
Ficha técnica
Título: Malerba. Vida a muerte en Sicilia | Autores: Carmelo Sardo y Giuseppe Grassonelli | Traducción: Nicolás Pastor | Editorial: Malpaso | Páginas 360 | Formato: 14 x 21 cm | Encuadernación: Tapa dura | Precio: 23,50 euros | Fecha: abril 2016 | ebook: 6,99 euros | Premio Leonardo Sciascia
Malerba. Vida a muerte en Sicilia
Giuseppe Grassonelli
La historia de Giuseppe Grassonelli parece una típica historia siciliana: la de una brevísima juventud marcada por el delito y el posterior exilio en Alemania, la de una infancia de violencia familiar y el acoso constante de la delincuencia organizada. Sin embargo, su historia es algo más: tiene un punto de inflexión, cuando la mafia asesinó cruelmente a varios de los miembros de su familia por negarse a aceptar un chantaje de la Cosa Nostra. Entonces Grassonelli decidió enfrentarse a la organización criminal.
Formó una nueva organización: la Stidda. Y mataban a cara descubierta. Entre 1987 y 1992 asesinaron a más de trescientos mafiosos. Por esa razón le acabaría cayendo una condena a cadena perpetua.
En la cárcel, Grassonelli estudió filosofía y obtuvo una licenciatura en letras. Tuvo la voluntad de redimirse y por eso escribió Malerba, con la ayuda del periodista televisivo Carmelo Sardo. En el libro cuenta su propia historia, una impactante novela negra que, en verdad, es la estremecedora historia real de un coraje y una redención.
«Este libro, que podría parecer una formidable novela negra, es una historia real.» Philippe Blanchet, Le Figaro
«Una historia dolorosa, terrible y, al mismo tiempo, conmovedora; un libro para leer y recomendar.» Der Spiegel
MALERBA
El ladrido lejano de un perro me despierta de mi sueño ligero durante la noche, que cae lenta y monótona sobre mi miserable existencia.
Abro los ojos. La oscuridad de mi celda apenas se ve interrumpida por una pequeña luz amortiguada.
El aullido de ese perro contra el cielo es un lamento sin tregua; probablemente sea un perro callejero. O tal vez una perra callejera desesperada buscando a sus cachorros.
De repente, viene a mi mente un recuerdo de juventud que dibuja en mi rostro una sonrisa amarga.
Cierro los ojos y veo aquella perra que hace treinta años -una vida entera- sacaba la cabeza de su escondite y ladraba. Después husmeaba el aire y miraba a su alrededor. Estaba nerviosa y entraba y salía velozmente de su madriguera, sin saber qué hacer. Por fin salió y empezó a correr a toda velocidad.
Tinu ‘u Mancinu, Totò ‘a Fimminedda, Nellu ‘u Grosso y yo llevábamos una hora agazapados sobre la cima de la montaña esperando ese momento.
Corrí hacia la madriguera seguido de los demás. Introduje el brazo en el agujero y saqué el primer cachorro, que rápidamente se puso a gañir. Tras entregárselo a Nello, metí de nuevo el brazo en la madriguera y agarré el segundo cachorro; esta vez se lo di a Tino.
El tercero era más escurridizo. Se había encogido en el fondo de su madriguera y apenas lograba rozarlo.
«¡Joder!, tengo que darme prisa, como vuelva la perra nos destroza aquí mismo», pensé.
Metí la cabeza e intenté deslizarme hacia la oscuridad del escondite, pero a mis espaldas pude oír a ‘u Grossu gritando: «¡La madre! ¡Que vuelve la madre…!».
Salí rápidamente de la madriguera renunciando al tercer cachorro, cogí los otros dos de las manos de mis amigos y volví a meterlos dentro antes de darnos a la fuga. Remontar de nuevo la pared escarpada de la montaña y escapar de la bestia no iba a ser tarea fácil, aunque confiaba en que una vez devueltas las crías la madre renunciaría a ir detrás de nosotros.