Andrés Ortega
Fue una experiencia humana enriquecedora, la de "Diálogo en Silencio" en el último Foro Económico Mundial de Davos. Unos sordos (algunos también mudos) guían a un grupo de participantes con cascos para suprimir todo sonido, a través de algunas experiencias de comunicación. El objetivo -el año anterior se hizo uno con ciegos, "dialogo en la oscuridad"– es demostrar cómo se puede comunicar la gente con signos. No enseñar el lenguaje de los signos, sino enseñar que, en este caso, el lenguaje debe ser visible para ser entendido. Los participantes descubren sus capacidades de expresión no verbal, y sordos y no sordos, y mudos y no mudos, se encuentran. Quizás resultaría útuil incluso en política.
El experimento primero se lleva a cabo en conjunto con unas 20 personas, luego en grupos en los que hay que recomponer unas frases de una noticia que se muestra en un televisor, o reconstruir una historia. O finalmente resolver un problema para reducir costes en una empresa. Según uno de los sordos, es muy revelador en un grupo al que se le da el papel ver quién lo coge primero y cómo lo orienta.
Cuando los participantes se quitaron los cascos, la cháchara se hizo ensordecedora, como si hubiera una explosión de necesidad de hablar. Y ahí empezó también una serie de explicaciones por uno de los sordos, universitario, que había aprendido a leer tan bien los labios (lo que dominaba era el alemán y el inglés) que la policía alemana le consultaba para que adivinara en qué idioma hablaban algunas personas de las que tenían grabaciones en la calle.
La velocidad del lenguaje de signos (que varía, naturalmente, en cada lengua) es impresionante, y más rápida que el lenguaje verbal, pues usan las manos, los labios y las expresiones de la cara. No dan la sensación de perderse nada. Empresiona la explicación de cómo logran aprender a comunicarse a sordomudos que se quedan ciegos, por medio no sólo del braille sino con signos sentidos en la mano.
Curioso fue el comentario de una joven participante de Estados Unidos a la que le chocó que, con los cascos, la gente se tocara para llamarse la atención o comunicar. "No estoy acostumbrado a eso en mi país", comentó.
Los organizadores, dirigidos por su fundador alemán Andreas Heinecke, que no es sordo ni mudo, han hecho exposiciones y talleres de este tipo en diversos lugares de Francia a Israel o México. Próximamente abrirán en Barcelona.