
Ficha técnica
Título: El alcohol y la nostalgia | Autor: Mathias Enard | Traductor: Robert Juan Cantavella | Precio con IVA: 12,90 euros | Sello editorial: MONDADORI | Género: Novela | Páginas: 106 | ISBN: 9788439727071 | Publicación: noviembre de 2012
El alcohol y la nostalgia
Mathias Enard
«En la vida hay manos que uno no deja jamás, que uno quisiera sostener hasta el final, hasta que acabara el trayecto; también hay trenes cuyo ritmo te embriaga como el más fuerte y más nostálgico de los alcoholes.»
Una llamada en plena noche interrumpe el sueño de Mathias. Es Jeanne, que le informa de la muerte de Vladímir. Esa misma noche, Mathias parte hacia Moscú para reencontrarse con su antigua amante. Inmersos en el dolor del duelo, en el corazón de una ciudad perdida -un vasto terreno habitado por sombras-, ambos se reencuentran durante un instante en torno a los restos de su amigo. Y de ahí, Mathias se embarca en un viaje a bordo del transiberiano en el que rememorará un feroz y apasionado triánguloamoroso.
MOSCÚ
Eres un traidor, Vladímir, no bebes, ni una sola gota, cabrón, a pesar de los kilómetros de abedules quemados y esas voces roncas gritando que vamos a morir. Después de haber visto Moscú me haces esto, callarte, demasiado ebrio, puede que emborrachado por la vida te hayas dejado ir, mientras el tren llega precisamente a Vladímir: tengo una historia que contarte, Vlado, la escuché en Moscú, ya sabes, esa ciudad familiar y gris, con sus coches, las sorpresas de los bulbos de oro, flores amistosas que chorrean lluvia. Decididamente, el viaje no es nada. Todo se parece a todo. Ese hotel soviético donde dormí ayer, con su cama de ochenta centímetros de ancho, su nevera vacía vibrando toda la noche, esas cortinas f loreadas, la moqueta manchada y el papel pintado del color del culo de un mono, ni ganas daban de volver a acostarse. Trato de imaginar este lugar bajo el sol; seguro que sería todavía peor. Tengo que acostumbrarme. Un viajero debe acostumbrarse, dicen. Una disciplina, una práctica. Volodia, creo que no estoy hecho para viajar, ni siquiera contigo. Lo único que me interesa es la perspectiva de la amistad, del encuentro, pero por otra parte sé que eso no siem pre está al alcance del viajero. La Patagonia, solo la Patagonia conviene a mi inmensa tristeza. Mentiras y nada más. Tú sabes a qué me refiero, la soledad y el aburrimiento de una habitación de hotel, donde no tienes nada que hacer, donde no haces lo que deberías hacer, dormir, beber, leer o escribir obras inolvidables. Nada de todo eso. El corazón templado de Moscú late en su ataúd de lava. ¿Cuántas horas me quedan por perder? Al llegar del aeropuerto he visto el monumento que señala el límite del avance alemán camino de Leningrado, dos caballos de Frisia gigantes para detener los desmesurados carros de la memoria.
Еще не умер ты, еще ты не один…