Clara Sánchez
El próximo día 15 comienza en Madrid la 49 Olimpiada Internacional de Matemáticas, un evento que ojalá que despierte el interés de los medios de comunicación, hasta el punto de poder seguir las sesiones por televisión como si se tratara de un partido de tenis y no digamos ya de fútbol. Estaría muy bien que se reservara un espacio para poder conocer a esos sabios de los números, cuyas sombras dominan el fondo de nuestras vidas. Porque todo son números, símbolos, ecuaciones. Detrás de cada avance que nos lleva a una nueva visión de la realidad hay un modelo matemático, una especie de poesía que no necesita traducción. Y es que las matemáticas en sus diversas aplicaciones es el único lenguaje común y universal de verdad, lástima que sólo accesible a los iniciados.
Por eso es tan importante que por lo menos conozcamos cómo se respira en ese espacio abstracto en que una combinación de números casa con la imagen que tenemos del mundo. Me parece fascinante y, aunque no entienda nada, me gustaría mucho poder escuchar y que el oído se me familiarice con el tejido mental e imaginativo que hace que la vida se transforme. Estoy casi segura de que a las personas comunes y corrientes nos va a entusiasmar porque nos daremos cuenta de que se nos está hablando de algo muy propio que hacemos todos los días aunque en menor escala.
Y además en un país tan atrasado en cuanto a la enseñanza de las matemáticas no vendría mal que los jóvenes, y los no tan jóvenes, entrásemos en contacto con los números, que se hiciesen un hueco (aunque sólo sea por unos días) entre tanto aspirante a cantante de gorgoritos, modelos y el aburrimiento de Gran Hermano, que amenaza con repetirse una vez más. Y encima con el estímulo añadido de que aún está por resolver la Hipótesis de Riemann, por cuya solución se ofrece un buen dinero, o sea números.