Javier Rioyo
Somos una camada en extinción? Primero tomarán Cataluña, seguirán por el norte ibérico, avanzarán hacia la meseta y abortarán con las últimas resistencias de los bárbaros del sur. Ya habían liberado las islas sin godos que se enfrentaran. Los buenos, los sensatos nos pacificarán a golpe de decretos. Somos pocos, somos los últimos bárbaros de Europa. Quedan, eso sí, unos insólitos focos de resistencia en tierras del sur francés, unos raros, extravagantes españolizados, tan pocos y tan desarmados cómo lo fueron aquellos olvidados afrancesados españoles de nuestro remoto siglo XIX. Desde Cataluña nos impondrán un país mejor. Un país más culto, con más progreso moral, sin salvajadas. Con más desarrollo intelectual, con menos asesinos y menos incultos. Un país de las maravillas dónde los lectores tendrán muchas obras de Espido Freire para elevar su nivel literario. Y la lógica, incluso la filosofía, conocerán florecimientos abanderados por maestros de la talla de Jesús Monteserín. En fin, un país libre de vergüenzas, de muerte en público, de violencia y de maltrato a los animales.
Qué suerte. Qué bonito futuro. Qué limpia y neta quedará ese modelo de ciudad, esa hermosura internacional y cosmopolita de Barcelona. Con el tiempo todos seremos Barcelona, con su Vicky, su Cristina y su Tibidabo. Y todo el país será catalán, con bellos y verdes valles, ecológicos y hermosos pueblos liberados de crueldades. Limpios y sanos como sus altas, grandiosas, religiosas y tan humanas montañas. Con acogedoras playas para esperar la hora de divertidas fiestas, con sus orfeones, sus músicas y sus hermanados bailes. Todo mejor, más limpio y más neto sin esa lacra foránea, extranjera, tan española como brutal, de la fiesta taurina. Con sus moscas, su sol y sombra, sus palmas y sus gritos. Un mundo sin matarifes ni trajes de luces. Sin esa tauromaquia como una de las brutas artes. Sin pasodobles y sin músicas calladas. Sin "Casa Leopoldo". Incluso sin barrios chino/españoles/moros, sin paralelos, sin cañís y sin anís de Chinchón. Y, por supuesto sin banderillas ni en la barra de una tasca, y sin tascas ni rabos de toro. Un país dónde Néstor Luján sea tan inexistente como Eugenio Noel. Un lugar dónde Manuel Vicent no tenga que escribir su artículo de todas las primaveras. Una patria dónde no quepa un tal José Tomás. Un lugar dónde habrá que purgar el pasado de un tal Serrat, aunque el verdadero culpable sea el huido de Sabina. Un país, cómo quería Luys Santamarina- que llevaba pistola falangista en la Barcelona entregada al enemigo, al Ruedo Ibérico del franquismo- dónde seamos sensibles al sufrimiento de un repollo al ser cortado- pero no dudemos en exterminar al otro. Un país sin fotos de Picasso en una barrera. Un país que niegue ese pasado cruel que equivocó al pacifista y afrancesado de Goya. Un país sin los poemas de Lorca. Un país dónde la belleza nunca estuvo en aquellas tardes de nuestra memoria con Rafael de Paula, Curro Romero, Antoñete y algunas tardes entre Barcelona y Madrid de un tal, repito, José Tomás.
Cautivos y desarmados por el ejército de la razón antitaurina, los bárbaros del sur, nos arrepentimos de aquellos sentimientos tan confundidos. Me gustaría saber, en esta hora de mi sincero arrepentimiento si ¿también tengo que arrepentirme de haber comido en compañía de mi admirado Jorge Wagensberg- que fue capaz de repetir en la cena- aquellos tiernos infantes de cochinillos en Segovia? ¿Y aquél foie? Seguramente esos animalitos de Dios habían tenido una muerte dulce y mucho cariño en esa hora temprana de asesinar a uno y en la tardía de cargarse al otro después de haberle jodido el hígado. Todo vale para el placer, todo está permitido para ser degustados, lentamente engullidos por humanos con una vida ilustrada y de moral tan alta, me refiero al sabio antitaurino. Sin duda es un hermoso destino ese ser sacrificados para mayor placer de tan ilustre ciudadano y físico. No cómo ese otro físico y muy taurino de Miguel Ángel Aguilar Yo, desde mi admiración y respeto, te tengo que decir, querido Jorge, que no tiene que arrepentirte de nada. Ni de aquél día que en tu menú de ilustre gourmet caíste en la tentación de saborear un generoso rabo de toro de lidia.
Hemos sido muy malos. Purgaremos cómo chinos en la revolución cultural. Intentaremos no caer en la tentación de comer esas cosas tan bárbaras y exquisitas Lo que sea por recuperar nuestro eslabón perdido en el desarrollo intelectual, pero, por favor, ¡que nuestra penitencia no incluya las obras completas de algunas "espidos freires"!