Javier Rioyo
"En aquellos tiempos siempre era fiesta.". Así comienza El hermoso verano de Cesare Pavese, una de esas lecturas que nos acercaron al escritor piamontés. Un niño crecido en el campo, cerca de las colinas, con veranos largos y trabajos campesinos que cansaban. "Lavorare stanca", trabajar cansa. Escaparse a la ciudad, no trabajar el campo, ejercer el oficio de poeta y encontrarse, otra vez, con la soledad después de conocer el hermoso aburrimiento de la narración y la libertad del poema. Vivir la ciudad, pasear sus calles, perderse por sus bares, dormir en sus hoteles y seguir soñando con las colinas. Aquella colina es la patria. Hablar con los mitos, descreer de los dioses, enamorarse, estar contento e infeliz, saber que el futuro está escrito en el pasado. Escribir, leer, fumar, beber y saber que vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Cien años hubiera cumplido el 9 de septiembre, antes de cumplir los cuarenta y dos se quitó la vida en una habitación de un hotel de su ciudad de estudios, de vida, en Turín.
Murió solo en compañía de su libro preferido, Diálogos con Leucó y dejó una nota a sus colegas y amigos para que no hicieran demasiado ruido con su muerte. En estos días se le recuerda en todo el mundo, al menos en todo el mundo occidental. Nunca será mucho el ruido para que los que amen la poesía, los cuentos, las narraciones y las lecturas se acerquen a un hombre que de adulto nunca consiguió recobrar el tesoro infantil de los descubrimientos, esa forma de felicidad que el hombre abandona cuando crece.
"Llorar es irracional. Sufrir es irracional. Tu problema consiste, pues, en valorar lo irracional. Tu problema poético es valorarlo sin desmitificarlo." Así se expresa en unas líneas de su libro La literatura norteamericana y otros ensayos, con ese libro y con Tras las mujeres solas, Lumen comienza una colección sobre Pavese. También en Pre-Textos anuncian nuevas traducciones. No hagamos caso a Pavese, hagamos ruido con su obra, con su vida, impidamos su muerte. El suicidio también es irracional.