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Ficha técnica

Título: Vida de una mujer amorosa | Autora: Ihara Saikaku |  Traducción: Daniel Santillán | Editorial: Sexto Piso | Colección:  Narrativa Sexto Piso | Género: Novela | ISBN: 978-84-15601-12-8 | Páginas: 244 | Formato:  15 x 23 cm. | PVP: 19,00 € | Publicación: 2013

Vida de una mujer amorosa

SEXTO PISO

Vida de una mujer amorosa cuenta la historia de una joven de una belleza precoz y deslumbrante, que trastorna a los hombres que se encuentran a su alrededor. «Por poco que se piense, qué difícil es abandonar la vida», le dice con dolor y resignación una vieja mujer, recluida en una ermita, a dos jóvenes que buscan su consejo para entender los misterios del amor.

Víctima de su propia virtud, nuestra protagonista entiende desde muy joven que su cuerpo puede ser un vehículo para vivir (cuán cuesta abajo podría rodar el vehículo, no lo habría de entender sino hasta muy tarde). Obligada a dejar su casa para saldar una deuda contraída por su padre, verá desfilar ante sus ojos la inmensa codicia de los hombres y padecerá en cuerpo y alma el descenso desde la más alta estirpe de las cortesanas hasta el inframundo de su profesión.

La novela funciona lo mismo como una
road novel que como una punzante crítica que descubre la doble moral en la que estaban afincadas gran parte de las «buenas maneras» japonesas. Saikaku hace a su protagonista transitar por todas las esferas sociales del Japón del período Edo. Vida de una mujer amorosa es junto con la Historia de Genji uno de los relatos más hermosos de la literatura japonesa anteriores al célebre período Meiji. 

«Este libro es un relato lleno de color de aquel universo del viejo Japón urbano del siglo XVII y en particular del mundo de las cortesanas: un mundo de códigos y estructuras extremas a la vez brillante y sórdido. Una lectura de enorme placer que ayuda a enriquecer nuestra comprensión de ese inasible país que es Japón.» Éditions Gallimard 

 

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El refugio de una anciana 

Los antiguos decían: una mujer hermosa destroza la vida como un hacha. Cuando al caer la tarde, el ser de la flor y el del árbol se marchitan, ya no queda más que madera y hojas secas para la hoguera, y nada se escapa a la quema. Aunque la tormenta de la juventud se produzca prematuramente, ¿no resulta estúpida la muerte del joven que se ha hundido en la senda de la voluptuosidad?

     Todo comenzó el día del Hombre. Había función en Saga, al oeste de la ciudad. Era primavera. A orillas del río Mumetsu las flores movían sus labios; fue en ese momento cuando un hermoso joven apareció. Su aspecto, que evidenciaba los estragos del amor, y el color mortecino de su semblante, no dejaba lugar a dudas sobre su destino: en breve tendría que legar a sus padres todas sus posesiones.

     Súbitamente, aquel joven, vuelto hacia su acompañante, dijo: «Si se me permite decirlo, mi deseo sería transcurrir con tanta celeridad como la corriente de ese río, el Keisuita». A lo que su interlocutor rápidamente añadió: «Y yo iría a un país sin mujeres. Allí podría vivir pacíficamente y disfrutar una existencia agradable mientras el mundo gira». 

     La vida de esos dos jóvenes iba a prolongarse durante un número de años diferente; tenían, además, opiniones diversas sobre la vida y la muerte. Sin embargo, en aquel momento estaban absortos en sus palabras y en alimentar sus sueños, miasmas que emergen y se desvanecen con prontitud. Así, continuaron avanzando junto a la orilla del río, abriéndose camino, implacables, entre los brotes de cardo y los arbustos. De esta forma se apartaron de la compañía humana en dirección a las montañas del norte.

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