
Ficha técnica
Título: Sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo | Autor: Michael Ignatieff | Traducción: Miguel Aguilar | Editorial: Malpaso | Páginas 320 | Formato: 14 x 21 cm | Encuadernación: Tapa dura | Precio: 26 euros | Fecha: septiembre 2016
Sangre y pertenencia
Michael Ignatieff
De manera inesperada, el fin de la guerra fría trajo consigo el resurgir del nacionalismo, una ideología romántica que parecía superada. Para poder vivir de cerca este fenómeno y tratar de comprenderlo, Michael Ignatieff emprendió un viaje a seis lugares claves del nuevo nacionalismo: la antigua Yugoslavia, Alemania, Ucrania, Quebec, Kurdistán e Irlanda del Norte. El resultado es un brillante ensayo que sigue de plena actualidad, en el que Ignatieff alerta de los peligros del nacionalismo cuando éste se convierte en una fuerza excluyente que antepone las raíces a los valores y cuyo objetivo es resaltar las diferencias, incluso cuando éstas son mínimas. «El narcisismo de la pequeña diferencia», en la cita de Freud.
Sangre y pertenencia es una obra necesaria para entender el nacionalismo y sus distintas manifestaciones. Y es también una llamada de atención que no puede ignorarse. Hoy en día el nacionalismo sigue siendo uno de los temas de mayor relevancia política, y éste es un libro imprescindible para entender su atractivo y su vigencia.
El último refugio
SEÑORES DE LA GUERRA
El puesto de control de Naciones Unidas era una cabina prefabricada rodeada de sacos de tierra a cargo de dos soldados canadienses que vigilaban una barrera en la carretera entre los sectores serbio y croata de Pakrac, en el centro de Croacia. La carretera hasta el puesto avanzaba entre chalets destrozados, coches volcados en los arcenes y jardines abandonados donde la hierba llegaba a media altura. Apenas visibles entre la hierba, al llegar al puesto, estaban dos vigías croatas adolescentes con sus prismáticos fijos en el lado serbio.
La ONU acababa de dejarnos pasar al territorio serbio cuando quince paramilitares serbios armados rodearon nuestra furgoneta. Habían estado bebiendo en una boda en su pueblo. El más borracho, con ojos cansados y vidriosos, abrió por la fuerza la puerta de la furgoneta y entró. «Os estamos vigilando», afirmó, haciendo con las manos el gesto de unos prismáticos. «Habláis con la Ustache», y señaló a los croatas escondidos en la hierba. Entonces sacó la pistola de su cinturón. «Jodidos espías», dijo. A punta de pistola ordenó al conductor que se bajara, tomó el volante y empezó a revolucionar el motor. «Me muero por grabar esto», se quejó un cámara en el asiento de atrás. «Si lo haces, este te mata», murmuró alguien al fondo.
El serbio metió la marcha y empezó a avanzar cuando uno de los soldados de la ONU abrió la puerta de un tirón, agarró las llaves y apagó el motor. «Haremos esto a mi manera», dijo el soldado, respirando pesadamente, y entre tirones y ruegos sacó al serbio del asiento del conductor. Otro joven serbio vestido de camuflaje forzó su entrada en la furgoneta y sacudió la cabeza: «Soy policía. Estáis arrestados. Seguidme».