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Ficha técnica

Título: Todos nuestros ayeres | Autora: Natalia Ginzburg | Traducción: Carmen Martín Gaite | Editorial: Lumen |  Colección: Lumen | Fecha: feb/2016 | Formato: Tapa dura con sobrecubierta | Páginas: 360 | Medidas: 158 X 238 mm | ISBN: 9788426418500 | Precio: 20,90 euros

Todos nuestros ayeres

Natalia Ginzburg

LUMEN

A veces basta la mirada ingenua de una chiquilla para arrancar una historia que cambiará la vida de dos familias y del mundo entero. Anna, un bicho triste y perezoso en palabras de la propia Ginzburg, es esa niña apocada que vive en un pueblo del norte de Italia en los años previos a la segunda guerra mundial y se enamora de los juguetes de su vecino; es también la joven que casi sin protestar se somete a la violencia del sexo, y es la mujer que sigue a Cenzo Rena, un hombre treinta años mayor que ella, a un lugar inhóspito del Sur tras convertirse en su esposa.

Anna calla, mientras todos a su alrededor hablan y gesticulan: hay quien pasa las noches tramando atentados contra Mussolini, otros que se pasean en coches descapotables o se fugan de repente, y algunas que sufren mal de amores mientras cosen el ajuar. Al principio los dramas íntimos dominan la escena y lo que ocurre más allá de las cuatro paredes es algo lejano, pero la guerra no perdona. Con las bombas llegan las decisiones importantes y los actos extremos: el escenario se abre, respira dolor, pide dignidad, y el miedo es moneda común. Cuando finalmente todo acaba, los pocos que sobreviven tendrán que vérselas con un vacío lleno de preguntas sin respuesta. Anna, viuda ya, mira ahora con los ojos bien abiertos, como testigo firme de una generación que no pudo elegir porque la Historia con mayúscula decidió por todos.

Reseñas:
«Los recuerdos y las realidades de Natalia Ginzburg nos hablan de la autora, pero sobre todo nos hablan de nosotros. Lo personal en ella es universal. Leer a Natalia Ginzburg te cambia la vida.» Elena Medel

«Podemos hablar de Todos nuestros ayeres como la versión novelada de Léxico familiar. El placer de Natalia es contar historias familiares que son, o podrían ser, las nuestras.» Italo Calvino

 

1

El retrato de la madre estaba colgado en el comedor: una señora sentada con sombrero de plumas y una cara larga y cansada con gesto de susto. Siempre había tenido mala salud, le daban mareos y palpitaciones, y cuatro hijos habían sido demasiados para ella. Murió poco después de que naciera Anna.

Anna, Giustino y la señora María iban al cementerio algunos domingos. Concettina no, porque ella nunca salía de casa los domingos, eran días que detestaba. Se ponía el vestido más feo que pudiera encontrar y se quedaba encerrada en su cuarto zurciendo medias. En cuanto a Ippolito, tenía que hacerle compañía al padre. En el cementerio, la señora María rezaba, pero los chicos no, porque el padre siempre decía que rezar es una estupidez, que Dios a lo mejor existe pero no hace falta rezarle, es Dios y ya sabe por sí mismo cómo anda todo.

Cuando aún no había muerto la madre, la señora María no estaba con ellos sino con la abuela, la madre del padre, y viajaban juntas. En las maletas de la señora María quedaban pegados cromos de los hoteles donde habían estado, y en un armario guardaba un vestido con botones en forma de abetos pequeñitos, comprado en el Tirol. La abuela tenía el vicio de viajar y nunca había podido quitárselo, en eso se había fundido todo el dinero, porque le gustaba ir a hoteles elegantes. La señora María contaba que en los últimos años se había vuelto muy mala, porque no aguantaba haberse quedado sin dinero, y no se explicaba cómo había podido ocurrir. De vez en cuando se le olvidaba y le entraba el capricho de comprarse un sombrero, y la señora María tenía que llevársela a rastras del escaparate mientras ella pisoteaba el paraguas y mordisqueaba rabiosa el velito de su sombrero. Ahora estaba enterrada en Niza, donde murió, donde tanto se había divertido de joven cuando era guapa y desenvuelta y aún conservaba su fortuna.

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Natalia Ginzburg

Natalia Ginzburg (1916-1991) es una de las voces más singulares de la literatura italiana del siglo xx. Nacida en Palermo, publicó en 1934 su primera narración, a la que siguieron obras teatrales, ensayos-Las pequeñas virtudes (1962, Acantilado, 2002), y Mai devi domandarmi (1970)-, novelas-El camino que va a la ciudad (1942), È stato cosí (1947), Nuestros ayeres (1952), Valentino (1957), Las palabras de la noche (1961), Léxico familiar (1963), Querido Miguel (1973, Acantilado, 2003) y Vita imaginaria (1974)-así como la biografía de Antón Chéjov (Acantilado, 2006).

Obras asociadas
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