Francisco Ferrer Lerín
La teoría convencional del chiste dice que es en la parte final del enunciado cuando se produce la descarga, donde ocurre su razón de ser, la sorpresa hilarante. Mas las dos piezas que vienen a continuación (la primera, verídica) se benefician, cada una, de una doble sorpresa, sustanciada en la impertinente pregunta y en la lacónica respuesta.
A Germán Salgado Hervella, catedrático de griego en un Instituto de Enseñanza Media, le faltaba el total del brazo derecho; un desgraciado accidente infantil en su Galicia natal lo convirtió en manco, condición que se olvidaba al verle encender los pitillos utilizando cerillas y barajando el mazo de naipes en el Casino Principal de la ciudad de Jaca en la que residía. Fue tomando el aperitivo en el ambigú de dicho Casino cuando un miembro de la banda municipal de música, uno de los muchos ciudadanos que doraban la píldora al profesor dada su alta respetabilidad e inteligencia, se dirigió a él en estos términos, “Don Germán, ¿usted caza?”, a lo que este respondió sin inmutarse, “no tengo perros”.
La revista infantil TBO disponía, en su portada, de una viñeta, situada en la parte superior izquierda, destinada a albergar jocosos chistes. Quizá uno de los más sonados fuera uno en el que se veía a a un individuo agonizante, tirado boca arriba en la vía pública, con un cuchillo jamonero clavado en el pecho, al que otro individuo se le acercaba para preguntarle “¿le duele mucho?”, a lo que el casi fiambre, sumergido en un enorme charco de sangre, respondía “sólo cuando me río”.