Andrés Ortega
Los llamados fondos soberanos de riqueza (sovereign wealth funds) -en manos de Estados esencialmente petroleros que invierten en sus países y fuera- , representan unos 2,5 billones de dólares, poco en comparación con los fondos de pensiones que suman 60 billones. Pero, de la mano del aumento del precio del petróleo y otras materias primas podrían aumentar hasta 10 0 15 billones en unos años. Vienen de 15 países, pero cinco de ellos (incluida China) representan un 70% del total. En muchas ocasiones los fondos soberanos implican que países más pobres están invirtiendo en las sociedades más ricas, donde sirven también para salvar algunas de las grandes instituciones financieras en crisis.
Pero, como quedó patente ayer en un debate en el Foro Económico Mundial de Davos, este capitalismo global de Estado despierta recelos pues estos fondos son cada vez más necesarios para EE UU y otras economías -añaden liquidez y reducen la volatilidad e incluso salvan instituciones financieras-, pero pueden afectar a la seguridad nacional. El caso es que de estos fondos soberanos no se hablaba en Davos. Ahora están presentes en muchas discusiones y se les dedicó una sesión especial. Son, en muchas ocasiones, fondos destinados a transformar en inversiones los ingresos derivados de la explotación de recursos no renovables como el petróleo o el gas. Se trata de invertir para el futuro.
No deja de ser curioso ver que quien con más ardor -más, incluso, que los propios inversores- defendió ayer la libertad de movimientos de capitales, clamó contra sus limitaciones, especialmente si son por razones políticas, fue un ministro ruso, que considera que estos fondos contribuyen a estabilizar las finanzas pero que limitar su actuación podría generar desequilibrios. El economista Larry Summers, el que fuera secretario del Tesoro americano en 1999-2001, pidió que los propios fondos establecieran un código de conducta para impedirse, por ejemplo, especular con las divisas o políticamente. El caso hipotético que citó es el de la negociación entre el Gobierno del país A con el del país B en un asunto, mientras el fondo soberano de A ejercer presión sobre sus inversiones en B. No todos estuvieron de acuerdo, sin embargo, en regular sobre cosas que pueden ocurrir. El ejemplo más transparente lo aportó la ministra de Noruega, país con un Fondo Soberano controlado por el Parlamento e integrado en el presupuesto nacional, aunque también Oslo ha tenido diferencias con Islandia sobre inversiones de esta última.
En EE UU la Ley de Seguridad Nacional lleva a que se supervisen por estos motivos. Y así no se permitió a un fondo árabe comprar la empresas que lleva una parte importante de sus puertos, que ha acabado en manos británicas fiables. Para los árabes, este tipo de actuación basadas en sospechas son peligrosas. Ante estos fondos se juntan las consideraciones financieras con las geopolíticas.
El debate indica que se está yendo hacia un nuevo capitalismo en el que los Estados -algunos al menos- pesan de una nueva forma sobre el mercado, sin que tampoco esta nueva dimensión esté regulada. Claro que Kuwait lleva haciéndolo desde hace 50 años. ¿Quién no se acuerda del caso KIO en España?