Javier Rioyo
Llega el momento de decidir cuáles serán los libros que deseamos leer en los días de veraneo. ¿Qué hacer? Optar por lecturas "fáciles", evasión, diversión, fuga y ligereza? O, al contrario, nos atrevemos con esos "tochos" que no fuimos capaces de enfrentar en los días sin vacaciones. Creo que haré una mezcla. Me prometeré terminar Vida y destino o las memorias de Ernst Junger, así como su novela Sobre los acantilados de mármol. Pero tampoco olvidaré lo próximo de Vila Matas que en septiembre estará en librerías. Y volveré a dos libros, Herzog de Saúl Bellow, novela última que leyó el querido Ángel González, ¡siempre le echaremos de menos!
Y me llevaré dos libros que también esperan a septiembre, los dos primeros de una editorial que promete (Ediciones Alfabia) que comienza con una novela sobre Artemisa Gentileschi, la gran pintora del barroco italiano que ya nos había acercado biográficamente Ángeles Caso y ahora vuelve como novela de Anna Banti. Y los relatos de la nueva Lourdes Iglesias, un "Iglesias" más en nuestro tinglado cultural.
No perdonaré la reedición de Conejo es rico de Updike, ideal lectura para tiempos en los que la gasolina sigue subiendo su precio.
A fuga negras la haré con Luna de miel de la gran Dorothy L. Sayers. Y con la muy inquietante y prometedora novela El asesinato de Road Hill, esa especia de a "sangre fría" sobre un asesinato del siglo XIX, escrito en el siglo XXI por Kate Summerscale.
Y al lado de los cuadernos de Paul Valéry, viajarán los aforismos de Juan Ramón Jiménez, esa joya llamada Río arriba. Seguro que no harán mala compañía, Las ensoñaciones del paseante solitario de Rousseau. También se vienen conmigo los libros de Adalbert Stifter, El sendero en el bosque y Abdias.
Recordar otras dos relecturas, El difunto Matías Pascal de Pirandello y Aguafuertes españolas de Robert Arlt.
No se me pueden olvidar las memorias de Agatha Christie, Ven y dime como vives. Y atreverme con el turbio, muy recomendado por Banville -del que me llevo su viaje a Praga- Evan Connnell que fue capaz de escribir El diario de un violador como si supiera de qué hablaba.
¿Y todavía no he pensado en los ensayos, ni en los libros de historia? ¿Y qué pasa con la poesía? Creo que tengo que hacer otra lista, añadir otra maleta. El mismo dilema de todos los veranos. Seguro que me olvido de alguno fundamental. Qué corto el verano, qué largo el olvido.