Javier Rioyo
Termina el mes. Nos quedan en la memoria muchos largos días sin hacer nada demasiado, un placer. No nos hemos librado de pensar, ni de leer. Hemos reído y escuchado músicas entre amigos. Disfrutado en las playas del Morrazo, apenas hemos salido del Morrazo que sigue siendo nuestra patria preferida de tantos veranos. También hemos leído. De algunas lecturas iré dando cuenta. De dos novelas paralelas lo haré ahora mismo. No tienen mucho, casi nada que ver en cuanto a estilo, intenciones y personajes y sin embargo se me enredan, se me parecen. Una es de un médico convertido en escritor, Jed Mercurio. Creo que será un best seller su novela sobre la vida privada- y algo de la vida pública- del más seductor de los presidentes americanos, John Fitzgerald Kennedy, casado con una mujer tan encantadora como elegante, Jacqueline Bouvier Kennedy, con Onassis ya fue otra cosa. Ella sabía de hombres, tuvo dos complicados y complejos hombres como pareja. Dijo que "los hombres son una combinación de cosas buenas y malas". Lo suyo no era la complejidad del pensamiento. Eso les pasa a los hombres, las mujeres, los gatos o a las lagartijas.
La novela "Un adúltero americano", es sobre todo una excursión por la imparable y compulsiva necesidad de aventuras sexuales de su marido. Una vida sexual llena de encuentros efímeros, de un obsesivo deseo de hacer el amor con casi todas las mujeres que se cruzaron en su vida. Parece que estuvo muy enamorado de Jacqueline, pero no impidió sus rápidos encuentros con Marilyn Monroe y otros cientos de mujeres de toda condición, edad o cultura. Generalmente las prefería jóvenes y no enamoradizas. Quería encuentros de usar y tirar, aunque algunas excepciones hubo en su imparable vida sexual. Un adúltero sin fisuras.
"Las jóvenes hermosas a veces recompensan con sexo la posición o los méritos de los hombres, y nuestro hombre lo considera un tributo adecuado y lo recibe con mayor gratitud que una medalla al civismo. Es una costumbre que él cuestiona sólo ocasionalmente, puesto que cuando es él el beneficiario lo considera una transacción natural, apropiada y pertinente. Hombres sobresalientes en el comercio o las artes a menudo reciben los favores de una joven admiradora, aunque no poseen la prestancia del presidente y aunque a menudo se engañen creyéndose dotados de un carisma corporal o espiritual, como si su opulencia y su poder o ambas cosas no tuvieran nada que ver con la transacción"
¿Un mecánico de la Ford tan atractivo como el presidente Kennedy o un empleado de banca hubieran tenido las mismas posibilidades de ser un adúltero cotidiano? Lo dudo pero cuando se tiene mucha afición tanta, siempre se encuentran voluntarias, creo.
La otra novela, también de un confeso adúltero, pero de un libertinaje mucho más complejo, mucho más evolucionado e interesante en sus relaciones, en sus gustos, en sus motivaciones, sin dejar de reconocerse en el lujurioso, egoísta y vanidoso, que tantos hombres llevan dentro, es la historia inventada de Raphael Haffner, un rico judío que recuerda su vida, y vive su momento, en un balneario de los Alpes. Está escrito por Adam Thirlwell, y es una gran novela. Llena de irónica melancolía, de alegrías y tristezas del sexo, de la carne. "Todos los álbumes de fotos son tristes, cada uno a su manera". Ciertamente hay una mirada de carencia sentimental cuando vemos esas fotos dónde parecemos felices, dónde fuimos tan jóvenes, antes de ser adúlteros.
¿Habrá hombres interesantes que no hayan sido adúlteros? Llevo pensando unos días. No recuerdo a nadie que no sea Manuel de Falla. Tengo que revisar mi catálogo de adúlteros y adulterios. Naturalmente estoy hablando de los demás. Yo no juego en esa liga.
P.D. Como siempre tienen razón los otros, aunque sean extraterrestres. la novela de Thirlwell se llama "La huida", en Anagrama, la misma editorial que la de Mercurio.