Clara Sánchez
Leo la noticia de que ha muerto Joan Hunter Dunn, una bella mujer pelirroja que inspiró al poeta John Beltjeman uno de sus más celebrados poemas, A Subaltern’s Love Song. Joan fue una musa en toda la extensión de la palabra, una de esas personas anónimas que se cuelan en la mente de los artistas como un rayo de luz para iluminarles por dentro, alguien que despierta sus sentidos, un ser puesto en este mundo para que otro ser pueda ver y sentir a través de él lo que de otra manera no existiría.
Desde aquellas ninfas llamadas Calíope o Clío, los pintores, poetas, músicos… han necesitado musas, sin musa no se era nada, era algo así como un requisito del artista. Pero ¿quién habla hoy de su musa? Y cuando se habla no parece muy creíble, resulta forzado, generalmente huele a recompensa a la novia, a la esposa que ha estado aguantando las manías de su artista. Y es que las musas tradicionalmente han sido femeninas, quizá por eso desde que se han rebelado y exigido algo más concreto que inmortalizarse en un poema o en un cuadro han ido desapareciendo.