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El hombre sarcástico

Por 1 de marzo de 2012 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Iván Thays

Evelyn Waugh
El sarcasmo es la mayor virtud literaria de Evelyn Waugh, como queda demostrado en esta frase de 1927 (cuando tenía 24 años): ?He intentado conseguir trabajo sin éxito, me encuentro cansado y deprimido: me parece que ha llegado el momento de convertirme en un hombre de letras?. Un año después publicaría su primera novela y se convertiría en aquel hombre que buscaba ser como premio consuelo, con una novela extraordinaria llamada Brideshead Revisited y publicada en 1945. Pero ya antes había escrito decenas de cuentos y relatos. Estas historias breves han sido publicadas por RBA y en la Revista Ñ Gisela Antonuccio hace la reseña de un libro imperdible.
Dice la reseña:

Hay un dato que explica eso que se impuso como irremediable: su padre era editor y crítico literario y tenía un cargo directivo en la editorial Chapman and Hill, cuyos principales ingresos provenían de los derechos de Charles Dickens. Es éste tal vez quien ejerció mayor influencia en Waugh, cuando se piensa que logró lo que pocos: que la escritura parezca que se frena, a la vez que avanza como semeja hacerlo un auto ante la inminencia de una cornisa. Waugh detenía la acción con detalles y descripciones, y la aceleraba con el acierto en la elección de verbos y la elipsis continua.
Por esa razón, la escritura de Waugh de a ratos también ostenta aquello que alaba John Irving en Dickens, al explicar por qué gusta el autor de Grandes Esperanzas, ?no es un analista, su escritura no es analítica, y sin embargo puede ser didáctico. Su genio es descriptivo; puede describir una cosa tan vívidamente que nadie puede mirarla de la misma manera otra vez?.
También, porque su escritura está plagada de imágenes. El cine, de hecho, ejerció una gran influencia, y ese estilo impresionista se vio en particular en sus novelas Un puñado de polvo (1934) y Los seres queridos (1948), en las que la apertura y cierre de cada capítulo funcionan como un fotograma.
La compilación testimonia por qué el autor se ganó fama de irreverente, aun cuando se ocupó de venerar a la clase media. Por qué siempre celebran la visión conservadora del mundo, pese a que se encargó de burlarse del cinismo de la sociedad, mofándose de sus prejuicios y de sus escalas de valores.
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El sentido de la vida de toda muchacha de clase alta ?acertar con un marido que la mantuviera? se cuenta en ?Crucero?, la correspondencia de una chica engreída. Es que buena parte del trabajo de Waugh retoma algunos de los temas de la novela moderna del siglo XIX, como Mansfield Park , de Jane Austen, o Madame Bovary , de Gustave Flaubert, donde hombres y mujeres se aman y detestan con igual intensidad. Y por eso las fricciones del matrimonio son una constante en Waugh. Otro ejemplo es ?Ejército táctico?: ??estuvo leyendo durante una hora y, cuando apagó la luz no supo si ella estaba dormida o despierta. En noches así, pasado un rato, le venían ganas de encender otra vez la luz, pero tenía miedo de encontrársela despierta mirando el techo.? O: ??se había casado con ella en 1938, pero no empezó a detestarla con constancia y ahínco hasta el invierno de 1945?.
El fondo y la figura remiten también a la novela de vanguardia y de posguerra estadounidense: además de desgranar las transformaciones sociales como lo hizo William Faulkner, también puede hacer recordar a Hermosos y Malditos , de Francis Scott Fitzgerald, o la atmósfera opresiva de Patricia Highsmith de ?Sustancia de locura?.
El propio Waugh conoció la farsa marital. Su primera esposa, con quien se casó en 1928, se llamaba Evelyn Gardner; se los llamaba ?el? Evelyn y ?la? Evelyn. Fueron una pareja ideal hasta que ella se enamoró de otro al año de casados. El hecho lo afectó de tal manera que la crítica de entonces afirmó que su obra estaba teñida de la ?jugosa vergüenza del cornudo?.
En una carta a su amigo Harold Acton, escribió: ?No pensé que fuese posible ser tan miserable y seguir viviendo?.
Fue en esa época que se convirtió al catolicismo. ?Reverencio a la Iglesia Católica porque es verdad, no porque esté establecida o sea una institución?. A partir de su conversión, en 1930, creía que no podría volver a casarse. Cuando le explicaron que podía decretarse nula aquella unión, lo que efectivamente ocurrió, se casó con Laura Herbert, católica, con quien tuvo siete hijos.
A lo largo de treinta y ocho cuentos, escritos durante cincuenta y dos años, pueden verse las obsesiones de Waugh y su vínculo con la literatura, a la que prefería más que a sus hijos (?a un niño lo puedes reponer fácilmente?).
También, cómo caben en él los escritores inmediatamente anteriores y sus contemporáneos: el naturalismo de Chéjov, el realismo de Dickens, Flaubert y Henry James. Chéjov (1860-1904) y James (1843-1916) son tal vez quienes más rebotan en los textos de Waugh, al provocar la sensación de ?ya haber estado por ahí?.
(?)
El relato que más condensa los tópicos de Waugh, y recuerda a sus contemporáneos y predecesores, quizá sea Un puñado de polvo . El volumen de recopilación de cuentos incluye un final alternativo a esa novela, titulado ?Por petición especial?. También incluye el cuento ?Germen? de la novela, ?El hombre al que le gustaba Dickens?.
En ambos casos, el protagonista es un cornudo huyendo, que no consigue escapar al amor que siente por su infiel esposa. En ?Por petición especial?, el desenlace es igual de lastimoso para el protagonista como lo es en la novela, aunque aquí el autor deja abierta una llave. Es el lector quien de nuevo debe completar los datos, aunque estos no pueden ser otros más que los que llevan a que la espiral del engaño se vuelva a ovillar.
Al leer a Waugh la satisfacción es semejante al alivio de no haber tenido que compartir la vida con su personalidad recalcitrante, sugirió su biógrafo, Martin Stannard: ?Su arte era un teatro de crueldad; su temperamento, despiadado por instinto?.
En su carta de ?felicitación? por el nombramiento de lady Mary Lygon para presidir la Biblioteca de Londres, en 1946, Waugh escribió: ?Confío en que no olvide usted conducirse con el adecuado decoro en tan serio edificio. Vaya siempre al lugar destinado a tal efecto si desea hacer aguas menores (?). Y no aborde a las bibliotecarias para fines considerados contra natura?.
Waugh era consciente de la crueldad de su espíritu. Y así como Truman Capote se defendió de las críticas de sus víctimas, a quienes dejó en evidencia en muchos de sus relatos (?¿qué creían, que me tenían ahí para divertirles??), Waugh sitúa al lector en la extraña incomodidad que provoca la duda de exceptuarlo.
?La humildad no es una virtud propicia al artista. Suele ser el orgullo, la emulación, la avaricia, la mala intención lo que le empuja a uno a completar, elaborar, refinar, destruir, renovar su trabajo hasta conseguir algo que satisfaga su orgullo, envidia y su codicia?, escribió.
El atractivo de su prosa está justamente en la falta de escrúpulos para acercarse a la realidad. Y Waugh sabía de las consecuencias de esa elección en un escritor. ?En el camino, puede perder su alma?, escribió. Pero se guardó para sí referirse al grado de placer que obtuvo al perderla y devorar el banquete al que redujo a sus presas.

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Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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