Clara Sánchez
Cogí el tren de cercanías con dirección a Aravaca para dar el pregón de las XVIII Fiestas de la Asociación Rosa Luxemburgo. Aravaca es un barrio señorial. Nada más salir de de la estación de Príncipe Pío comienza a crecer la vegetación y a aparecer tupidos árboles que medio ocultan los chalés. Y cuando por fin uno pone el pie en este paisaje siente un bofetón de olor a pinos y una gran sensación de bienestar. Los pájaros cantan y los coches circulan por silenciosos senderos sombreados. Una delicia.
Es una noche bastante calurosa en todos los sentidos, pero sobre todo, en el de la amistad y en el del trabajo en común, en el del entusiasmo por cultivar la tolerancia y la integración, por el trabajo digno de los inmigrantes. La asociación hace un esfuerzo permanente para denunciar todo tipo de racismo y de discriminación de género, por inculcar los derechos de la mujer en las mentes de las nuevas generaciones, a través de teatro, música… Porque la presencia de los jóvenes en la asociación es considerable y por tanto la creatividad es una buena manera de desarrollar y expresar su actitud en la vida.
Como su nombre indica, Rosa Luxemburgo, es una asociación de progreso y así actúan. Personalmente siempre he creído (y lo he llevado a la práctica sin fisuras) que una buena enseñanza pública es la base sobre la que se construye un país y que los que creemos en estas cosas tenemos que demostrarlo llevando lo más preciado que tenemos, nuestros hijos, a ella. También creo que la ideología se materializa en la forma de vida y no en la cháchara. Enseñanza pública y sanidad pública. Al menos un país tiene que ofrecer esta cobertura a sus ciudadanos.
Así que fue un placer estar con vosotros, porque tal vez sea una tarea más silenciosa o no tan vistosa, pero no por eso menos útil, no permitir que las conciencias se relajen en esta sociedad del bienestar donde tan fácil es caer en la intransigencia y tan fácil es creerse más bendecido por el destino y mejor que los demás.