Jean-François Fogel
Dos sobres en mi buzón: la revista francesa Le magazine littéraire dedica su tapa a “Julien Gracq, le dernier des classiques” y Ñ, la revista de cultura del diario argentino Clarín propone en la portada “Onetti, la poesía del fracaso”. Nada que ver: son dos escritores con ningún vinculo obvio pero creo que son dos maestros y, además, dos personas que conocí alguna vez en mi vida.
Gracq está vivo. Tiene 97 años. Vive cerca del río Loire. No ha publicado nada en los últimos quince años y dice muy claramente en la entrevista que no publicará nada en adelante. Y a pesar de esto, queda como la figura mayor, digna e inalcanzable de las letras francesas. Fue el primer escritor incorporado durante su vida en la “Bibliothèque de la Pléiade”. La revista le dedica un número que es un homenaje inmenso. Sé que Gracq es un desconocido en el mundo hispanohablante. Su literatura es la del clasicismo dominado: una literatura de fragmentos a partir de la lectura de los maestros. Sobre Chateaubriand, sobre Rimbaud, sobre todo el siglo XIX, Gracq tiene la última palabra sin pretender tenerla. El mejor de estos libros es En lisant en ecrivant (Al leer al escribir) que es imposible de resumir. Gracq es un clásico por acercamiento continuo a los clásicos.
Me parece que Onetti es todo lo contrario. Llegó a ser un clásico con novelas que contaban la búsqueda del prostíbulo perfecto. Su lenguaje, directo, muy inspirado por la literatura policíaca, fue una renovación/creación del castellano. En la revista hay también una entrevista, con Dorotea Muhr, la viuda del escritor. Es solo una página pero llena el corazón de tristeza. Es la gran historia del exilio. Dolly (su apodo) dice que iba a Montevideo para fotografiar las calles cuando Onetti vivía en España sin posibilidad de volver a su país. Todo lo contrario de Gracq, por supuesto. Onetti no buscó a los clásicos sino al hampa triste del cono sur, para hundirse en el humo de una confitería donde sonaba un disco de Gardel. Escribir algo perfecto era para él inalcanzable. Dolly dice que Onetti hablaba a veces en sueños y se despertaba preguntándole si recordaba sus palabras. “Yo le contestaba que no y él me lo reprochaba diciéndome que era una lástima porque este sueño era un cuento perfecto”…