Clara Sánchez
Sarah Palin ha pasado a ser ante el mundo una soberana ignorante, una trepa que pretendía puentear a McCain en el discurso del adiós. Ha pasado a ser una choriza que en cuanto ha tenido la oportunidad ha llenado la casa de ropa de diseño. Tal vez la Palin, oliéndose la que se avecinaba, pensaría que esto era lo único que iba a sacar en claro. Ha pasado de ser la esperanza blanca, por así decir, de la campaña de McCain a ser alguien con quien este mismo McCain, por lo visto, apenas quiso tener trato. Aunque no debe de estar descontento del todo porque al menos le está sirviendo para colgarle todos los marrones y fracasos. ¡¡Muy bonito McCain!! ¡¡Muy valeroso por tu parte!! ¡¡Tienes madera de héroe!!
Sarah, no devuelvas todo el vestuario, qué más da, de perdidos al río. La Bolsa no se va a recuperar porque tú te quedes sin ese abrigo gris tan mono de cuello militar. La primera vez que te vi me pregunté qué había detrás de esos oscuros trajes bien cortados a tono con tu talante antiabortista, qué había detrás de tus gafitas y de tu rostro anguloso de sonrisa simplona. Te acababan de construir una imagen y ahora están destruyéndola. No devuelvas la ropa.
¡Ah! ya sé lo que vi en ti aquella primera vez: una cara bastante dura, imprescindible para llegar a cualquier parte, por supuesto con "la ayuda de Dios".