
Ficha técnica
Título: Europa en ruinas | Autor: Hans Magnus Enzenberger| Traducción: Begoña Llovet | Editorial: Capitan Swing | Género: Novela | ISBN: 978-84-941690-6-9 | Páginas: 400 | Formato: 14 x 22 cm.| Encuadernación: Rústica con solapas | Precio: 22,00 euros
Europa en ruinas
Este libro nos arrastra como un torbellino, introduciéndonos en un momento de la historia que parece lejano, una época que nos gusta describir insulsa y nebulosamente como «la hora cero»: Europa, en los años en que la gente vivía en agujeros y entre los escombros, un tiempo en que nadie era capaz de imaginar un futuro para el continente. El aspecto de nuestro continente al final de la II Guerra Mundial es algo que no se pueden imaginar los que han nacido después, ninguna novela es capaz de reproducir lo inimaginable de aquellos años. Las imágenes más nítidas las han proporcionado los autores que siguieron a los ejércitos de los Aliados, los mejores reporteros de América, y más tarde los neutrales, «outsiders» que procedían de países no afectados por la guerra y no daban crédito a sus ojos.
H.M. Enzensberger recopiló los relatos de estos excepcionales testigos oculares entre 1944 y 1948: periodistas como Martha Gelborn, Edmund Wilson o Janet Fanner, y escritores como Max Frisch o el sueco Stig Dagerman. Escritas bajo la impresión directa del horror, las escenas que nos transmitieron son brutales y excéntricas, pavorosas y conmovedoras, como las que hoy nos llegan del denominado Tercer Mundo.
PÁGINAS DEL LIBRO
«Poco antes de abandonar Luanda unos amigos americanos me invitaron a un restaurante del mercado negro. Comimos fuera. Todos los comensales daban más o menos la impresión de ganarse también el sustento con el estraperlo. Me encontraba sentado de espaldas a la barandilla. Así que no había reparado en absoluto en que detrás de nosotros se habían congregado algunas personas que trataban de pescar la comida de nuestros platos. Inmediatamente la dirección del local envió afuera a un gorila que derribó de un golpe a una anciana y echó a empujones al gentío, compuesto en su mayor parte por mujeres y niños. Algunos de ellos se fueron mientras que otros se quedaron mirando fijamente y en silencio nuestra comida a una distancia prudencial».
«Aquí en Beirut hay refugiados tendidos en todas los escalones y uno tiene la impresión de que no levantarían la vista ni aunque sucediera un milagro en medio de la plaza; tan seguros están de que no sucederá ninguno. Se les podría decir que más allá del Líbano hay un país que los acogerá y entonces ellos reunirían sus pertenencias sin fe ninguna. Su vida es solo una ilusión, algo ficticio, una espera sin esperanza, ya no sienten ningún apego por ella; solo la vida continúa adherida a ellos como un espectro, como un animal invisible y famélico que los arrastra por las calles tiroteadas, noche y día, bajo el sol y la lluvia; respira en los niños dormidos que yacen sobre los escombros con la cabeza entre los bracitos consumidos, acurrucados como embriones en el seno materno, como si quisieran retornar a él».