Andrés Ortega
Ayer hizo 60 años que Mahatma Gandhi murió asesinado por un integrista hindú. Muerte absurda para el apóstol de la no violencia y la resistencia cívica. El crimen, muchos años antes de que surgiera la tesis del choque de civilizaciones, refleja cómo una parte del peligro viene de dentro de la cultura propia. Después de él, Anwar el-Sadat falleció a manos de un fundamentalista musulmán y Menahem Begin de un judío radical. En eso de las civilizaciones, Gandhi tuvo algo que decir. Preguntado en una ocasión qué pensaba de la civilización occidental en su buen estilo: "Sería una buena idea".
¿Qué queda de su legado hoy? Mucho. Los terroristas yihadistas y otros de hoy contradicen a Gandhi. La desobediencia civil y la resistencia pasiva la aprendió en Suráfrica, donde luego otro de los mayores personajes mundiales que ha dado el siglo pasado, Nelson Mandela, también la aplicaría. Naturalmente tiene mucho que ver con la correlación de fuerzas -así les ganó la mano a los británicos- y con su propia concepción moral. "Estoy dispuesto a morir. Pero no hay causa alguna por la que esté dispuesto a matar".
Tuvo un gran sentido religioso, pero desde la comprensión de la pluralidad de las religiones. Y si "una religión no toma en cuenta los asuntos prácticos y no ayuda a resolverlos, no es religión". Consideró un error -que queda resaltado hoy de nuevo- la Partición, la separación de Pakistán (entonces y hasta 1971 unido a Bangla Desh) de India, pues él quería fomentar la convivencia entre hindúes y musulmanes. De hecho, India -que cuando murió Gandhi tenía 349 millones de habitantes y hoy se acerca a los 1.200 millones- es hoy, tras Indonesia, el segundo país con más musulmanes (133 millones de la Tierra). Y probablemente le hubiera satisfecho ver llegar a un sij, Manmohan Singh, al cargo de primer ministro.
En el fondo creyó profundamente en la libertad "que no vale la pena tener si no connota la libertad de equivocarse". "Un no pronunciado desde la convicción más profunda es mejor que un sí simplemente pronunciado para complacer, o peor aún, para evitar problemas", añadió. Un gran fracaso suyo y de los que le siguieron fue su intento de acabar con el sistema de las castas en India, que aún a día de hoy sigue estando muy vigente, aunque formalmente ilegalizado.
Sería bueno en muchas cosas volver a Gandhi. Faltan gentes como él, como Mandela, en este mundo de hoy. Su memorial en Delhi sobrecoge por su sobriedad.