Querida. Cartas de hombres a mujeres

EDITORIAL PENÍNSULA

La sensibilidad masculina al descubierto. Desde la ironía al amor pasando por la pasión más desaforada, varios autores de la literatura española escriben una carta a una mujer demostrando su sensibilidad por las mujeres.

Querida es una recopilación de dieciocho cartas dirigidas a otras tantas mujeres.

Con el sencillo pretexto de conocer qué tiene que contar el hombre contemporáneo a la mujer de hoy, Pepe Verdes reunió a este grupo de intelectuales procedentes de diversos campos de la creación (escritores, músicos, pintores, periodistas…), de distintas nacionalidades y con edades desiguales (cincuenta años de diferencia entre el más joven y el de mayor edad), para proponerles que escribieran una carta a una mujer que, por el motivo que fuera, hubiera tenido alguna transcendencia en su vida. No había más pauta. Cada uno debía localizar en su universo afectivo quién sería la destinataria de semejante misiva y contarle lo que tuviera a bien.

El resultado de esta sugerente propuesta editorial camina por la senda de la íntima confesión y la ironía; por la ficción delirante y la pasión; por el candor y la ausencia. Un ejercicio a la vez de reflexión y espontaneidad por parte de los autores que permite vislumbrar en qué estadio se halla las relaciones entre ambos géneros en este comienzo del siglo XXI. 

Promesa de matrimonio.
Carta a Almudena Grandes
EDUARDO MENDICUTTI 

Querida mía,

El matrimonio nos está distanciando. Quiero decir tu matrimonio, naturalmente. No te lo tomes a mal, no te sientas culpable, el único culpable soy yo. Yo no tengo marido -todavía-, no tengo hijos, tengo una casa que no es una casa sino un lugar para escribir y para dormir. Es verdad que tengo ahijados que son hijos de algunos viejos amores con los que afortunadamente no me casé, porque afortunadamente entonces esa clase de amor -o de lo que fuera- no podía terminar en boda, pero un ahijado sólo da la lata en Reyes y el día de su cumpleaños. Tampoco sé cocinar -ni un huevo frito, no digamos calamares rellenos-, ni sé preparar copas, ni recibir, así que no puedo compartir contigo ningún tipo de experiencia conyugal, paternal, maternal, culinaria o cualquiera de esas otras complicidades que un matrimonio, unos hijos y un verdadero hogar proporcionan. Soy un desastre.

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