó a convertirse en una periodista económica muy respetada, tuvo una entrevista con Clifton Daniel, entonces redactor jefe, en 1961, ocultó su deseo de llegar a ser directora. “Todo lo que siempre he querido es ser periodista en el mejor periódico del mundo”, le dijo. “Eso está bien -respondió Daniel, según contó Shanahan- porque puedo asegurarle que ninguna mujer será jamás directora del New York Times”. Arthur Sulzberger jr., editor del diario y presidente de la compañía a la que pertenece, se ha referido a un problema de gestión de Abramson con la redacción, sin especificar cuál, mientras se aireaban rumores de todo tipo: su fama de tozuda y arisca, una mezcla de clase alta y clase baja en su voz nasal, la obstinación como brújula… Y la evidencia de que sustituir a la primera mujer que en 150 años de historia había pilotado el Times por el primer afroamericano, Dean Buquet, no era un mal cambio. Hito por hito, a fin de calmar a las minoríasque hoy representan más de la mitad de la humanidad. Cuando una mujer tiene problemas en un puesto de dirección, y acaba saliendo -bien o mal-, la sombra de la duda refulge implacable: basta el socorrido “es conflictiva” para que sea eliminada de todas las quinielas y un complaciente y miserable regocijo colme a aquellos que envidiaron sus ascensos. El creciente poder para las estrellas del pop es, en cambio, un ejercicio cada vez más desinhibido y falocéntrico. La última actuación de la cargante Miley Cyrus con un muñeco hinchable (muy bien dotado), resuelta a lograr vender más discos que Beyoncé, pero sobre todo a enseñar cómo la cultura Disney y el marketing acaba cortocircuitando la belleza, basta para demostrarlo. Cuando Abramson asumió el cargo, afirmó que dirigir el New York Times era como ascender al paraíso, que es cómo debe sentirse Miley con su pornoshow. Bajar a los infiernos carece de glamur. Y menos cuando una está detrás de la portada, y no en ella. Escote y piscina Existen dos tipos de modelos: las que sonríen poco, apenas tienen pecho y su languidez inspira a diseñadores, y las voluptuosas. La rusa Irina Shayk pertenece a esta segunda categoría, aunque la erótica del poder que se le ha adherido ejerciendo de novia de Cristiano Ronaldo multiplica su influencia. El marketing de la solidaridad resulta tentador porque atenúa la barrera que muy a menudo levanta la belleza. Pero también se corre el peligro de frivolizar una causa justa. Como ha ocurrido con la foto que se ha hecho apuntándose a la campaña de las niñas nigerianas secuestradas. Aunque lo más obsceno no es su torso desnudo -que cubre con el cartelito- sino la piscina que asoma detrás, estilo sauna, donde posa con caída de párpados y media sonrisa. Lo mejor de la vida La primera vez que a Vanesa Lorenzo le hablaron de Carles Puyol fue en la residencia del embajador de Francia de Madrid, en la entrega de unos premios. Ella llevaba un vestido largo y sus gafas de ver, que le confieren ese aire de estudiante de literatura noruega. Y un amigo común le desgranó las virtudes del crack, no solo las públicas sino los gestos comprometidos con los que Puyol siempre ha facilitado la vida a los suyos, Tras el primer encuentro, fugaz, con el nervio en la sien, empezó el encantamiento. Y entre cines y partidos, sueños y rodillas, cachemiras y copas, se entretejieron los mimbres del amor y su pegamento. La historia de uno de los futbolistas más carismáticos no podía ser más romántica. Focofobia El de Dani Rovira es el éxito del gracioso de la clase, el feo con brillo en la mirada del que todo el mundo se acuerda el día después de la fiesta. Gracias al atronador éxito de Ocho apellidos vascos, se ha colocado en medio del huracán mediático. Unos y otros quieren aprovechar su momento de gloria. Pero la sobreexposición preocupa a los actores sensibles cuando se ponen de moda, como Quim Guitérrez. Esa sensación de sentirte no mecido, sino empujado a aprovechar tu momento de oro implica no renunciar a nada. Rovira ha declarado su sensación de acoso mediático y la nostalgia de la pérdida de anonimato. Conjugar libertad y fama es una vieja utopía, casi como saber mantenerse arriba y bajar cuando corresponde, sin dolor narcisista. (La Vanguardia)

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17 de mayo de 2014
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Memorioso y disfrutón

“La vida da muchas vueltas”, admite Miguel Arias Cañete en el minuto 36 de la entrevista como argumento para no juzgar los diversos modelos de familia. “Se trata de una realidad con la que tenemos que convivir y a la que tenemos que crearle los marcos jurídicos que permitan su mejor desarrollo. Yo prefiero una familia de corte tradicional en un entorno estable y ordenado. Todo el mundo tiene sus circunstancias, y la vida da muchas vueltas”. ¿Su vida ha dado muchas vueltas?, le pregunto. “La mía ha sido muy constante”, responde. ¿Lineal? “No, lineal no. Hubo una época de juventud más movida y traviesa, pero una vez decidí casarme, mi compromiso fue para siempre”. La recepción de la sede del PP en Génova tiene empaque de multinacional. Podría ser el vestíbulo de una empresa del Ibex 35, provista de un mostrador semicircular donde atienden unas muchachas que se toman muy en serio su trabajo. Cubículos acristalados y funcionales componen la mayor empresa política española, con 800.000 afiliados. En una pequeña sala de reuniones animada con un desayuno, Miguel Arias saluda con un “hola” alargando la “a”, una vocalización muy propia de la jet madrileña más risueña. Es fácil percibir el sello disfrutón en su entrecejo, su mirada expectante, a punto de la ocurrencia. Este hombre orondo y barbudo cuenta con la simpatía de limpiabotas, reyes árabes, marquesas del barrio de Salamanca, pescadores y productores de aceite. Y con la animadversión de quienes lo tildan de excesivo y rancio. Dispuesto, solvente, campechano, histriónico, y lo que tanta falta le hace al PP: guasón. “Yo propuse como eslogan: ‘Vota Cañete’. Es potente, ¿eh? pero no me dejaron… a mí me disfrazan de Papá Pitufo”. Miguel Arias Cañete ha sido el ministro mejor valorado del Gobierno. El que se zampó un yogur caducado o un pepito de ternera en plena crisis de las vacas locas, emulando el show de Fraga en Palomares; el que provoca regalando titulares costumbristas sobre nuestro vino o jamón. ¿Bonhomia? “Sí, cien kilos. Soy un perfecto ejemplo del fracaso de las dietas. Cuando hago cinta, miro las calorías que quemo para poder hacerle hueco a una cervecita”. Primera revelación: conserva a sus amigos del colegio casi en la edad de la jubilación, y siguen comiendo juntos los primeros viernes de cada mes. La segunda: conserva una memoria fotográfica y recuerda al detalle los primeros años de su vida. También su familia -casado con Micaela Domecq y Solís-Beaumont desde hace treinta y seis años, con la que tiene tres hijos- y su compromiso con el partido (en 1982 ya pertenecía a la ejecutiva nacional de Alianza Popular) continúan intactos. El suyo es el manual del buen conservador aunque afirma que su carrera política es el resultado de un cúmulo de casualidades, y de suerte. “De estar en el lugar oportuno el día oportuno”. De joven fue “trabajadorcísimo y cumplidor, con mi puntito simpático”. El primer rayo de sol de su vida lo conoció en Tetuán, donde vivió hasta los seis años ya que su padre ejercía de asesor jurídico del Alto Comisariado del Protectorado de Marruecos. “El haber convivido con otra cultura te hace más tolerante”. Y desgrana un sinfín de escenas: la tortilla de patata con arena en la playa del Rincón, las sandías que enfriaban en el mar… “De mi padre heredé el sentido del esfuerzo, que no te regalan nada en la vida; de mi madre, la tolerancia, la mano izquierda, el hacer familia”, añade. Cuando Rajoy perdió sus primeras elecciones presidenciales en el 2004 y la vieja guardia puso pies en polvorosa, tan solo él y Ana Pastor lo acompañaron en su travesía por el desierto. Aún y así “conserva” su sintonía con José María Aznar. Era difícil meterlo en campaña, pero ahí estaba la destreza de Cañete. “Hemos regresado a donde tu nos dejaste” le dijo pública y sentidamente a Aznar. Le repito estas palabras, pero las elude. Igual que evita analizar el éxito eurovisivo de la drag queen Conchita Wurst, y aunque cueste creerlo, afirma que no lo ha visto aún: “escucharé la canción sin ver la imagen para que no me influya”. ¿Prejuicioso? “No, yo respeto a todo el mundo”, insiste. El candidato del PP pide un café con “una gota de leche” arrastrando un ligero deje andaluz. Hedonista pero recto. Nunca le ha faltado de nada, acaso por ello ha antepuesto la vocación política al dinero. Dice que si preguntáramos a su mujer, nos diría que es un altruista y un estúpido, capaz de cerrar su despacho de abogado para darse al partido. No representa al núcleo más ideologizado del PP pero se declara, con la boca llena de croissant, un hombre de derechas con unos principios inamovibles: “pocos pero muy claritos, economía social de mercado, modelo liberal, defensa de la familia y unidad de España”. Lo peor que le ha pasado en la vida fue un accidente que sufrió junto a su esposa, en 1992. Él estuvo dos meses en el hospital; su mujer un año y medio. Le tocó procesar su culpa, “quedamos escachifollados -mejor pon descuajeringado que lo de follado suena regular-”. Al darles el alta, invitó a las 36 enfermeras que los atendieron a Estrasburgo. Cree en Dios y en la vida eterna. Y se lamenta de la supresión del limbo como lugar de paso. Sus frustraciones confesables guardan relación con el amor por los coches de carreras: “No haber participado en unos juegos olímpicos”, por ejemplo. Ahora, defiende estas elecciones europeas como brújula y faro. Y en cuanto a las utopías, más Cañete que Arias recurre a un sofisma del torero Manolete: “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. (La Vanguardia)

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15 de mayo de 2014
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La barba de Conchita

Que Conchita Wurst (que en alemán significa salchicha o indiferencia) haya ganado el concurso televisivo decano en el mundo es todo un síntoma de cómo lo extraordinario acaba adueñándose de la realidad. Un hombre con cuerpo de mujer barbuda consigue levantar el trofeo de Eurovisión ante millones de espectadores que viven en un continente polvoriento a pesar de sus inmaculadas autopistas y sus surtidos de panes. Y que eso ocurra a las puertas de unas elecciones europeas, con una guerra civil latente en Ucrania (que, junto al enemigo ruso y Bielorrusia, ejerce una violenta intolerancia contra los homosexuales) redondea aún más el mensaje. Los austriacos, con serios problemas de ultras en su tejido social y una formulación de la belleza fijada por los frescos de Gustav Klimt, eligieron a Conchita su representante para la gala. Y no sólo por su voz, sobre todo por el mensaje. “Haz lo que quieras y sé quien quieras”, reza el lema de la artista, un personaje creado por el modelo homosexual Tom Neuwirth, que inventó a Conchita como respuesta a la discriminación homófoba que sufrió de chico. Con su triunfo, ha conseguido lo inaudito: resumir años de investigaciones y teorías acerca de las identidades nómadas. Una glamurosa estética contestataria al servicio del llamado tercer sexo. La mujer barbuda fue una de las atracciones de feria más humillantes de la tradición circense de los Barnum, Ringling Brothers y compañía para aquellas que además de ser pobres padecían hirsutismo. Hoy, el talle esbelto de Conchita, sus ademanes elegantes y su barba negra y recortada se hallan a años luz del escarnio, como el que provocaba la mujer que pintó José de Ribera: Magdalena Ventura de los Abruzos, que se dejaba crecer la barba desde hacía 15 años, y en el cuadro aparece con un bebé rollizo rozando su turgente pecho. Hoy, la rúbrica hipermoderna, la que exalta la moda andrógina en busca de lo diferente, la ha hallado -¡y de qué manera!- en el festival musical que empieza a derivar en una versión performativo-melódica del Cirque du Soleil. Eurovisión lo ha ganado un personaje ficticio. Así lo votaron los jurados, cuyas parrillas televisivas responden a un gran barullo populista y gritón empastado de realities en el que el vínculo entre sus personajes y la audiencia sustituye al santoral de antaño. Tampoco lo ha ganado únicamente la tolerancia. La apuesta disruptiva del festival planta cara a la decadencia del formato, y lejos de desaparecer -como la OTI- o conformarse con ser reliquia entre petarda y friqui, premia a una drag queen barbuda que canta con épica de superproducción americana. Ha ganado el espectáculo. Y la barba. (La Vanguardia)

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14 de mayo de 2014
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Un cordial saludo

De la misma forma en que la distancia marca el saludo, y no es lo mismo agitar el brazo desde lejos que una cortés inclinación de cabeza, ni estrecharse las manos que abrazarse al estilo postureo -esto es, palmoteando sonoramente la espalda-, la cultura marca el primer intercambio de miradas entre los seres humanos, determinando la predisposición y el grado de confianza que mediará en el tipo de roce de dos cuerpos. Desde darse la mano, un gesto tan antiguo como la humanidad; a veces blanda y sudorosa, otras puro hueso, clavándote el anillo hasta la tortura, hasta los dos besos, con barba, acné, maquillaje o sudor; besos esquinados que no saben adonde van. Pero en ellos prende la ilusión amistosa del contacto, además de la tradición que empuja y a pesar de lo innecesario que tantas veces resultan dos besos, acabamos complaciendo la escenificación social del hola o adiós. Porque eso, básicamente, es el saludo. “Un cordial saludo”, se remata en los e-mails como fórmula correcta, la justa distancia para graduar el adjetivo. Atento. Cordial. Afectuoso. “Un saludo” es más seco, de trámite, el mainstream del punto final en los correos y cartas. No tiene por qué ser borde, o desinteresado, venir a decir: “Tú no me interesas, sólo el asunto”, pero a muchos así se les antoja, y aunque no conozcan a su interlocutor se atreven con un contumaz beso o abrazo. Algo que los catalanes distribuyen a conciencia. Los hay que se refugian en el socorrido gracias: un respeto cercano y atento, un gesto de aproximación aunque aún quede por ver si habrá razón para agradecer algo. Pero luego vienen los autóctonos. El tan de bar de autopista “una encaixada”; el anglosajón y a la vez casteller “records”; la miga anarquista del “salut”. O el antifrástico “merci”. “Antifrástico porque tiene un efecto contrario al que pretende, causa rechazo”, me comenta la profesora Anna Caballé, a quien a menudo le voy con esos cuentos. Los catalanes son muy de merci. No tanto por el mercès como por el pegamento francés que quiso adornar costumbres. Afortunadamente, no llegaron los extenuantes tres besos galos, suficiente ya son los dos ósculos obstinados, salivados o rasposos. Beso, una palabra sonora, con belleza interior, más besos que petons, que parecen de juguete, y carecen de la solemnidad o la camaradería del abrazo, aunque abraçada remate mejor. Abrazos es la variante elegida por algunos plumillas. Y últimamente todo el mundo parece empeñado en desear que tengas un buen día, importando las cortesías yanquis. Pero hoy, a diferencia del tiempo epistolar, nos comunicamos infinidad de veces al día, y resulta absurdo repetir las formas del saludo, que acaban siendo emojis o fotos. Aun así, el insulso “un cordial saludo”, se escribe millones de veces al día, y en su propio vacío caemos en la cuenta de que no somos nadie. Un punto. (La Vanguardia)

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12 de mayo de 2014
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Glamour sin ?o?

Cuánto tiempo necesitará el ojo para acostumbrase a leer glamur sin sentir nostalgia de la o que se ha caído en la españolización de la palabra? Porque glamur no acaba de ser lo mismo que glamour, por mucho que se pretenda. Siempre me han gustado los arreglos castizos, ese deje umbraliano, a palabras importadas: desde restaurán y cruasán a dernieres. Acaso pronto leamos luc y cul en lugar de look y cool; y puede que nuevos palabros y onomatopeyas de uso común en las revistas femeninas (de girly a guau), por ejemplo, se clasifiquen como nuevas interjecciones. “Zapatero quería una chica joven y con glamur” ha confesado un resentido César Antonio Molina en su último canto de sirena sobre el papel de los maltratados intelectuales frente al poder. Cuando lo reemplazaron, se decía en Madrid que el exministro llevaba muy mal que su teléfono apenas sonara. La sensación de ser improductivo que tan bien me detalló hará un año Carme Chacón, al ocupar un discreto escaño tras haber bregado con militares de la vieja guardia, piratas somalíes y el avispero afgano. Han pasado cinco años del relevo de Molina, un asunto que a nadie le interesa hoy. Deberíamos felicitarnos de que los 44 tacos con los que llegó Ángeles González-Sinde al ministerio (más dos carreras, quince películas, varios cargos institucionales, etcétera) sean sinónimo de “mujer joven”. Y de que, como tantas ministras de ZP, haya dejado la política y ande embarcada en una premiada aventura literaria, sin abandonar el cine, y siga los avatares de esa expresión cultural que es la moda. En cuanto al glamur, aunque el ministro de cultura en la sombra, José María Lassalle, haya minimizado su importancia: “incluso sin glamur somos una de las potencias culturales”, declaró, España no será un país culturalmente exportable hasta que no logre un barniz de glamur sin parecer disfrazada para ir de boda. Vean sino el rédito que se le saca a la gala del MET neoyorquino cada año: Hollywood y Washington rendidos al descomunal motor de la belleza, al hipermoderno espectáculo de la alfombra roja que tanto deseo y negocio crea. La mismísima Michelle Obama elogió a su “buena amiga” Anna Wintour en la inauguración de una nueva ala del museo dedicada a la moda que lleva el nombre de la directora de Vogue. Su antecesora, Diana Vreeland, ahora interpretada por la gran Carme Elías, también ofició de árbitro del buen gusto en ese papel que, en EE.UU., Francia o Italia, conceden a las editoras de moda; el súmmum de la vacua frivolidad en nuestras orillas. Pero esa es otra historia. Si la elegancia es olvidar lo que uno lleva, el glamur consiste en alfombrarlo suavemente, con goce. No pudo ser Putin Al final, Aznar apareció en la foto. “El muerto viviente”, como le apodan algunos marianistas, reapareció en escena electoral a pesar de su enemistad encrespada con Rajoy. Porque tras la sucesión, éste no le dejó hacer de Putin ni él quiso hacer de Medvédev, y más después del 11-M. Pero Aznar no perdona ni olvida. En el reportaje de Jesús Rodríguez en El País Semanal, en varias líneas reveladoras, Aznar se reconocía a sí mismo como “un fino crítico artístico, un cultivado lector de poesía intimista y muy leído en historia”. Contaba haber logrado aprender inglés pasados los 50, fardaba de cuerpo de deportista de élite y de conferencias a 40.000 el bolo. A este paso, no me extrañaría que le pidiera clases a Martina Klein para aprender a sonreír. Al final, Aznar apareció en la foto. “El muerto viviente”, como le apodan algunos marianistas, reapareció en escena electoral a pesar de su enemistad encrespada con Rajoy. Porque tras la sucesión, éste no le dejó hacer de Putin ni él quiso hacer de Medvédev, y más después del 11-M. Pero Aznar no perdona ni olvida. En el reportaje de Jesús Rodríguez en El País Semanal, en varias líneas reveladoras, Aznar se reconocía a sí mismo como “un fino crítico artístico, un cultivado lector de poesía intimista y muy leído en historia”. Contaba haber logrado aprender inglés pasados los 50, fardaba de cuerpo de deportista de élite y de conferencias a 40.000 el bolo. A este paso, no me extrañaría que le pidiera clases a Martina Klein para aprender a sonreír. Enterrar el vestido Lewinsky convirtió la mancha en su traje en la llave forense que identificó el esperma de Clinton. Esas cosas feas nunca terminan bien. “Es hora de quemar la boina y enterrar el vestido azul”, ha declarado a Vanity Fair. La entrevista de Lewinsky no es sino la enésima constatación de que el pasado siempre acaba por volver. A Monica no le dan trabajo, asegura, porque está manchada con su historia. Nadie vería a una relaciones públicas o ejecutiva de cuentas, por ejemplo, sino a la mismísima Lewinsky, y probablemente después hicieran comentarios sobre su boca. ¿Qué empresario aguanta esto? Sólo la prensa y la política disponen de colchón para ella si hay titulares y la candidatura de Hillary sigue moviendo hilos. La feria de Marianne En mis años andaluces conocí un Sur que me subyugó con su arte, su aje y su poesía, y otro Sur que no aguantaba, con rebujito, bulla o folklore atronador. Me bastó con acercarme un día a las casetas para eludir su cita sine die, suficiente trago había sido quedarme atrapada toda una tarde de Semana Santa en medio de centenares de capuchas. Es asombroso cómo los sevillanos sacan la tradición de paseo, alzando los brazos y cimbreando la cintura todo el día. La Feria tiene ya, desde hace unos años, a su Marianne, esto es, la que mejor lleva el traje de flamenca, sin gafas de sol en el escote ni móvil en la manga. Ella es Lourdes Montes, amor de torero y lozanía de niña bien que se ha criado con sopas de picadillo y bofetadas de azahar. En Sevilla. (La Vanguardia)

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10 de mayo de 2014
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