Javier Rioyo
Una vez me dijo alguien muy conocido en el mundo de las letras, bueno en alguno de sus márgenes para ser más precisos, que le resultaba extraño que yo siguiera leyendo novelas después de haber cumplido los cuarenta años. Y después de los cincuenta. Incluso me imagino acudiendo al viejo vicio muy anciano si puedo y llego. Me sienta bien. Me inquieta y me emociona, me ordena y me desordena. Creo que seguiré enganchado a las buenas novelas. Siempre nos quedarán, además, las relecturas. Y siempre estarán los poetas, la poesía. Es cierto que cada vez leo más ensayo, más historia, más biografía pero esas miradas a la realidad necesitan la fuga de la imaginación. La verdad de la imaginación. Así lectores seremos a cualquier edad.
¿Y novelista? ¿Poeta? Acaso hay edades para escribir una novela, para ser poetas. No son tan normales los casos de escribir una primera novela pasados los sesenta años. Es como una extravagancia. ¿Qué hace este señor maduro, tirando a muy maduro, entretenido en una novela con el coraje, la energía y otras cosas que su escritura demanda? Hay casos. Veremos casos. Nos alegraremos con alguno muy pronto. Nos gusta. Nos anima. Nos da esperanzas como lectores y como hipotéticos escritores de una novela que llevamos tanto tiempo pensando. A partir del lunes podremos volver al asunto.
Poetas. Esos parece que siempre tendrían que ser jóvenes. Tampoco es así. Uno de los libros más jóvenes y rebeldes de nuestra última poesía lo escribió el pasado año José Manuel Caballero Bonald, pasados los ochenta años y con el deseo de infracciones como si fuera un joven rebelde con muchas causas.
El economista Sampedro, que ya había escrito algo de joven, volvió con vigor y entrega literaria a partir de los sesenta años. A esas edades escribió su mejor novela, Octubre, octubre. Y todavía no ha parado.
Sigue escribiendo, más que nunca otro de los mejores y también octogenario, Ramiro Pinilla, Ahí están para demostrarlo las tres mil páginas de Verdes valles, colinas rojas. Y la nueva, excelente, mirada novelada a la Guerra Civil, La higuera.
No hay edad para el escritor. Y lo mejor, tampoco hay edad para comenzar una carrera como novelista. El lunes me lo dirán.