
Ficha técnica
Título: La tierra baldía | Autor: T. S. Eliot | Edición, prólogo y traducción: Andreu Jaume | Editorial: Lumen | Colección: Lumen | Páginas: 128 | Género: Poesía | Formato: 16 x 23,7 | Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta | ISBN: 9788426401564 | Precio: 16,90 euros
La tierra baldía
T.S. Eliot
Además de ser el gran poema del siglo XX, La tierra baldía es una obra esencial para entender nuestro tiempo. Con una dicción y unas imágenes rompedoras, T. S. Eliot sabe cantar la devastación de la primera guerra mundial, la adecuación del hombre a la ciudad como nuevo y definitivo exilio de la naturaleza, el deseo difícil entre mujeres y hombres, y convocar a la vez las voces del pasado literario de Occidente. Pero más allá del virtuosismo técnico y de la intensidad estética que el poema desata, en estos versos emociona sobre todo la desnuda humanidad que estalla en silencio.
Editado, prologado y traducido por Andreu Jaume, que también nos da su versión de Prufrock, el primer poemario de Eliot y referente indispensable para entender el resto de su poesía, este libro viene a recordarnos, cuando se cumplen cincuenta años de su muerte, la vigencia, la ambición y el ejemplo de un poeta, un crítico y un editor que consiguió crear una nueva visión del mundo contemporáneo.
LA CANCIÓN DE AMOR DE J. ALFRED PRUFROCK
Vamos pues tú y yo,
ahora que se echa la tarde en el cielo
como un paciente anestesiado sobre una mesa;
vayamos por ciertas calles medio muertas,
las rumorosas madrigueras
de inquietas noches en hoteles cutres de una sola noche
y restaurantes con serrín y ostras vacías:
calles que se prolongan como una tediosa discusión
con la insidiosa intención
de proponerte una cuestión comprometida…
Ah, no preguntes: «¿De qué se trata?».
Vámonos de visita.
En la sala las mujeres van y vienen
hablando de Miguel Ángel.
La bruma amarilla que se frota la espalda contra los ventanales,
la niebla amarilla que se frota el hocico contra los ventanales
metía la lengua en las esquinas de la tarde,
se demoraba en las charcas de los desagües,
dejaba caer sobre su espalda el hollín que cae de las chimeneas;
se escurrió en la terraza, dio un salto repentino
y viendo que era una suave noche de octubre
se ovilló de golpe en la casa y cayó rendida.
Y claro que habrá tiempo
para la niebla amarilla que se desliza por la calle,
frotándose la espalda contra los ventanales;
habrá tiempo, habrá tiempo
de disponer una cara para ver las caras que te encuentras;
habrá tiempo de asesinar y crear,
y tiempo para todas las obras y días de manos
que levantan y sueltan una cuestión en tu plato;
tiempo para ti y tiempo para mí,
y tiempo para cien indecisiones
y para cientos de visiones y revisiones,
antes de la tostada y el té.
En la sala las mujeres van y vienen
hablando de Miguel Ángel.
Y claro que habrá tiempo
para pensar, «¿debería?» y «¿debería?»,
tiempo para volverse y bajar la escalera
con una clapa en mitad del cabello…
(Dirán: «¡Cuánto pelo está perdiendo!».)
Mi abrigo de mañana, el cuello prieto hasta la barbilla,
la corbata cara y discreta, pero fi jada con una aguja sencilla…
(Dirán: «¡Qué fl acos los brazos y las piernas!».)
¿Debería
perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo
para decisiones y revisiones que un minuto revoca luego.