
Ficha técnica
Título: Tres hombres en una barca | Autor: Jerome K. Jerome| Ilustrador: Patrick Faricy | Prólogo: Stella Gibbons | Traducción: Juan Carlos Silvi | Editorial: Blackie Books | ISBN: 978-84-941409-3-8 | Páginas: 272 | Género: Novela | Formato: 14 x 21 cms. Tapa dura | PVP: 21,00 € | Publicación: julio de 2013
Tres hombres en una barca
Jerome K. Jerome
«Éramos cuatro: George, William Samuel Harris, yo y Montmorency.
Estábamos sentados en mi habitación, fumando y charlando sobre lo mal que nos encontrábamos; mal desde el punto de vista médico, naturalmente. Todos nos sentíamos enfermos, y eso nos estaba poniendo bastante nerviosos. Harris dijo que a veces le daban unos mareos tan extraordinarios que apenas sabía lo que hacía, y después
George dijo que también él tenía mareos y apenas sabía lo que hacía. En mi caso, lo que no funcionaba era el hígado.»
En consecuencia, los tres hombres (la opinión del perro Montmorency no cuenta) deciden embarcarse en un crucero por el Támesis, en busca de paz espiritual y de vida sana. Lo que ignoran estos mártires de la hipocondría es que a veces pasan cosas que pueden transformar el más modesto de los viajes en una aventura cuanto menos pintoresca.»Mi intención no fue la de escribir una obra cómica», declaró Jerome K. Jerome sobre Tres hombres en una barca. Por lo visto, lo hizo sin querer.
Una de las 100 mejores novelas de todos los tiempos, según The Guardian
Una de las 3 novelas más divertidas de todos los tiempos, según Esquire.
Más de 50 millones de ejemplares vendidos desde su publicación.
I
TRES INVÁLIDOS – LOS SUFRIMIENTOS DE GEORGE Y
HARRIS – UNA VÍCTIMA DE CIENTO SIETE ENFERMEDADES
MORTALES – RECETAS ÚTILES – CURA PARA LAS AFECCIONES
HEPÁTICAS INFANTILES – ACORDAMOS QUE SUFRIMOS
EXCESO DE TRABAJO Y NECESITAMOS DESCANSO –
¿UNA SEMANA EN EL MAR PROCELOSO? – GEORGE SUGIERE
EL RÍO – MONTMORENCY PRESENTA UNA OBJECIÓN –
MOCIÓN ORIGINAL APROBADA POR MAYORÍA DE TRES A UNO
Éramos cuatro: George, William Samuel Harris, yo y Montmorency. Estábamos sentados en mi habitación, fumando y charlando sobre lo mal que nos encontrábamos; mal desde el punto de vista médico, naturalmente.
Todos nos sentíamos enfermos, y eso nos estaba poniendo bastante nerviosos. Harris dijo que a veces le daban unos mareos tan extraordinarios que apenas sabía lo que hacía, y después George dijo que también él tenía mareos y apenas sabía lo que hacía. En mi caso, lo que no funcionaba era el hígado. Sabía que el hígado no me funcionaba porque acababa de leer un prospecto de píldoras hepáticas donde se detallaban los diversos síntomas que permiten reconocer el mal funcionamiento del hígado. Yo los tenía todos.
Por muy increíble que pueda parecer, jamás he leído un prospecto farmacéutico sin llegar inevitablemente a la conclusión de que sufro la enfermedad allí descrita, y en su forma más virulenta. En todos los casos, el diagnóstico parece coincidir punto por punto con todas las sensaciones que he experimentado alguna vez en la vida.