Joana Bonet
Madrid en efervescencia. La primavera dulcifica su deriva decadente, y aunque la zafiedad low cost intoxique las calles y el nuevo Zara de Serrano se convierta en atracción turística, el Jardín Botánico empieza a oler a rosas Adelaide d’Orléans recalentadas y lascivas. Bajarán los impuestos anuncia el PP, al tiempo que proclama que “la vida es chula”. El hashtag #EstoyMuyContento de Rajoy dobla el espinazo de la oposición, aturullada. La banca va bien, gracias; y los magnolios del jardín de Ana Patricia Botín se preparan para estallar de belleza recreando la vista de sus vecinos, que tienen que soportar sus máquinas cortacésped y aspirahojas cada día, invariablemente, a la hora de la siesta. Así son los ricos, viajando siempre y dejando sus propiedades al cuidado de una ruidosa brigada de mantenimiento.
Madrid por fin ganará la Champions. Mou y Guardiola se quedan en interruptus. Para triunfar hay que creérselo, y el Atleti de Simeone representa la fuerza ascendente de los David del mundo, de los que trata Malcolm Gladwell en un ensayo subtitulado “el arte de luchar contra gigantes”. Su teoría: Mientras poder y prestigio pueden ser paralizantes, los débiles vencen, con más frecuencia de lo que pensamos, porque compensan fuerza con esfuerzo, e ingenio.
Hace un par de meses me encontré en el puente aéreo con la novia de Carlo Ancelotti. Habíamos coincidido, sin conocernos, en el vuelo de ida, y en el de vuelta empezamos a hablar cuando un grosero pisoteó nuestro equipaje. Le pregunté a qué se dedicaba: “Soy la mujer de Ancelotti”, respondió en un perfecto castellano. Cuando era más joven, no entendía cómo una mujer preparada, atractiva, ingeniosa y con sentido del humor podía elegir la “profesión” de esposa o pareja de un hombre poderoso. En el caso de los Ancelotti, los paseos por el Retiro, la sensatez del técnico italiano y un inmaculado perfil en LinkedIn suavizan el asunto.
Mucho más arriesgado es asumir ser la novia de Donald Sterling, hasta ahora dueño de Los Angeles Clippers, siendo, además, mexicana y llevando sangre afroamericana, y llamándote Maria Vanessa Pérez (dice que se puso V Stiviano para caer mejor). ¿Se imaginan que un señor, con el que presumiblemente te acuestas aunque te separe de él algo más de medio siglo, cuestione por qué te haces fotos con minorías? Minoría es una palabra bella, sonora, pequeña a pesar de sus cuatro sílabas. Las exquisitas minorías han levantado los cimientos del mundo. Incluso presiden los EE.UU.. Pero los planes de salud pública mental aún no han beneficiado a algunos ciudadanos con serios problemas de tolerancia. Los Sterlings del mundo permanecen en los brazos de geishas latinas que, tras insultarlas, les dicen suavemente: “¿Qué puedo hacer por ti, cariño?” . Ya va siendo hora de que midamos las responsabilidades femeninas acerca de la tan victimizada posición de la mujer en el mundo.
Misterio popular
Guarda mucho más misterio del que aparenta su vis cómica, su no-sé-qué capaz de empastarse de ingenio y entusiasmo popular. Paco León ha roto con lucidez la baraja de las distribuidoras, hasta el extremo de regalar las entradas a la première de su Carmina y amén. Más de 50.000 personas la vieron gratis en una campaña viral como pocas. Dirigir (a tu madre), a una matrona que derrama verdad y disparate; aguantar diez años en el personaje más popular de la serie que revela el surrealismo de calcetín de España; demostrar altura en el teatro y querer ser de mayor Concha Velasco, como declara en la revista ICON… sólo se puede sostener desde la inteligencia. Y desde el legítimo deseo de querer ser guapo.
Nadie es perfecto
“La coca es la droga performativa. Con la coca puedes hacer cualquier cosa. Antes de que te haga estallar el corazón, antes de que el cerebro se te haga papilla, antes de que el pene se te quede fláccido para siempre…” escribe Saviano en su Cero, cero, cero. Seguro que el alcalde de Toronto, Robert Ford, que ha abandonado su cargo temporalmente para rehabilitarse, lo suscribiría. Ford, de quien su sobrepeso sea probablemente tan preocupante como su adicción a las drogas y el alcohol, ha declarado con autoindulgencia que “nadie es perfecto”. Una pipa de crack en los altos mandos. No será la primera ni la última. ¿La lucha? Coincide con la autopsia de Peaches Geldof: sobredosis de heroína. No hay otra: educación, prevención y legalización.
Pierde la apuesta
Hay algo perversamente encantador en los comunicados de renuncia: “Tras seis años, el señor Clooney siente que es hora de retirarse como mensajero de la paz de la ONU”, anunció el portavoz de la ONU. Pero aún más compuestos son los de los abogados humanitarios: “Doughty Street Chambers desean lo mejor y felicitan a la Srta. Alamuddin y al Sr. George Clooney por su compromiso matrimonial”, difundió el bufete de la brillante letrada. El soltero de oro, que pulió su atractivo hasta encarnar el paradigma de guapo del siglo XX, anuncia que está dispuesto a perder la apuesta y se casa. Extenuados con su colección de novias, esperaremos pacientes -George es George- otro hallazgo como el que consiguió con Los idus de marzo.