
Eder. Óleo de Irene Gracia
Iván Thays
¿Existe esta camiseta en literatura? Fuente: peru En un país, en un mundo bloggero mejor dicho, donde cualquier argumento se responde con un insulto, recibir comentarios a un post que buscan refutarlo con argumentos y no con agresiones, es un gesto que solo puede agradecerse. Es la primera vez en que un post mío es comentado sin acusarme de vanidoso, superficial, burgués o referirse a mis muelas faltantes o sin pataletas. Veamos pues: En un post anterior comenté brevemente lo que dije en una Feria del Libro de Trujillo la semana pasada. El punto dos se lee:b) Que la literatura peruana, como individualidad, no existe fuera de los manuales escolares. Nosotros formamos -gracias a dios- a una fracción más amplia, diversa e interesante que es la Literatura Latinoamericana. Y desde lejos, las diferencias o particularidades entre los países que forman lo latinoamericano son ambiguas y borrosas (o borradas del todo). Amen.Quizá debí aclarar que, a lo que me refería en esa conferencia («La literatura peruana en el mundo») es a la visión que el lector común y corriente -no el crítico ni el profesor universitario- tiene sobre la literatura peruana. Pero, en fin, para el caso da lo mismo, para mí la literatura peruana es un concepto borroso más allá de los nombre que lo conforman, y por eso he dicho siempre que no existe. Ricardo Sumalavia ha sido el primer en poner su posición:Lo que sucede es que en el caso peruano el criterio de nacionalidad siempre ha estado en crisis, una eterna construcción que no tiene cuando acabar. Decir ?peruano? dice mucho y no dice nada. Si su intención es englobar, reconciliar, no lo consigue. No existe una individualidad ?peruana?, sino individualidades fracturadas. Y algo, o mucho, de esto pasa en el resto de países vecinos.Ante este panorama, entiendo el razonamiento de Thays, y que es más saludable insertarse en un marco mayor, ?amplio, diverso e interesante?, como él sostiene. Pero creo que esto no resuelve el conflicto.Cuando se dice que ya no se puede hablar de literatura nacional, que el adjetivo ?nacional? se desdibuja, yo creo, por el contrario, que lo que se desdibuja es la noción de ?literatura?. Sumalavia, en un párrafo anterior, malinterpreta lo que dije al pensar que yo oponía el concepto «homogéneo» latinoamericano vs. el «heterogéneo» peruano, y no es así. Creo que la literatura de todo país es dispersa, versátil y heterogénea, incluso en los países que pretenden obligar a sus escritores a tomar una dirección única. Por eso la literatura socialista rusa o la maoísta -tan cara al grupo Narración- nunca funcionó. La diversidad siempre ha sido el signo de cualquier literatura. Pero es un hecho concreto que para el resto del mundo lector, un «escritor peruano» es apenas distinguible a un «escritor ecuatoriano» digamos. Bolaño en EEUU no es un escritor «chileno» sino «latinoamericano» y el concepto McOndo, a pesar incluso de sus autores, sigue funcionando mejor que el de cualquier nacionalidad.Luego, Gustavo Faverón decide proponer la noción de «canon» o «tradiciones nacionales» (que mencioné en la mesa de Trujillo justo refiriéndome a un antiguo post de Gustavo) para dar pruebas de que la literatura peruana sí existe. Dice:La literatura peruana y la latinoamericana no existen en un cierto sentido, pero, en otro, ambas son igual de reales. Romper ese equilibrio es una forma de arbitrariedad no aceptable, porque recurre a criterios distintos para tratar a cada una. Quien lo haga tendría que explicar, inmediatamente después, por qué la relación entre la obra de Óscar Colchado y la de Alejandro Zambra como parte, supuestamente, de una misma tradición, es más real que la relación entre la obra de Óscar Colchado y la de José María Arguedas. Un problema nada pequeño. Como en el caso de los dialectos, puedo decir que la obra de Arguedas es parte de la literatura hispana, de la literatura latinoamericana, de la panandina, de la peruana, de la andina peruana, de la novela indigenista o neoindigenista, acaso de la ficción regionalista, pero también de muchas otras líneas genealógicas. Ninguna de esas afirmaciones hace falsa a las otras. Es obvio que el debate Sarmiento-Hernández es más crucial para Borges y para Ricardo Piglia que para Augusto Monterroso. Es obvio que el choque Arguedas-Vargas Llosa significa más para Jorge Eduardo Benavides que para Diamela Eltit. Es obvio que Krauze y Paz son más cruciales para Jorge Volpi que para Iván Thays. Son obvias las razones por las cuales Edmundo Paz Soldán escribió una tesis doctoral sobre Alcides Arguedas, que no hubiera sido ni la primera ni la centésima opción de Álvaro Enrigue o de Abelardo Castillo. No me parece discutible que la veracidad y la certeza de esas afirmaciones encuentra su justificación en un mismo punto: Piglia, Benavides, Volpi, Paz Soldán, todos son escritores claramente cosmopolitas, que se nutren de muchas tradiciones, que vuelan sobre muchos campos, y que, sin embargo, no por ello pueden declarar inexistente el vínculo histórico, cultural, social, político, que los une con sus tradiciones nacionales. O, para decirlo con los términos de mi ejemplo: son escritores que, como todos, hablan muchos dialectos, muchos al mismo tiempo, y no tienen cómo negar a uno de ellos, porque lo ponen en práctica, lo convierten en habla, en su habla, cada vez que escriben, al mismo tiempo en que activan todos los demás.A mí lo que me gustaría saber, luego de leer lo de Gustavo, es en qué medida dialéctica, formal o temática, más allá del hecho arbitrario de haber nacido en una misma frontera, une la literatura de Oscar Colchado a la de Enrique Prochazka por ejemplo. O por qué la discusión Vargas Llosa-Arguedas debería interesarme más, o ser más estimulante artísticamente, que la de Nabokov-Edmund Wilson por ejemplo. Mis orejas (de burro, si quieren los anónimos, los nunca doctorandos o los límbicos) están bien paradas en Huanchaco. Como lo dije cuando hicimos el blog «Bata japonesa», yo estoy siempre dispuesto a aprender y creo, siempre, que el Arte de ser discípulo es más estimulante que el de ser profesor. Y alguien como Gustavo, que estudia estos temas desde hace años, tiene mucho que enseñarme. A ver.