Skip to main content
Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

Blogs de autor

Editorial nº 189

Una vez fui una chica de provincias, una catalana recién llegada a Madrid, con falda corta y negra, media melena y un bolso demasiado lleno. No tenía miedo, mi padre me había enseñado que en la vida te puedes permitir algunas debilidades, pero nunca la de ser cobarde. Aun y así, conocía las servidumbres del respeto y a pesar de mi juvenil determinación estaba obligada a entrar de puntillas en la cabina de mando de una cabecera mítica, Marie Claire. Nunca tuve la sensación de aterrizar en un templo del glamour, una jaula extravagante o la meca del posfeminismo. Cierto es que de todo ello había un poco en aquella casa donde la moda era una coartada para apartar como zarzas los tópicos sobre mujeres y no caer en la petulancia de hablar en nombre de todas. Me encontré con un equipo aventajado en cortar el aire para cerrar páginas. Con un pozo sin fondo de reporterismo, buenas historias, fotógrafos de moda, y un reino de abejas laboriosas capaces de convertir un estudio fotográfico en la vía láctea. A día de hoy, solo puedo ser indulgente con aquél vértigo alimentado por el lápiz de mi imaginación escribiendo historias imposibles. Siguieron años felices, números de baño y números antifrío, los especiales de sexo y los de pasarela, el premio contradiction, las campañas contra los malos tratos. Los años difíciles, los equilibrios mantenidos, el 25 happy birthday con Karl Lagerfeld. Mientras escribo mi editorial número 189, mi último editorial, pasan en moviola los rostros de quienes después de aquilatar, uno por uno, ciento ochenta y nueve números de Marie Claire, nos hemos ido a casa, ya cerrada la noche, satisfechos y locuaces como si hubiéramos salido a cenar. Tantos compañeros en el arte de compartir, discrepar y construir, con el orgullo de que muchos de quienes me acompañaron sean hoy profesionales de éxito al frente de publicaciones y grandes proyectos. Dieciséis años es algo más de la media de duración de los matrimonios españoles, por ello la biografía compartida con quienes estáis al otro lado, leyendo esta página, no es residual. Las lectoras. Esa es la verdadera razón por la que dirigir Marie Claire ha sido algo más que un trabajo. Una vocación. «Demasiado joven», me contaron que fue la única objeción a mi fichaje, hace dieciséis años. Pero acabé siendo merecedora de tal confianza. Pura serendipity que este número de Marie Claire esté dedicado a los jóvenes. A su desnudez existencial, que tan magistralmente capta la cámara de Ryan McGinley, y a la incertidumbre que los acecha en un territorio desconocido donde deben tomar impulso para plantar su árbol. A pesar de que el futuro se escriba en precario y de que las salidas se hayan ido cerrando ?sin manual de instrucciones?, la generación que nació en los ochenta tiene hoy una llave en sus manos. Ignoro si es la «generación yo» o la «generación Facebook», los ni-nis o los no-nos. Las etiquetas limitan y ensucian la originalidad. Por ello, como habitantes de unos tiempos donde no hay otra pedagogía que la de la perseverancia, saben que deben revestirse de nuevos lenguajes que puedan sostener el nuevo mundo. Tan solo necesitan una oportunidad. Y hoy no nos queda otra opción más sensata que la de aprender de ellos. Porque sería presuntuoso creer que es nuestra huella la que importa. No, es el pálpito de quienes edificarán castillos entre la vigilia y el sueño bajo los pliegos de este papel couché. Gracias. (Marie Claire)

Leer más
profile avatar
19 de enero de 2013
Blogs de autor

El desorden alfabético

Decimos con naturalidad: bancos malos, hombres de negro, abismo fiscal o doloroso progreso, y la elección de los adjetivos informa sobre el desorden melancólico de estos tiempos. El lenguaje es un espejo que refleja cómo vivimos, nombrando las pieles muertas que envuelven el llamado tejido conjuntivo de la sociedad. ?Una catástrofe se cierne sobre el orden alfabético, el único fiable hasta ahora? exclama Juan Diego, convertido en viejo profesor que va a dar una conferencia en La lengua madre, un delicioso y a la mortífero texto de Juan José Millás que se representa estos días en el Bellas Artes. Bajo una luz cenital, una pequeña mesa, unos folios, que a pesar de no verlos los imaginas machados, un traje demasiado grande y una magistral escenificación de la soledad animal. Palabras que conviven en la misma página del diccionario: lengua y lenguado, capitalismo y capón, o culpa y culo; las mismas que nadie, ni Marx, ni Franco ni la reina loca de Alicia, se han atrevido a desregular. ?Las palabras son embajadoras de la realidad? dice Millás, y añade más: ?el único tesoro que es patrimonio de todos porque lo hemos construido entre todos. Y eso significa que todos somos coautores, por ejemplo, de El Quijote, pero también de los discursos de Nochebuena del Rey”. Pero el viejo profesor siente que el lenguaje ha sido secuestrado por una jerga urgente, la del cash flow. Que términos que parecían marginales, como desahucio, pobreza o austeridad, se hayan convertido hoy en familiares para la clase media. Y que no se expidan recetas contra la desesperanza porque a las palabras les ocurre lo mismo que a la vida, que se vacían. La RAE ha admitido por fin términos como friki, okupar, sociata, emplatar y gayumbos, aunque en la calle se agiten apresuradamente otras sílabas embebidas del nervio propio de quienes aspiran a un ?minijob? para ?reinventarse?, un término que ocupa la mayoría de las cabezas de tantos que se obligan a ser ?proactivos? para continuar sintiéndose ?productivos?. Por ello, compra neologismos e inventa portmanteaux -como spanglish, o Brangelina- que demuestran la naturaleza clasificadora del lenguaje en busca nuevos contenedores para nuevos significados. Es una suerte que el orden alfabético, como exponen Millás y Diego, aún nos acompañe. Incluso que del pasado regresen duelos al sol como los de aquella España arruinada con harapo y espada, la que alumbró el Siglo de Oro, en la que dos poetas antagonistas batallaban por la idoneidad de los vocablos que vestían sus versos. Vayamos pensando pues cómo bautizaremos la nueva belle epoque, la misma que en algún renglón perdido, huérfana aún de significado, nos aguarda.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
16 de enero de 2013
Blogs de autor

El contagio del abismo

La gente está cansada de leer noticias negativas, bien lo sabemos los propios periodistas, los editores, y los médicos de cabecera. Hace más de un siglo, un profesor de Oxford, Robert Burton, dedicó su vida a investigar, redactar y revisar un tratado enciclopédico titulado Anatomía de la melancolía. Y confesaba: “Escribo sobre la melancolía por ocuparme de evitar la melancolía”. Ocurre algo parecido con las comunidades que van fortaleciendo sus lazos a causa de la inseguridad y el desvarío. Hablan sobre ello como si fuera la mejor forma de exorcizar el miedo mientras despliegan sus experiencias con la esperanza de encender una lumbre y cobijarse entre iguales. El mal melancólico zarandea la imaginación y el juicio hasta pervertirlos, llegando a paralizar a sus víctimas. Y la propagación de las penalidades que sufren los ciudadanos de a pie produce alarma por su contagio. “¿Hay que informar acerca de los suicidios relacionados con la crisis?”, se pregunta la comunidad. Se trata de una lógica popularmente conocida como efecto llamada, que en 1983 Paul Aubry denominó “el contagio de la muerte”, según la cual los medios acuerdan tácitamente acallarlos, responsabilizando al conocimiento de la realidad de desencadenar procesos imitativos. Tan sólo se consideran un hecho noticiable cuando el suicida es un personaje eminente, como en el caso de la desgraciada muerte del diseñador Manuel Mota y la revelación que dejó por escrito de que sufría problemas laborales. En Barcelona, según el Instituto de Medicina Legal de Catalunya, los suicidios han aumentado casi un 60% en el último año. Los responsables del Teléfono de la Esperanza informan que la mayoría de llamadas se deben a la angustia provocada por la precariedad. Y en la#15Mpedia se difunde una lista de suicidios relacionados con la crisis. Aunque la mayoría de psiquiatras asegura que se trata de personas que sufrían trastornos mentales previos, también conviene en que la desesperación económica acentúa las ideas fatales. Cabría considerar que algunos de los personajes célebres que ponen fin a su vida son auténticos ídolos para muchos púberes deprimidos, y por ello su poder de influencia parece mucho más elevado que el del pobre diablo que se lanza desde el balcón porque no puede pagar su hipoteca. Pero ¿acaso no todos somos hoy, en mayor o menor medida, criaturas a merced de una corriente salvaje? Los colegios de psicólogos insisten en la necesidad de ofrecer tratamientos en atención primaria a fin de realizar una detección precoz y un seguimiento. Y sobre todo instan a romper el tabú, la oscuridad con la que ha sido desalojado este asunto. Porque ¿qué es más cuestionable: la obligación de informar de que el suicidio representa ya la principal causa de muerte no natural, tras haber superado a los accidentes de tráfico, o la dimisión del conocimiento?

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
14 de enero de 2013
Blogs de autor

Amor y lujo

  A pesar de la grotesca escenificación patriótica con Putin, a nadie debería sorprenderle la decisión de Depardieu de abrazar la nacionalidad rusa. Ambas culturas siempre han mostrado una gran querencia por los placeres y caprichos encantadores, así como una holgada despreocupación hacia los juicios calvinistas sobre la frivolidad y sus declinaciones. Incluso la palabra frivolité parece sostenerse de otra manera en francés. No podía resumirlo con mayor exactitud Marguerite Duras cuando, en el año 1993, declaró a Vogue Paris: “Estuve siete años en el PC y me gustan los diamantes”. Desacomplejados y libertinos, capaces de convertir la mala reputación en un activo, los bourgeois bohémiens sans chaussures -así llaman a los hipijos parisinos de Saint Barths que desayunan langosta en el Eden Rock- fruncen el ceño mirando al infinito y se acogen al exilio fiscal mojando su indolencia en una copa de champán, francés, por supuesto. Una etiqueta que se utiliza universalmente tanto para los quesos como para los besos, con resonancias bien alejadas de nuestra tortilla o guitarra española. El lujo, esa palabra que alteró su significado a partir de la posmodernidad y la consecuente fatiga del materialismo, se define de forma muy diferente según su localización en el mapa. Lujo es extravagancia superflua, dicen los franceses del Club 55 de Saint-Tropez con su caban de Hermès; lujo es experiencia y satisfacción, define el diccionario Webster; lujo es logo y oro, como demuestran los millonarios rusos exhibiendo sus armiños, los mismos que hace apenas un par de años eran despreciados por sus excesos ostentosos y que ahora son aplaudidos por mantener e incluso salvar el consumo. Hace unos meses, Karl Lagerfeld me hablaba de su aversión a las políticas fiscales de François Hollande, que consideraba desastrosas. Más en concreto hacia el impuesto del 75% para los ricos, que ya han desafiado desde Bernard Arnault hasta Cyrano de Bergerac. “Francia, fuera de la moda, las joyas, los perfumes y el vino, no es competitiva. ¿Quién compra coches franceses? Yo no”. Lagerfeld resaltaba cómo históricamente su país de adopción se ha universalizado como marca de lujo. Al igual que lo hizo como denominación de origen del amor: del fin’amor al amour fou, el deshabillé, la femme fatale, el voyeur, el ménage-à-trois y una amplia familia semántica del lenguaje erótico. Hasta el extremo de que los norteamericanos aplauden ahora una nueva oleada de libros sobre la vida sexual de los franceses, considerados expertos en las artes amatorias. Porque amor y lujo, a pesar del eco rancio de la expresión, siguen formando una pareja de baile dispuesta a cualquier equilibrio para perseguir la gloria, tan efímera como las burbujas.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
9 de enero de 2013
Blogs de autor

Mujeres alfa

Ese bosquejo del sexo femenino intimidatorio y triunfalista. Esa etiqueta de mujeres de rompe y rasga, que imponen su ambición al sentido de la vida. Cada vez que escucho la expresión mujeres alfa siento un molesto cosquilleo. Mujeres que no dudan ni se quiebran, que anteponen sus intereses a sus credos, que sacan las uñas cada vez más pintarrajeadas y ridiculizan a los hombres porque no son capaces de hacer dos cosas a la vez. Triunfadoras que han conseguido sortear el determinismo -biológico y cultural- y reclaman más cuotas de poder. Me pregunto cuántas mujeres alfa conozco, y en verdad apenas logro identificarlas. Incluso aquellas cuyos logros las sitúan en la orla del reconocimiento público confiesan que aún no han conseguido librarse de la engorrosa sensación de impostura. Del gen de la inseguridad. De que se pongan en duda no sólo su preparación o su talento, sino sus ascensos. Cierto es que el retrato de las alfa es tentador. La erótica del poder femenino resulta vistosa, tan cinematográfica como irreal. El feminismo nunca clamó por un intercambio de papeles sexuales, sino por la igualdad de oportunidades para representarlos. Porque aunque ellas ganen más medallas olímpicas y se licencien con mayor proporción en las universidades, su índice alfa acaba languideciendo. Sólo el 4% de los consejeros delegados de las empresas de Fortune 500 son mujeres, y el 9% de los directores financieros. Los porcentajes son minoritarios en todos los ámbitos, desde la judicatura hasta los decanatos, y en política, a pesar de que arranquen el vuelo con fuerza, su paso suele ser breve y sin repuesto. Eso ocurre en Occidente. ¿Por qué? Aseguran voces como la de Anne-Marie Slaughter, que abandonó el Departamento de Estado norteamericano para dedicarse a sus hijos, que ellas tienen otro sentido de la ambición y no quieren imitar los patrones masculinos. Y así acaban rasando su vuelo de hembra alfa. Se trata de un debate controvertido que no debería descuidar el peligroso retroceso de la igualdad sexual en el mundo. Las violaciones impunes a mujeres indias que han emergido a la superficie a causa del asesinato de Amanat “porque andaba por la calle a las nueve de la noche”. Las niñas tiroteadas en Pakistán por defender su derecho a ir a la escuela. Las indonesias que ya no pueden subir en una motocicleta a horcajadas… “Queremos honrar a las mujeres con esta prohibición, porque ellas son criaturas delicadas”, aseguró el promotor de la norma. Todo eso sucede muy lejos de las listas de Fortune, pero tampoco ha faltado una dosis de publicidad incendiaria contra las llamadas políticas de género por parte de un obispo español. La buena noticia es que todas estas informaciones merecen titulares en los medios que demuestran que la realidad de las mujeres no cabe en una colección de matriushskas.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
7 de enero de 2013
Blogs de autor

Cliteratura

El mercado del best seller ha encontrado un nuevo palo y un nuevo nicho: erotismo para mujeres. Después de las catedrales, los cálices medievales y los crímenes escandinavos tocaba escribir de sexo, aunque no hubiéramos podido predecir su poder evasivo. El fenómeno, a pesar de mantenerse fiel a los tópicos de género – la sexualidad perversa es la coartada para el amor absoluto-, ha sido tan explosivo que incluso se ha merecido una etiqueta juguetona: cliteratura. Así lo evidencia el éxito de Cincuenta sombras de Grey y su prole de sucedáneos. Nada que ver con aquella delicatessen en rosa chicle que una visionaria Beatriz de Moura junto al erotómano Berlanga se inventaron en plena transición, La Sonrisa Vertical. Erotismo y filología liberados de cualquier sonrojo con las reediciones de Sacher Masoch, el Divino Marqués, Laclos, la Duras y los noveles. Pero la desidia se fue apoderando del invento en pleno estrellato del sexo on line y acabó por languidecer el descorche de un género maldito. No hubiera podido ser de otra manera: ahora, un cuento de hadas con látigos, zurras y fustas triunfa en todo el mundo cuando las mujeres son mayoría en las universidades y han adquirido un elevado dominio en la expresión social. Porque aquí no se habla de liberación, sino de satisfacción, habida cuenta de que ya casi nada queda por transgredir y conviniendo en que el sexo es un microclima y ¡ay de quien pretenda sublimarlo o censurarlo! Hoy, las prácticas libertinas cohabitan en los dormitorios con galán y tocador y las múltiples ofertas de la tecnosexualidad han modificado los Epitelios tiernísimos. Es ocioso insistir en que el llamado porno para mamás rezuma, además de infantilismo narrativo, un código moral propio del Tea Party. Y que el masoquismo light es la excusa para buscar el viejo amor, desde tiempos de Tristán e Isolda. Aún y así, hay que atender al espejo en el que se refleja este boom de erótica couché: ellas son nicho de mercado, sujetos de deseo. Terminó el año con elevados porcentajes de excitación y plenitud femenina: según la encuesta HabitS, un 95% de las españolas se declaran muy satisfechas. Y o bien el listón está muy bajo o el triunfo del autoconocimiento ha aniquilado los últimos vestigios de mojigatería sin demasiada ostentación, sabiendo que entre pacatas y depredadoras existe amplia gama de grises en la que los Grey de turno son objetos tremendamente útiles para tomar la temperatura. PD. Conversación entre dos dependientas: -Oye, me pasarás otro libro de Grey. ¿Te los has leído todos? -No, ahora estoy con los de crímenes, que también me gustan mucho -Claro, es que tanto sexo cansa.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
2 de enero de 2013
Blogs de autor

Vértigo

A pesar de cumplir años, del tabaco o de las pérdidas de la empresa, el ser humano está programado para confiar en el futuro. Cómo va a obsesionarse con los surcos nasogenianos, el cáncer de pulmón o el despido a la alemana cuando se descalza las zapatillas y respira la intimidad del cuarto mientras la noche sólo es un cuadro en la ventana. La vida es un saco de rutinas, incluso la de quienes habitan a la intemperie. A fuerza de costumbre, moldeamos nuestros días abrazando un liberador sentimiento de eficacia. Nos acomodamos a lo que tenemos sin permitirnos las aristas de la disidencia. “¿Qué más queremos? -decimos-. La felicidad completa no existe”, aunque percibamos un aire enrarecido por debajo la puerta. Da igual la trascendencia de nuestros logros, desde afinar un piano hasta suturar un tórax, lo importante es convencerse de que al final de la jornada uno se ha ganado el sueldo, asumiendo estoicamente que valemos lo que hacemos, a sabiendas de que hoy son casi seis millones los españoles desprovistos de identidad laboral. ¿Qué tipo de sociedad se puede permitir tanta exclusión cronificada hasta congelar el aliento? Las carencias personales con frecuencia se enmascaran cuando parece que el trabajo es la vida. Todo es urgente. Prioritario. El tiempo de los afectos se acumula los fines de semana, pero incluso los domingos por la tarde, espesados de indolencia, parecen añorar los teléfonos del lunes. Pocos mandatos humanos son tan incontestables como los de ocuparse y fortalecer los afectos, y de hecho en circunstancias adversas los unos acaban supliendo a los otros. Ante la desaparición de un ser querido, los humanos se abocan a la acción para escapar del abatimiento, mientras que ante la pérdida del trabajo se cobijan entre los suyos. “Los suyos”, “los míos”, asentimos, remarcando ilusoriamente el sentido de pertenencia, de igual forma que decimos “mi trabajo”, pues en verdad nos hacen creer que es nuestro hasta que un jefe decide expropiar al empleado de su actividad y, a ser posible, jibarizarlo. En cambio, casi nunca decimos mi propio yo. “Uno sólo es lo que puede ser cuando está solo, despedido o expulsado. El único momento en que puede verse y decir: esto es lo que hay, esto es lo que soy. El cargo es un espejismo social. Una trampa”, asegura mi amigo Basilio. Cierto es que el cargo acostumbra a ser un paracaídas que nunca se abre, de igual forma que la tarjeta de visita es un placebo. Después de un despido, con el lápiz de la mente se marca un paréntesis (pensar en signos procura un efecto calmante) a fin de escuchar los propios yos. El yo doliente conduce a la cueva hasta convertirse en miniatura, pero el yo confiado combate a base de cafés el efecto paralizador. Y exalta la belleza de la incertidumbre, descerrajada ya la puerta, sin blindajes ni bisagras, cantando como Sinatra que lo bueno está por venir.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
31 de diciembre de 2012
Blogs de autor

La familia

 

 

Esta noche, en un extremo de la mesa, a la misma hora y en distintos lugares del mundo, alguien derramará una copa después de brindar. Se oirá el sonido del cristal al chocar contra el marisco y los cubiertos de domingo e, inevitablemente, los comensales se mojarán la frente con las burbujas y dirán “da buena suerte”, aunque sepan que se trata de una promesa ociosa. En algunas mesas, esta será la noche de la silla vacía. La de la ausencia doliente y la mudez con guirlache. Si la pérdida del padre, la hermana o la esposa es reciente, nadie querrá ocupar esa especie de casillero hueco que aún conserva el perfume de su antiguo propietario, como si fuera ayer. Porque no se excusará el segundo en que los presentes se sientan cerca de los muertos y aprieten los nudillos, con las mejillas sonrosadas de chimenea y vino, eso sí, del lado de la vida. Recuerdo que mi abuela, en el brindis de Nochebuena, aprovechaba para anunciar que al año siguiente ya no estaría entre nosotros, y siempre parecía convencida. Repitió esta especie de sortilegio durante quince años, ante las carcajadas de hijos y nietos, hasta que llegaron las Navidades en que su anuncio resultó innecesario. En otras mesas, por primera vez habrá un biberón y un gorro de Papá Noel ante el cual más de uno renunciará a su escepticismo navideño. Conjugarán la tradición con la tele encendida o poniendo a los niños a cantar villancicos, y todas las almas del globo se dejarán atravesar, aunque sea un instante, por una palabra de costumbre: familia. El relato de una mujer virgen concebida por una paloma, un buen hombre de oficio carpintero y un humilde portal con mula y buey -pese a Ratzinger- se repetirá como un relato infinito capaz de trascender la historia. Y en su nombre se reunirán todos aquellos que se sientan familia, aunque sean tan distintos a quienes una noche áspera y fría, en Belén, se convirtieron por los tiempos de los tiempos en el símbolo del misterio y del amor. También de la humildad y la fortaleza, de la pobreza y el abandono, hasta que tres astrónomos cabalgando sobre camellos salieron al encuentro de la estrella para regalarles prosperidad allí, entre paja y heno, donde yacía el hijo de Dios. Esta noche, en un extremo de la mesa, alguien brindará en voz alta y en nombre de todos deseará salud, trabajo y calefacción. Los cinco millones de hogares recortados como una casa de papel que ya no compran carne ni pescado hoy comerán cordero, conocedores de que el deseo se multiplica en la ausencia pero también de que el amor se engrandece con la presencia. Como si formara parte del prodigio, en hogares, hospitales, pensiones, hoteles, iglesias, prostíbulos, palacios y cárceles sus habitantes convendrán, sin resistencia, ser partícipes de este cuento. Y se abrazarán, como si al acariciarse la espalda pudieran transmitirse un poder que les hará más altos, más fuertes, más buenos.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
24 de diciembre de 2012
Blogs de autor

El bostezo del mundo

El mundo también se divide entre quienes se aburren y quienes no conciben cómo la desgana puede envenenar las horas. Tantos libros por leer, tantos lugares por conocer, tantas realidades por descorchar. Uno de los adjetivos recurrentes en nuestro tiempo, que tanto vale para etiquetar no ya a individuos, sino a un vestido o a un modelo de teléfono, es divertido. La gente se dice: “Vayamos allí, que es un restaurante muy divertido”. Difícilmente se atreverían a decir lo contrario, claudicar frente a la curiosidad y, en su lugar, someterse a una especie de indolencia en la que aparentemente no ocurre nada, ni asomo del filo de novedad que nos engancha a fin de remover sensaciones, pero también conscientes de que sin el aguijón de lo que entretiene y recrea, atrae y arrastra, nos convertiríamos en zombis. Los habitantes de los años 10 de este siglo hemos sido programados para saltar de un estímulo a otro con el objetivo de exiliar el tedio de nuestras vidas. Por ello, hoy poseemos el mayor caudal de comercio de ocio de la historia. Sofisticadas formas de captar la atención para romper rutinas, tan lejos de aquella idea burguesa de Proust: la costumbre es la única aliada de nuestro espíritu, que, sin ella, no lograría serenarse y buscaría continuamente un nuevo acomodo. A pesar de que los centros comerciales hayan convertido las compras en un pasatiempo, de los parques temáticos y la pulsera del todo incluido, del florecimiento del ocio digital -que sólo en España movió casi 9.000 millones de euros el año pasado- y de la sobrevaloración de lo audaz, risueño y fresco -otro adjetivo que nos llena la boca-, nuestra sociedad nunca había bostezado tanto. Hace ya un siglo, el psicoanálisis atribuía las razones del hastío a los deseos inconscientes no cumplidos. Y la psicología moderna aseguró que se trataba de un desajuste entre nuestra necesidad de excitación y la falta de respuestas para satisfacerla. Un exhaustivo estudio realizado por un grupo de psicólogos de la Universidad de York, en Canadá, lanza ahora una nueva hipótesis: el aburrimiento podría estar causado por un déficit de atención, y por tanto derivaría más de nuestra interacción con las circunstancias que de las circunstancias en sí mismas. Según otros investigadores, es precisamente al estar inmersos en el tedio cuando nuestra mente lleva a cabo de forma automática una actividad cerebral extraordinaria. Eso es, divagar. Nunca hubiéramos cuestionado que nuestra capacidad de concentración pudiera ser responsable del hastío vital, pero de algo nos ilustra: a menudo salimos de nosotros mismos esperando que un anzuelo nos atrape, en lugar de convertirnos nosotros en el anzuelo. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
19 de diciembre de 2012
Blogs de autor

Huelga de musas

  En la sala del teatro, tres generaciones atrapadas entre la poesía y la canción, los versos de licor y los besos oportunos, el primer mar de la infancia y el “yo no pretendo fortalezas ni fortunas”. Una copa de vino sobre un altavoz. Juegos de humo y tinieblas de fondo en un escenario de cantautor. De cuero, de negro. Un concierto de tres horas, como los de antes, tan distintos al picadillo y al chisporreteo. Es Aute, que el año que entra cumplirá setenta. Un Aute que ya no canta “al alba” sino que acusa a las musas de ser un prodigio de mala educación. “La poesía viene de un lugar que nadie controla, nadie conquista”, cita parafraseando a Leonard Cohen. Y pertrechada en la butaca de respaldo corto, piensas qué lugar ocupan en nuestro fin de época estos trovadores que han logrado sacudirse la vejez agarrados a la palabra lenta. Aquellos que jamás ejercieron de portavoces de un partido político ni de un holding aunque han sido siempre militantes de la justicia social. Quienes fueron por libre y no han sido del bigote ni de la ceja, acaso por ello nunca dieron el pelotazo pero tampoco se han pasado de moda. Lejos de proclamas insurrectas, la forma de resistir es, ni más ni menos, cantarle al amor sin olvidarse de los “presuntos”. La protesta no toma la canción sino la calle. “Se están cargando el Estado de Derecho, un estado de derechas”, dice en el escenario Luis Eduardo Aute, buen conocedor de que en su microclima no se puede permanecer ajeno a los trending topics de la jornada. El ruido de afuera es infernal: la marea de las batas blancas, las togas insumisas, suicidios por desahucios, Berlusconi ahora sí-ahora no me presento, un exalcalde gallego socialista y beato asegurando que los niños catalanes que hablan castellano se parecen a los judíos perseguidos por los nazis. Y unos científicos que, muy oportunamente, se preguntan si el universo no será acaso una realidad artificial. “Al que no le afecten las cosas y no tenga un sentido moral de la vida acaba en Goldman Sachs”, me dijo en un ocasión y en catalán Aute, hijo de barcelonés de Gràcia emigrado a Filipinas. Ocurrió durante un verano, en el Sur, donde propuso que cada martes un grupo de niños y adultos pasáramos la tarde dibujando o escribiendo. “Dim-arts”, lo bautizó. En su libreto de canciones anida un buen pedazo de historia, desde el bombardeo en Manila que vivió de niño en plena guerra del Pacífico, hasta su relación con Gil de Biedma (del cual atesora unos poemas inéditos que acaba de musicar), quien amablemente, al frente de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, los mandó de vuelta a casa. Asegura que hoy el mejor compromiso es el de hacer buenas canciones. Y pienso que no hay resistencia más efectiva que la forma en que encabeza su último disco: “Verse en el futuro desde todo su pasado”. No existe otra manera de explicarnos, ahora que las musas han perpetuado su huelga.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
17 de diciembre de 2012
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.