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Cees Nooteboom se prepara para el Filba

Por 28 de agosto de 2011 Sin comentarios

Iván Thays

Cees Nooteboom
Jorge Frondebrider adelanta, con una entrevista publicada en Revista Ñ, lo que será la llegada al FILBA (del 9 al 18 de septiembre) del escritor holandés Cees Nooteboom. Autor de más de 50 títulos (el último de ellos, aun no traducido, Los zorros llegan de noche), entre crónicas, libros de viaje y novelas, la presencia de Nooteboom en Argentina será uno de los momentos cumbres del 2011 literario en castellano. La entrevista empieza hablando de tumbas (Nooteboom tiene un libro dedicado a las tumbas de famosos) y termina hablando de cómo ser europeo.
Aquí algunas preguntas:

-Permítame decirle que Borges reseñó ?At Swim Two Birds?, la primera novela del irlandés Flann O?Brien, en 1938, seis meses después de su publicación en Dublín, cuando casi nadie se había enterado sobre la existencia de ese autor y de ese libro.-Sí, sé que esas cosas están saliendo a la luz. Y es asombroso, porque en esa época no existía el New York Review of Books, no había Internet, por lo que el mérito es todavía mayor. A ver si me explico mejor: jamás diría que Buenos Aires en esa época estaba alejada del mundo, pero convengamos que estaba más concentrada en París que en los países de lengua inglesa. Por eso me resulta tan asombroso lo de Borges. ¿Cómo hacía para descubrir esas cosas? Porque puedo entender incluso que se interesara por Faulkner, pero me intriga saber cómo descubrió a Wallace Stevens.
-¿Y usted, qué es lo que encuentra en Wallace Stevens? -Me fascina porque creo que era un filósofo ?y no uno cualquiera? que consiguió llevar muy bien su pensamiento a la poesía. Como usted sabrá era un hombre de negocios, también un hombre de derecha. Y sin embargo, nada de eso importa cuando uno lo lee? Bueno, se podría llegar a creer que Stevens era cosmopolita porque, aparentemente sabía todo sobre la vanguardia francesa, pero lo curioso es que nunca fue a Francia ni a ningún otro lado. Sólo viajó a Cuba, donde vivía ese hombre, Julio Feo. El y Stevens mantuvieron una correspondencia muy interesante. Las cartas del cubano empezaban siempre con ?Dear Don Wallacio? Y este Julio Feo, que debió ser muy joven, le escribió sobre Proust. Stevens en su última carta dice algo sobre una vaca en su jardín. Stevens buscaba el contacto con la vida real. Y el joven de alguna manera se lo aportaba? En fin, las ideas de Stevens me parecen muy interesantes; en cierto modo, una ficción suprema.
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-¿Qué observó de particular en las tumbas? -Diría que hay algo así como dos especies de tumbas. En las tumbas de los que yo llamo ?escritores latinos? siempre hay algo así como altares animistas. En la tumba de Vallejo, que está en el cementerio de Montparnasse ?el mismo cementerio donde está Julio Cortázar? había un lápiz, papel y, por curioso que parezca, guantes de lana. En la tumba de Cortázar alguien había puesto una botella de ajenjo. En la de Samuel Beckett ?que no es latino, pero que para mí pertenece a ese grupo? había un libro. Y uno se pregunta qué piensa la gente. ¿Que a la medianoche sale Beckett y recoge el libro? Y Antonio Machado? Ah, Machado está en Colliure, en el sur de Francia. Delante de su tumba hay un buzón de cartas. Es un buzón oficial y, como cuando fui no había nadie, pude abrirlo un poquito. Había por lo menos unas diez cartas. Entonces, ¿qué piensa la gente que le deja cartas a Machado? ¿Qué las va a leer?
-¿Cuáles son las otras tumbas, ésas que no son ?latinas?? -Las alemanas, por ejemplo.
-¿Y cuál es su teoría respecto de las diferencias que hay entre las tumbas ?latinas? y las ?alemanas?? -No tengo una teoría, aunque diría que los alemanes ?tanto los católicos como los protestantes? no son propensos al animismo. Esas tumbas alemanas son más severas. Pero quizás la nomenclatura se preste a error, ¿no? Vea Eugenio Montale, por ejemplo. A pesar de que Montale es italiano y, por lo tanto, católico y latino, su tumba está en un muro y, en consecuencia, no puede hacerse nada con ella.
-¿Qué otras cosas registró? -Los malentendidos. La tumba de Joseph Brodsky, por ejemplo, en el cementerio que hay en la isla de San Michele, cerca de Venecia. Ahí había una cruz católica, pero Brodsky era judío. Con Elías Canetti pasó lo mismo, en su tumba había una cruz. Y, fíjese, la segunda vez que fuimos a ese cementerio, un año más tarde, las cruces habían desaparecido y las tumbas tenían lápidas comunes.
-Entiendo que la tumba de Brodsky no está lejos de la tumba de Ezra Pound.-Efectivamente, Brodsky está cerca de Pound y Canetti está muy cerca de Joyce.
-Es la división del inframundo.-Usted sabe que Canetti estaba furioso porque se tenía que morir. Realmente furioso. Y se nota en su firma, que es la que usaron para su lápida. También, en el caso de Robert Graves usaron su firma para la lápida.
-¿Borges dónde entra? -Bueno, la tumba de Borges, que está en el cementerio de Plainpalais, en Ginebra, tiene apenas una lápida. Lleva una inscripción en anglosajón. El que me tradujo lo que dice fue Alberto Manguel.
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-¿Va a seguir viajando por el mundo como hasta ahora? 
-Sí, claro. Toda mi vida viajé por el mundo. Empecé de joven, haciendo dedo por Europa.
-Justamente ahí quería llegar. Usted ha escrito mucho sobre el hecho de ser europeo. ¿Es consecuencia de su conocimiento empírico del mundo o algo a lo que llegó luego de una larga elaboración intelectual?-Para contestarle tengo que ir más atrás y contarle algo que ya conté en varias oportunidades. El 10 de mayo de 1940 se produjo un bombardeo terrible muy cerca de nuestra casa. Como vivíamos al lado de un aeropuerto militar y mi padre era curioso, puso una silla en el balcón para ver el fuego sobre Rótterdam a lo lejos y a los paracaidistas que descendían sobre Holanda. Miraba como si aquello fuese un teatro y ante nosotros todo era devastación. Yo, que tenía 6 años, tuve mucho miedo, pero sobrevivimos. Sin embargo, a poco de terminar la Segunda Guerra Mundial, mi padre murió durante un bombardeo inglés sobre La Haya, que era donde vivíamos. Yo no estaba presente porque en el invierno de 1944 en las ciudades se pasaba mucha hambre y me habían mandado al campo con mi madre. Mi padre se murió a consecuencia de las heridas. Para cuando terminó la guerra, yo tenía 11 años y podía entender ciertas cosas. Después, viajando por mi cuenta, conocí Europa. Vi las ruinas de lo que había sido Alemania y descubrí que muchos no alcanzaban a comprender las consecuencias de lo que había pasado y de lo que habían hecho. No podían hacer el duelo. Lo único que podían hacer era decir: no lo sabíamos, no lo hicimos, no fui yo. Hasta que lentamente la cosa decantó. Y debo decir que ahí los alemanes resultaron ejemplares viendo lo que pasó y lo que sus padres o sus abuelos habían hecho. Fue entonces cuando surgió la idea de Europa para no repetir los errores de Versalles, que los castigó reduciéndolos a nada, lo que en su momento había dado origen a Hitler. Sin embargo, para entonces había una mitad de Europa que ahora estaba excluida. Tuve también otra experiencia que, diría, me forjó. Una noche de 1956 me encontré con dos fotógrafos, periodistas que me dijeron: ?Hay una revolución en Hungría, ¿quierés venir? Tenés 10 minutos. Yo también era periodista y escritor en ciernes, y no pude rechazar la invitación. Cuando llegamos, lo que vi me cambió la vida y mi visión política. Ver a esos agentes de la policía secreta, mutilados en el suelo con dinero en la boca y la gente que los escupía. Y nosotros sabíamos que los rusos vendrían? Yo había sido izquierdista y estaba acostumbrado a estar del otro lado, pero después ocurrió eso. Recuerdo que hubo una reunión del sindicato de escritores que querían echar a un escritor comunista. Entonces les dije: están cometiendo el mismo error que ellos. Yo sabía que cuando los rusos cerraran la frontera estarían allí durante años. Y después, los cuerpos mutilados y los muertos en medio del movimiento de camiones y de soldados soviéticos que cerrarían el país por treinta años, mientras la OTAN y los Estados Unidos permanecían quietos. Haber visto eso y mi estancia en Berlín del Este, contribuyeron a que perdiera la inocencia. Después discutí muchísimo con mis amigos de izquierda.
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-¿Y qué lugar les quedó a los artistas y a los intelectuales? -Siempre pensé en las palabras del poeta estadounidense Robert Lowell después de haber sido invitado a la Casa Blanca por Kennedy: ?Sólo nos usaron como decoración para la vidriera?. Eso es lo que hicieron y hacen los políticos. Si no, fíjese cuál es el presupuesto para cultura en la mayoría de los países de Europa. Y en la actualidad, claro, la única cuestión real parece ser el dinero.
-¿Qué pasó con su libro ?Cómo ser europeos?? -Mi libro no fue entendido. Fue leído simplemente como un cuento de hadas. No sé si usted leyó En las montañas de Holanda .
-No. No lo he leído.-Es un libro anterior, que no es político para nada. Es, precisamente, sobre el norte y el sur, pero esta vez sí con la forma de un cuento de hadas. Transformé a Holanda en un gran país que llegaba hasta los Balcanes, basándome en ?La Reina de la Nieve?, un cuento de hadas de Hans Christian Andersen. Traté de escribir una parábola sobre el norte y el sur, uno híper organizado y desarrollado y el otro, caótico y atrasado. Digamos que en todas partes hay un norte y un sur. Ahora, en España, los catalanes no quieren pagar por los andaluces, y los italianos de la Liga del Norte no quieren pagar por los italianos de Sicilia. Alemania no quiere pagar por los griegos y en Holanda o Suecia surgen movimientos de ultraderecha que refiriéndose a los vecinos del sur, dicen: ?No nos gusta esta gente. ¿Por qué tenemos que ayudarlos??.
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-Supongo que su éxito debe tener origen en alguna traducción afortunada.-Efectivamente. Mi vida cambió cuando los alemanes empezaron a publicarme. Un editor alemán convirtió a uno de mis libros en lo que la gente quería leer. Los editores de España, Francia e Italia han sido constantes. Ahora, supongo, también me podrán leer en la Argentina.
-Usted ya vino varias veces al país.-Sí. De hecho, mi último libro trata en parte sobre la Argentina. Ya salió en Holanda, pero todavía no ha sido traducido. Es sobre un viaje en barco desde Valparaíso, hasta Montevideo, rodeando el Cabo de Hornos. Vale decir, estuvimos en Ushuaia. También, en Río Gallegos. Y nos conmovió tanto Ushuaia que, cuando dejamos el barco volamos de nuevo a Ushuaia y alquilamos un auto para viajar hasta Purmamarca.
-¿En qué circunstancias transcurrió ese viaje? -Son las ventajas de ser famoso en Alemania. Me pidieron que diera dos conferencias en un crucero de los antiguos, no en esos de lujo que parecen hoteles flotantes. Lo hice con mi amigo Rûdiger Safranski. El escribió una biografía de Heidegger. Dimos juntos una charla y dos por separado para unas 25 personas. Eso pagó todo el viaje. Estuvimos aquí un tiempo. Recuerdo haber visto mi libro Rituales en español, en versión de tapa dura. Costaba 42 dólares y yo pensé: ?Nadie va a comprarlo?. Yo era muy caro en ese momento.

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Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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