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Ficha técnica

Título: Ondulaciones. El ensayo literario en la España del siglo XX Autores: Jordi Gracia y Domingo Ródenas de Moya | Editorial: Iberoamericana  | Colección: La Casa de la Riqueza | Páginas: 528 | ISBN: 9788484898443 | Precio: 29,80 euros

Ondulaciones

IBEROAMERICANA

El ensayo ha sido ni pariente pobre ni mero pasatiempo ocioso en las letras españolas sino uno de los vectores centrales en la construcción de la modernidad. Este libro colectivo promueve la consideración del ensayo como un género en el que la prosa de ideas se dota de una dimensión estética sustentada en su propia calidad literaria. La perspectiva actual permite revisar el siglo XX en busca de los ensayistas cuya obra no es cautiva ni del tiempo histórico ni de las circunstancias políticas e ideológicas. Su vigencia se sostiene en el encuentro entre pensamiento y expresión literaria, como muestran los estudios y ensayos que firman Antonio Martínez Sarrión, Gonzalo Hidalgo Bayal, José-Carlos Mainer, Darío Villanueva, J. M. Pozuelo Yvancos, Gabriele Morelli o José María Ridao, y jóvenes investigadores como Jordi Amat, Maximiliano Fuentes, Juan Herrero o Laurie-Anne Laget.  

Introducción

Jordi Gracia y Domingo Ródenas de Moya

El ensayo llegó a la literatura tarde y por una puerta falsa. Cargado con las credenciales de la autobiografía ejemplarizante, del discurso moral, de la epistolografía y las formas de la erudición humanística, incluso de las misceláneas enciclopédicas y hasta del tono plácido y sabio de los diálogos del Quinientos, el ensayo ingresó en la casa de la literatura en 1580, con la primera edición de los Essais de Montaigne. Ciertamente era un huésped estrafalario que no guardaba ningún parentesco obvio con los géneros épicos y dramáticos, y tampoco con los líricos -de los que Montaigne gustó poco- y, aun sin familiaridad directa, presentaba rasgos de todos ellos, la centralidad del yo que se expresa, el tono conversacional que invoca a un interlocutor invisible, el brío narrativo de una prosa que no es narrativa o que a lo sumo está mechada de pequeñas anécdotas y sucesos.

     Transcurridos más de cuatrocientos años, aquel tipo de escritura ajena a las preceptivas se ha diversificado en multitud de formatos y ha sofisticado sus procedimientos, tanto en el arte de la exposición amena y la argumentación persuasiva como en el de la construcción creativa del texto. Sin amenidad, persuasión y creatividad formal (estructural o estilística) no hay ensayo que valga. Sin embargo ha seguido siendo reputado -y acaso por esos mismos atributos- como un género suspecto, casi indocumentado, visto desde la filosofía como una actividad subsidiaria y liviana frente al pensamiento sistemático y, desde la literatura, como una ocupación periférica -e incluso ancilar- frente a la lírica o la narrativa. Ilustraba esta circunstancia Augusto Monterroso en un delicioso metaensayo (o cuento ensayístico) de Literatura y vida. En él, preguntándose si el público sabe de veras en qué consiste un ensayo, cuenta una anécdota bien ilustrativa: «Cuando a requerimiento de una distinguida dama le declaré la otra tarde que yo escribía ensayo -yo pensaba hasta en el mío de una línea que antologa The Oxford Book of Latin American Essays-, ella lo tomó como una confesión o una disculpa, y con un gesto de inteligencia, bajando la voz, me dijo con simpatía: no importa, no importa». Y es que, en efecto, un escritor no puede declararse únicamente ensayista sino también ensayista, a menos que apeche con el riesgo de no ser tomado como un auténtico escritor.

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