Jean-François Fogel
Parece que no queda ni un cajón vacío en el despacho de Roberto Bolaño. Su fama obliga a su editor a publicar todo lo que dejó el escritor chileno (o mexicano, como quieran) que murió en 2003. Tarde o temprano, sus facturas de lavandería y quizás hasta la nota escrita al profesor de un hijo suyo para recuperar un cuaderno perdido en el pasillo de una escuela justificarán un congreso de investigadores sobre la "nueva literatura latino-americana". Por el momento, lo que se rescata tiene todavía algún sentido, y hasta gran interés en el caso de El secreto del mal (Anagrama) una recopilación de piezas heterogéneas.
Ignacio Echeverría, el editor del conjunto, no esconde en una "nota preliminar" el origen de la obra: se trata de ficheros que se encontraron en el ordenador de Bolaño. Es muy desigual. Unas piezas habrían podido quedar en el disco duro de la máquina sin defraudar la fama del autor. Otras no, caso de "Derivas de la pesada", un ensayo sobre la oposición entre Borges y Arlt promovida por Ricardo Piglia. Bolaño nunca nombra a Respiración artificial, pero todo su ensayo es claramente un comentario de la novela, un comentario definitivo en lo que tiene que ver con el mano-a-mano Borges-Arlt.
Borges, dice Bolaño, es el autor que pone Argentina en el mapa de la literatura mundial. "Cuando Borges se muere, se acaba de golpe todo. Es como si se muriera Merlín, aunque los cenáculos literarios de Buenos Aires no eran ciertamente Camelot." Borges es una paréntesis ¿Y en esta visión, con Arlt, qué? "… Fue el más ninguneado de todos" según Bolaño y no existiría hoy tal como lo vemos sin Piglia. "El San Pablo de Arlt, el fundador de su iglesia, es Ricardo Piglia". Caso raro: una novela, Respiración artificial, estableció la reputación no de su autor sino de otro escritor.
Bolaño le tiene respeto a Piglia, "uno de los mejores narradores de América Latina", pero no comparte su visión de la oposición Borges-Arlt. Cree que la literatura argentina tiene tres puntos de referencia:
1. Osvaldo Soriano, "buen novelista menor", cuyo influencia fue demostrar a los escritores que se podía ganar plata sin ser Borges o Cortázar;
2. Roberto Arlt, "buenísimo" pero que no merece los elogios de Piglia, pues es de lo mejor en "la literatura de la pesada" (ella "tiene que existir, reconoce Bolaño, pero si solo existe ella, la literatura se acaba");
3. Osvaldo Lamborghini, por fin, "la corriente secreta", un autor que tutea el infierno. Según Bolaño: "El problema con Lamborghini es que se equivocó de profesión. Mejor lo hubiera ido trabajando como pistolero o sueldo, o como chapero, o como sepulturero, oficios menos complicado que el de intentar destruir la literatura."
Al final, hay una apuesta: ganará Soriano, pues gana siempre el "canalla sentimental". Arlt, "el mejor de los tres" como escritor, se quedará con Piglia en lo que no es más que una relación sentimental. Lamborghini por su parte se mantiene como autor secreto. "Hay que releer a Borges otra vez" concluye Bolaño, lo que revela su afán de respetabilidad, al contrario de Piglia en Respiración artificial.