
Ficha técnica
Título: Nora Webster | Autor: Colm Tóibín | Traductor: Antonia Martin Martin | Editorial: LUMEN | Formato: Tapa blanda con solaa | Páginas: TAPA BLANDA CON SOLAPA, 416 | Medidas: 152 X 228 mm | ISBN: 9788426402622 | Fecha publicación: feb/2016 | Precio: 22,90 euros | Ebook: 9,99 euros
Nora Webster
Colm Toibín
La nueva novela del maestro de la literatura irlandesa. Colm Tóibín, autor de Brooklyn y El testamento de María, crea un extraordinario fresco de la Irlanda de finales de los años sesenta y comienzos de los setenta. A partir de la vida de la protagonista, que debe hacer frente a una nueva situación familiar y personal, el autor crea un fresco de la Irlanda de finales de los años sesenta y comienzos de los setenta y nos muestra cómo lo doméstico se
convierte en gran literatura.
Nora Webster: una mujer, una novela y una muestra del talento de uno de los mejores autores del siglo XXI.
Dicen que el dolor nos hace más fuertes, pero poco se cuenta del camino que hay que andar para armarse y seguir viviendo después de una pérdida que cambia para siempre nuestra manera de ver el mundo.
Nora es una mujer de cuarenta años que ha perdido a Maurice, el hombre que fue su marido y el padre de sus cuatro hijos. Viuda y con escasos recursos económicos, inmersa en el aire provinciano de una pequeña ciudad irlandesa a finales de los años sesenta, la mujer usa su inteligencia para mantener el hogar y gobernar ese amor que aún le queda y las emociones ambiguas que van asomando sin pedir permiso.
Lo que nos ofrece Colm Tóibín en esta ocasión es mucho más que un retrato de cuerpo entero: Nora crece en cada página de esta espléndida novela, cambia según el momento en que el lector se acerca a ella, incluso se diluye a ratos para luego volver con más fuerza. Maurice también está ahí, con los amigos y los hijos, y juntos forman un paisaje humano iluminado por la compasión y la ternura.
A lo largo de estas páginas, asistimos a la época de los disturbios de Irlanda del Norte y de las marchas católicas por los derechos civiles, a la llegada del hombre a la Luna y a un sinfín de cambios en la sociedad y en el seno de esta familia irlandesa.
«Colm Toibin vuelve al territorio que exploró en la aclamada Brooklyn pero esta vez se queda a este lado del Atlántico. En Nora Webster adopta un estilo engañosamente discreto para contar la historia de su propia madre, una mujer que queda viuda en la Irlanda de los sesenta y aprende a redefinirse.» Begoña Gómez, La Vanguardia Cultura/s
1
-Debe de estar harta. ¿Es que no piensan dejar de venir? -Tom O’Connor, su vecino, estaba a la puerta de casa y la miraba esperando una respuesta.
-Lo sé -dijo ella.
-No conteste. Es lo que haría yo.
Nora cerró la puerta del jardín.
-Tienen buena intención. La gente tiene buena intención -dijo.
-Noche tras noche. No entiendo cómo lo aguanta.
Nora se preguntó si podía volver a entrar en casa sin tener que responderle. Tom O’Connor empleaba un tono nuevo con ella; un tono que antes nunca habría probado a utilizar. Le hablaba como si tuviera alguna autoridad sobre ella.
-La gente tiene buena intención -repitió, pero al decirlo esta vez se sintió triste, se mordió el labio para contener las lágrimas. Cuando miró a Tom O’Connor, sabía que debía de parecer rebajada, derrotada. Entró en casa.
Aquella noche llamaron a la puerta poco antes de las ocho. La lumbre ardía en la habitación del fondo y los dos chicos hacían los deberes sentados a la mesa.
-Ve a abrir -le dijo Donal a Conor.
-No, ve tú.
-Que vaya uno de los dos -dijo ella.
Conor, el pequeño, fue al recibidor. Nora oyó una voz cuando el chico abrió la puerta, una voz femenina, pero no la reconoció. Conor condujo a la visita a la sala de estar.
-Es la mujer bajita que vive en Court Street -le susurró cuando volvió a la habitación del fondo.
-¿Qué mujer bajita? -preguntó ella.
-No lo sé.
May Lacey meneó apenada la cabeza al entrar Nora en la sala de estar.
-Nora, no he querido venir antes. No sabe cuánto siento lo de Maurice.
Tomó la mano de Nora.
-Y con lo joven que era. Yo lo conocía cuando era un chiquillo. En Friary Street nos conocíamos todos.
-Quítese el abrigo y pase a la habitación del fondo. Los chicos están haciendo los deberes, pero pueden venir aquí y encender la estufa. De todas formas, no tardarán en irse a la cama.
May Lacey, con ralos mechones canos que asomaban bajo el sombrero y con la bufanda todavía enroscada al cuello, se sentó frente a Nora en la habitación del fondo y empezó a hablar. Al cabo de un rato los chicos fueron al piso de arriba; a Conor le dio demasiada vergüenza bajar a dar las buenas noches cuando Nora lo llamó, pero Donal no tardó en aparecer. Se sentó con ellas y observó detenidamente a May Lacey sin despegar los labios.
Era evidente que no acudirían más visitas. A Nora le tranquilizó no tener que recibir a personas que no se conocían entre sí o que no simpatizaban.