
Ficha técnica
Título: Un cuarto en la azotea | Autor: Ruskin Bond | Prólogo: María López González | Traducción: María López González | Editorial: Automática | ISBN: 978-84-15509-13-4 | Páginas: 200 | Género: Novela | Formato: Rustica con solapas | PVP: 17,90 € | Publicación: 14 de marzo de 2013
Un cuarto en la azotea
Ganadora del John Llewellyn Rhys Prize y primera novela de Ruskin Bond, Un cuarto en la azotea narra la historia de Rusty, un huérfano de colonos en una India que comienza a reestructurarse tras la caída del Raj. Vive bajo la estricta tutela de su tío en una pequeña comunidad inglesa en las montañas, cercana a Dehradun, aislada de su entorno y anclada en el pasado. Pronto la curiosidad y el empuje propios de la juventud llevarán a Rusty a buscar más allá de las estrechas fronteras de su hogar, y a comenzar una nueva vida entre las calles y gentes de un país recién dividido.
CAPÍTULO 1
La leve lluvia de primavera cabalgaba sobre el viento hacia los árboles, volando carretera abajo; impregnaba el aire de una fragante frescura, un olor a tierra, un aroma de flores; prestaba una sonrisa a los ojos del chico de la carretera.
El largo camino asfaltado circunvalaba y horadaba las montañas, subía y bajaba y torcía hacia Dehra1; descendía de las montañas y atravesaba los bosques y el valle y, después de cruzar la ciudad, terminaba en algún punto del bazar. Pero nadie sabía exactamente dónde acababa, ya que el bazar era un lugar desconcertante, en el que las calles se desvanecían con facilidad.
El chico se encontraba a tres millas de Dehra. Cuanto más lejos pudiera estar de la ciudad, más feliz sería. Justo en ese momento se hallaba solo a tres millas, así que no se sentía especialmente contento, y, lo que era todavía peor, estaba recorriendo el camino de vuelta a casa.
Era un chico pálido, con los ojos gris azulado y el cabello claro; la cara era redonda y bien definida y el labio inferior colgaba pesado y flácido. Llevaba las manos en los bolsillos y la cabeza baja; así era como siempre caminaba, lo que le daba un engañoso aire de hastío. Era una persona perezosa, pero no hastiada.
Le gustaba cuando la lluvia le moteaba de agua la cara, le gustaban su olor y su frescura; no miraba a su alrededor ni era consciente de lo que lo rodeaba, su mente, como de costumbre, estaba muy, muy lejos, pero percibía el ambiente y sonreía.