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Ficha técnica

Título: Los Náufragos de las Auckland | Autor:  François Edouard Raynal | Traducción: Pere Gil | Editorial: JUS Páginas: 256 | Tamaño: 13.5×23 cm | Encuadernación: Rústica con solapas | Fecha: junioo 2017 | ISBN 978-607-9409-71-5 | Precio:  19 euros

Los Náufragos de las Auckland

JUS

La noche del 2 al 3 de enero de 1864 la Grafton, una goleta mercante, naufragó en las costas de Nueva Zelanda. Los cinco hombres que integraban la tripulación hallaron refugio en un islote deshabitado. Eran el capitán Thomas Musgrave, un australiano «sensato y de buen corazón»; George Harris, un joven marinero británico de veinte años, «ingenuo, tan valiente como robusto y buen conocedor su oficio»; Alexandre MacLarren, Alick, noruego, de unos veintiocho años, «algo taciturno, que casi jamás reía, analfabeto pero obediente, sumiso y marinero ejemplar»; Henri Forgés, el cocinero, un joven portugués de veintitrés años, «chaparro y muy feo a causa de una especie de lepra que le había corroído casi la mayor parte del rostro de modo que su nariz era poco más que una cicatriz»; y François Édouard Raynal, administrador de una plantación en Isla Mauricio, que decidió embarcarse hacia Australia para convertirse en buscador de oro, confiando en poder ganar en unos pocos años el dinero suficiente para regresar a Francia y ayudar a su empobrecida familia.

Durante los veinte meses de convivencia en las desoladas islas Auckland, batidas por el viento y las lluvias casi los trescientos sesenta y cinco días del año, François Édouard Rynal, segundo oficial del buque, se fue revelando como arquitecto, sastre, confesor, consejero y guía del infortunado grupo de náufragos. Gracias a su lucidez y ecuanimidad, así como al buen carácter de sus compañeros, este naufragio se convirtió en un insólito ejemplo de convivencia humana.

Tal y como señaló el crítico y ensayista Simon Leys, «la esperanza que permitió sobrevivir a los náufragos de las Auckland estaba hecha de inteligencia, de coraje y de voluntad.»

«La esperanza que permitió sobrevivir a los náufragos de las Auckland estaba hecha de inteligencia, de coraje y de voluntad.» -Simon Leys

«La personalidad del autor, mezcla de inteligencia, modestia y bondad, impregna toda la obra y convierte lo que podría ser un ameno relato de aventuras en una relfexión sobre el hombre y la sociedad.» -Alfredo Pasastor (en el prólogo de lala presente edición) 

 

PRÓLOGO

Tienes, ¡oh lector!, un libro magnífico entre las manos. Algunos libros informan, otros instruyen, los buenos deleitan y los mejores acompañan. Éste puedes, si quieres, leerlo de un tirón: no te aburrirás ni un momento, pero más tarde no dejarás de sacarlo de vez en cuando de su estante para pasar un rato en compañía de su autor, cuya personalidad, mezcla de inteligencia, modestia y bondad, impregna toda la obra y convierte lo que podría ser un ameno relato de aventuras en una reflexión sobre el hombre y la sociedad, reflexión tan necesaria en estos tiempos.

     François Édouard Raynal nació en Moissac, una pequeña población del suroeste francés, en 1830. Hijo de una familia acomodada, la ruina financiera de su padre lo obligó a interrumpir sus estudios y desde aquel momento se propuso reunir una fortuna que le permitiera devolver una vida digna a su familia. Se embarcó como marinero a los diecinueve años, dirigió durante dos una plantación de azúcar en la isla Mauricio y once más fue buscador de oro en Australia, pero no alcanzó su meta. Cuando, desanimado, se disponía a emprender el regreso a Francia, un amigo le ofreció dirigir una expedición a la isla Campbell, al sur de Nueva Zelanda, en busca de minas de estaño. Aceptó el encargo y en 1863 partió en la goleta Grafton con el capitán Musgrave al mando y una tripulación de tres hombres: un marinero noruego, otro inglés y un cocinero portugués. La exploración resultó infructuosa y en otoño decidieron volver a Nueva Zelanda. A medio camino, 465 kilómetros al sur de su destino, una tempestad arrojó la goleta al fondo de un fiordo en la isla Auckland, la mayor del archipiélago homónimo. Ocurrió en enero de 1864, y los cinco hombres pasarían allí los veinte meses siguientes. 

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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