Basilio Baltasar
La primera plana de los periódicos nos obsequia hoy con dos manifiestos estropicios morales. En el primero de ellos se celebra la muerte de Gadafi sin aclarar cómo se le ha linchado después de ser detenido vivo. Las crónicas no lamentan el espectáculo de un hombre cazado, arrastrado y asesinado por sus sonrientes perseguidores. Esta extravagante omisión difunde además una vieja y tenebrosa sospecha: hasta qué punto puede seducirnos la venganza cuando se comete con visos de impunidad.
El segundo chirrido moral nos lo proporciona el anuncio del fin de ETA. La lectura del comunicado difundido por la banda de pistoleros vascos suscita múltiples interrogantes pero el más notable, y quizá al que menos atención se presta, es cómo podemos ser los interlocutores de unos encapuchados. En principio, la parafernalia de estos imitadores del Ku Klux Klan debería hacernos desconfiar de una paz promocionada con tanto fervor como misterio. Realmente, resulta difícil entender que Kofi Annan o Jimmy Carter se conviertan en valedores de la banda furtiva que ha amedrentado, acosado, cercado y asesinado a tantos ciudadanos indefensos. A esta cacería inmisericorde de más de cuarenta años, los mitógrafos de la banda la llaman "confrontación armada". Algo que parece creer a pies juntillas el grupo de notables amparados por ese prestigio que en España tiene todo lo que habla inglés. Pero lo más chirriante de lo publicado es precisamente lo que no se publica: que no se traduzca al español, ni por supuesto al inglés, la consigna con la que se despiden los tres enmascarados de ETA: Jo Ta Ke…, dicen al final de su soflama. Que vendría a ser algo parecido a decir golpea, da fuerte, una y otra vez, hasta ganar.