
Ficha técnica
Título: Un lugar llamado Goldengrove | Autora: Francine Prose | Editorial: Duomo | Colección: Nefelibata | Traducción: Gabriela Bustelo | Páginas: 320 | PVP: 18,00 euros | Distribución: 09/11/2009 | ISBN: 9788492723133
Un lugar llamado Goldengrove
Francine Prose
En una tarde perfecta, Margaret y Nico juegan a ser Cleopatra en su navío real, mientras deslizan su bote por el lago Mirror. Nico observa cada uno de los gestos de su hermana Margaret y descubre en ellos a sus artistas de cine preferidas. Margaret siempre ha sido una brillante actriz, o mejor, ha sido brillante en todo. Margaret se sumerge en el agua… y pasado un rato Nico deja de verla.
«Todo se arreglará, hay que dejar pasar el tiempo», dice su padre. Los días sin su hermana comienzan a pesar y Nico acepta trabajar en Goldengrove, la librería de su padre. Revisa con atención los tomos dedicados a las enfermedades del corazón, pero se detiene ante un libro de poesía en el que hay una página señalada por su padre, se trata del poema «La primavera y el otoño de una niña», de Gerald Manley Hopkins. Nico descubre con rabia de dónde tomaron sus padres el nombre de su hermana y el trágico destino del poema, tan trágico como el de su hermana.
La sutil sombra de la brillante Margaret persigue a Nico, que poco a poco comienza a tomar la identidad de su hermana; y a Aaron, el enigmático novio de Margaret, con quien Nico establece una extraña relación. Sin el control de sus padres, la joven Nico se embarca en aventuras que no son propias de su edad, y experimenta la pérdida de la inocencia y el despertar del deseo sexual, para acabar descubriendo que sólo se puede sobrevivir reafirmando su propia identidad.
I
Vivíamos a orillas del lago Mirror, y durante años nuestra vida fue tan plácida y transparente como sus aguas. Nuestra casona se amoldaba a la curva de la ribera, por segmentos, como un tren, con habitaciones y porches añadidos uno a uno, década tras década.
Cuando pienso en aquella época, nos veo a los cuatro vadeando los bajíos, admirando nuestro reflejo en el lago cristalino y sereno. Entonces algo -un guijarro, una gota de lluvia- quiebra la superficie y hace añicos el espejo. Una onda llega a la lejana orilla. Nuestros años de mala suerte han comenzado.
Eso es lo que habría pensado Margaret. Mi hermana era la poeta de la familia.
Yo era Doña-Primero-Una-Cosa-Y-Luego-La-Otra. Y es precisamente así como recuerdo lo que pasó. Pero no fue así. Primero pasó una cosa y luego todo lo demás, como un dominó que cae desencadenando una falla que serpentea hacia el horizonte y se desborda hacia el futuro.
Si todos los relojes y calendarios desaparecieran, los niños aún sabrían cuándo es domingo. Aún notarían ese vacío irrespirable que se crea cuando el tiempo se oculta tras una cortina, cuando los minutos interrumpen su ordenado tictac y se van por el desagüe, uno a uno.