Ficha técnica
Título: Por qué quiebran los mercados | Autor:John Cassidy | Traducción: Efrén del Valle | Editorial: RBA LIBROS | Colección: Temas de Actualidad | Género: Ensayo | ISBN : 9788498678208 | Páginas: 480 | Formato: 15,5 x 23,2 cm. | Encuadernación: Rústica | PVP: 35,00 € | Publicación: 9 de Septiembre 2010
Por qué quiebran los mercados
John Cassidy
¿Cuáles han sido las verdaderas causas de la actual crisis económica? ¿Por qué los mercados financieros son tan propensos a las burbujas, que acaban estallando y arrastrándonos a serias crisis que los economistas parecen incapaces de predecir?
El autor de este libro, periodista y economista, utiliza la historia, las teorías económicas y los más recientes estudios de la psicología del consumo para cuestionar muchos lugares comunes y plantear la «racionalidad irracional» como la explicación última de los desastres financieros.
Muchas escuelas económicas creen en la mano invisible, en la autorregulación de los mercados. Pero Cassidy muestra como esa autorregulación es utópica, como la progresiva liberación de controles estatales lleva al desastre. Porque los mercados al final están manejados por personas y las personas son capaces de las mayores irracionalidades, de hacer que su propia codicia se vuelva contra ellos.
Este contundente libro muestra al desnudo los mecanismos demasiadas veces mal engrasados que conducen a los mercados financieros al colapso. Denuncia las medias verdades, cuestiona las ingenuidades y rebate las teorías asumidas como verdades absolutas que han llevado a una de las peores situaciones económicas a nivel mundial en un mundo irremediablemente globalizado.
«Cualquiera interesado en una lectura apasionante puede embarcarse en este viaje con Cassidy como guía… Como su colega Malcolm Gladwell, Cassidy es capaz de conducirnos con seductora lucidez a través de un territorio que no nos es familiar.» New Statesman
«Una excelente historia del pensamiento económico.» The Economist
«Una brillante reflexión… Un gran libro.» The New York Times
INTRODUCCIÓN
CLAUDE RAINS como el capitán Renault
en Casablanca
El anciano parecía demacrado y gris. Durante las casi dos décadas que había pasado supervisando el sistema financiero de Estados Unidos como presidente de la Reserva Federal, congresistas, ministros de gabinete e incluso presidentes le habían tratado con una deferencia rayana en lo obsequioso. Pero aquella mañana -23 de octubre de 2008- Alan Greenspan, que se retiró de la Reserva en enero de 2006, estaba de vuelta en Capitol Hill en unas circunstancias muy diferentes. Desde que se vino abajo el mercado de las hipotecas de alto riesgo en verano de 2007, dejando que numerosas instituciones financieras cargaran con decenas de miles de millones de dólares en activos que no podían venderse a ningún precio, el congresista demócrata Henry Waxman, presidente del Comité de Reforma y Supervisión del Gobierno, había celebrado una serie de sesiones televisadas en las que congregó ante él a consejeros delegados de Wall Street, directivos del sector hipotecario, directores de agencias de calificación y reguladores. Ahora había llegado el turno de Greenspan en el estrado.
Waxman y otros muchos estadounidenses buscaban un cabeza de turco. Durante más de un mes tras el repentino desmoronamiento de Lehman Brothers, un banco de inversiones de Wall Street que tenía en cartera un buen número de títulos hipotecarios de alto riesgo, un pánico sin precedentes había estado enturbiando los mercados financieros. Al hacer frente al derrumbamiento inminente de American International Group, la compañía de seguros más grande de Estados Unidos, Ben Bernanke, el afable sucesor de Greenspan en la Reserva, había aprobado un préstamo de emergencia de 85.000 millones de dólares para la compañía. Los reguladores federales habían embargado Washington Mutual, un importante prestamista hipotecario, y vendieron buena parte de sus activos a JPMor- 12 por qué quiebran los mercados gan Chase. Wells Fargo, el sexto banco más importante de la nación, había rescatado a Wachovia, el cuarto más relevante. Circulaban rumores acerca de la solidez de otras instituciones financieras, entre ellas Citigroup, Morgan Stanley e incluso la poderosa Goldman Sachs.
Al ver lo que acontecía, los estadounidenses se habían aferrado a sus monederos. Las ventas de coches, muebles, ropa e incluso libros se habían desplomado, lo cual hizo caer en barrena la economía. En un esfuerzo por restablecer la estabilidad en el sistema financiero, Bernanke y el secretario del Tesoro, Hank Paulson, habían obtenido autorización del Congreso para gastar hasta 700.000 millones de dólares del dinero de los contribuyentes en el rescate de un banco. Su plan original consistía en adquirir títulos hipotecarios de riesgo de los bancos, pero a mediados de octubre, al tiempo que se intensificaba el pánico financiero, habían cambiado de rumbo y optado por invertir hasta 250.000 millones de dólares directamente en participaciones bancarias. Esta decisión había calmado un poco los mercados, pero el ritmo de los acontecimientos era tan frenético que pocos se detuvieron a considerar lo que significaba: la administración de Bush, tras ocho años predicando las virtudes de los mercados libres, los recortes de impuestos y un gobierno limitado, había convertido a la Hacienda Pública en copropietaria y, en la práctica, en aval de todos los grandes bancos del país. Esforzándose por contener la crisis, se había topado con la ampliación más arrolladora de intervención estatal en la economía desde los años treinta. (Otros gobiernos, incluidos los de Gran Bretaña, Irlanda y Francia, habían adoptado medidas similares.) «Doctor Greenspan -dijo Waxman-. Ha sido usted la persona que ha ocupado durante más tiempo la presidencia de la Reserva Federal en toda su historia, y durante este período usted quizá fuera el principal promotor de la liberalización de nuestros mercados financieros… Ha sido usted un defensor a ultranza de la autorregulación de los mercados. Permítame recordarle algunas de las declaraciones que ha realizado en el pasado.»