Basilio Baltasar
La imagen se reproduce en El País a toda página con la recomendación del editor: "mire bien esta fotografía". La hizo el soldado Ronald S. Haeberle el 16 de marzo de 1968 un instante antes de la matanza, en la aldea de My Lai, Vietnam, mientras el pelotón de marines obedece la orden de su jefe, el teniente William L. Calley, y dispara contra un centenar de civiles.
En el centro de la fotografía una anciana tiene su rostro contraído por el pánico y con una mueca patética implora piedad. Una muchacha se agarra a su cintura y asustada agacha la cabeza. Detrás, una mujer levanta el brazo para proteger a una niña aterrada. A la izquierda de la imagen otra mujer, más joven, sostiene en brazos al que quizá sea su hijo. El niño mira con curiosidad a los soldados que, detrás de la cámara, les apuntan con sus armas. Mientras el griterío de los marines y el llanto de los prisioneros inflama la atmósfera del poblado, la mujer con el niño en brazos intenta abrocharse el último botón de la camisa.
Este gesto de pudor quizá se deba a su incredulidad o a una falta de imaginación para anticipar el desenlace que el resto del grupo adivina como inminente. También podría revelar la existencia de un sentimiento más fuerte que el miedo. Una extraña certeza acerca del valor que en las puertas de la muerte adquiere la tranquilidad.
¿Cómo podríamos entender la inquietante indiferencia de esta mujer?