
Ficha técnica
Título: Trentacuentos | Autor: varios | Editorial: Casabierta-ed | Colección: Narrativa Palma de Violeta| Género: cuentos | ISBN: 978-84-612-7850-3 | Páginas: 316 | Formato: 16 x 21 cm. | Encuadernación: Rústica cosida | PVP: 23 euros
AUTORES
Claribel Alegría, Mi cabellera
Alicia Andrés Ramos, Vida y obra
Pedro Andreu, La Djin
Eduado Berti, La carta vendida
Damián Cano, Petra y el coleccionista de palabras
Cristina Cerezales, El abrazo
Luisa Cuerda, Mayo
Luis Mateo Díez, El tilo
Lourdes Durán, Cuento de Navidad a oscuras
Marga Font, El olvido de don Juan
Avelino Hernández, Café en casa de Gustavo
Eduardo Jordá, Bananoff
Regina José Galindo, En sus manos
Julio Llamazares, La suerte de don Tancredo
José Carlos Llop, Todos tenemos un Manderley
Guillermo Martín de Oliva, In Memoriam
Teresa Martín Taffarel, Alma
José María Merino, El mundo del silencio
María Montero Cué, El cuadro
Mª Paz Ordinas, El gran salto
Teresa Ordinas, Las copas rotas
Alejandro Padrón, Reencuentro
Antonio Pereira, Las nieblas de la Purísima
Sergio Ramírez, La puerta falsa
Carme Riera, El cuaderno de Manuel
Tomás Sánchez Santiago, Viajante en la tormenta
Care Santos, Círculo polar ártico
Ignacio Sanz, Instrucciones para cometer asesinatos
Pablo Scasso, El coleccionista de silencios
Cristóbal Serra, Saverio el servicial
Magdalena Tirado, Calor
Mª Elena Vallés, Memory blues
Luis Verdú, Alamelín Diû
José Vidal Valicourt, Hotel Cheever
Mauricio Wiesenthal, El barrio negro de Shalimar
Relato visual: Mònica Fuster Julià
Los insólitos viajes espaciales de Rufus Mc Golden
Trentacuentos
VARIOS AUTORES
Trentacuentos es un libro desigual y arriesgado y por eso mismo hermoso. Es un montón de piedras, algunas ásperas, otras pulidas, que lanzar contra el tedio o la nada, ese charco frío y estéril que nos reclama a todos. Es un puñado de postales abiertas al vértigo, distintas fotografías de un mismo planeta. Es diminuto puzzle narrativo de lo que somos los hombres y mujeres del siglo XXI, de lo que hemos sido en el pasado, de lo que podemos llegar a ser.
PRÓLOGO
¿Cuándo sucede la literatura? ¿Qué la hace voz literaria más allá de letras perdidas en el alfabeto? ¿Qué aire movió las aspas de un molino quijotesco? ¿Qué cabriola la del conejo de Alicia? ¿Qué brisa para la nao de Ulises? ¿En dónde se ampara el verbo?
Anochece en un parque, la vida se escapa donde horas antes los columpios chirriaban gritos de infancia. Cierran las cancelas y, aún así, la existencia persiste en su afán de desafiar la inmortalidad. A la mañana siguiente, a las primeras horas del alba, cantará la alondra y en su canto arrullará los bostezos de los más tempraneros.
Los niños con goterones de cacao con leche arrastrarán el peso de las mochilas cargadas de libros y cuadernos. Los padres arrancarán los vehículos tibios y se desplazarán a las oficinas, a los despachos, a sus consultas, a las fábricas, a las obras. Una senegalesa suspirará al ceder el turno en la panadería 24 horas abierta a una colombiana de ojos tristes. Una pareja rota se despertará a gritos sordos para espantar con la luz del nuevo día, otra jornada más de aburrimiento, otro día en que no se dirán nada nuevo. Un sacerdote elevará una plegaria en un templo casi vacío donde las abuelas, que aún creen en Dios, pedirán por los nietos perdidos en el descreimiento del siglo XXI. Un treintañero en el paro suspirará entre los pezones de una princesa millonaria en caricias. El diario seguirá chorreando corrupciones descubiertas, asesinatos, despidos masivos, volteretas de políticos a los que nadie debería haber votado de haberlo sabido.
¿Están en ese parque que se despereza al día los cuentos que pueden darnos un poco de aliento? Ese parque es metáfora de la materia con la que los fabuladores tejen sin parar para que las Ariadnas que aún quedan se detengan a deshilar. Leer es también deshilachar.
Trentacuentos es un sueño compartido que empezó en una cena en Casa. Lo imaginamos abierto y, de nuevo, atrevido. Por eso pensamos que poner en diálogo de papel a autores reconocidos por su letra ya publicada con otros que todavía son sólo atisbos de alfabeto sería un atrevimiento, un reto; jamás una competencia. Desde el principio, la idea fue creciendo gracias al aliento recibido por todos ellos. Fueron llegando a esta Casa manuscritos, relatos rescatados del tiempo, incluso, dos de ellos, póstumos, el de Avelino Hernández y el de Guillermo Martín de Oliva. Lo quisimos, o fue el azar, viajero. De ahí que el lector se encuentre con el castellano de distintas orillas, el de España y el de Latinoamérica. No buscamos paridades porque en esta Casa no somos políticamente correctos. Escapamos de la moda de crear una generación X o Y porque el tiempo en buena letra atiende todas las edades.
Quisimos cortejar otros lenguajes, de ahí que invitásemos a la artista Mónica Fuster a sumarse al libro. Ella, ¡no podía ser de otra manera, conociéndola!, se atrevió a dar una vuelta de tuerca, y en lugar de ilustrar los relatos optó por crear una historia visual.
Los treinta y cinco escritores que han participado generosamente en esta nueva aventura de Casa Abierta han bajado al parque para regalarnos otras vidas, aquellas que suceden en un confín secreto de su otra existencia, la que imaginan, la que desean, la que les atemoriza, la que les da alas para seguir. Ellos han hecho de la letra carne y de las tripas cuentos. Han querido compartir pesadillas, crímenes, melodías, evocaciones, ideas, imágenes, dolores. Historias.
Sentémonos al calor del fuego, abracémonos al collar de palabras, dejémonos mecer por el prodigio del verbo. Seamos niños, aunque adultos; críos asombrados escuchando cómo nos narran treinta y tantos cuentos.
La alondra desaparece, aunque hay quien la ha visto a lo lejos posada sobre un tilo escuchando absorta cómo hacen los humanos cuando enhebran alfabetos. Cuentan que la han descubierto aletear gozosa a pesar de la caída de las sombras. No sabe cómo, pero el pajarillo se ha hecho noche. ¿Quién despertará mañana a los inquilinos del parque? Ojalá que esta letra regalada.
Casabierta