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Ficha técnica

Título: Los jardines de la Disidencia | Autor: Jonathan Lethem  | Traducción: Cruz Rodríguez Juiz | Editorial: Literatura Random House | Colección: Literatura Random House |Formato: Tapa blanda con solapa |Medidas: 137 X 230 mm |Páginas: 416 | ISBN: 9788439728702 |Precio: 22,90 euros | Ebook: 11,99 euros

Los jardines de la Disidencia

LITERATURA RANDOM HOUSE

Los Jardines de la Disidencia sigue las vidas de tres generaciones de «americanos anti-americanos»: Comunistas, hippies y manifestantes. Ambientada en Nueva York, abarca desde mediados de la década de los treinta hasta 2012; desde los tiempos del Partido Comunista de los Estados Unidos en su apogeo estalinista, pasando por una multitud de movimientos a favor de los derechos civiles de los años sesenta y setenta hasta el reciente movimiento Occupy.

La novela gira en torno a dos mujeres extraordinarias. Rose Zimmer, apodada con acierto la Reina Roja de Sunnyside, Queens, es una comunista, tirana y voluble que tiene aterrorizada a su familia y al

vecindario con su carácter feroz y sus creencias radicales. Su marido, Albert Zimmer, es un judío rico convencido de su alemanidad incluso después de la llegada de los nazis al poder, su idealismo hará que tenga que abandonar su país precipitadamente acusado de espionaje.

La hija de ambos es Miriam. Tan obstinada y apasionada como su madre, huye de su influencia sofocante para unirse al movimiento contracultural de la Era de Acuario del Greenwich Village. Allí conocerá a Tom Gogan, un cantante de folk irlandés convertido en cantautor. Y juntos tendrán a Sergius, un joven idealista pero confundido que se implicará a fondo con el movimiento Occupy Wall Street.

Todos ellos, con sus defectos y sus ideales, tratan de seguir sus utópicos sueños en un país, Estados Unidos, donde la militancia suscita una mezcla de confusión, hostilidad e indiferencia.

A medida que se suceden las décadas y un movimiento revolucionario sucede al anterior comprendemos, gracias a la prosa estimulante de Lethem que lo personal puede ser político, pero que lo político siempre es personal.

Primera Parte

BARRIOFOBIA

1

DOS JUICIOS

«Deja de tirarte a polis negros o lárgate del Partido Comunista.» He aquí el ultimátum, la absurda suma total del mensaje transmitido a Rose Zimmer por el conciliábulo reunido en su cocina de Sunnyside Gardens aquella noche. A finales de otoño de 1955.

Sol Eaglin, Comunista Importante, la había llamado por teléfono. Deseaba verla un «comité»; no, ningún problema, estarían encantados de ir a su casa esa misma noche después de dar una charla justo al otro lado del barrio… ¿Las diez era demasiado tarde? Una orden, no una pregunta. Sí, Sol sabía lo mucho que trabajaba Rose, lo que valoraba sus horas de sueño. Le prometió que no se alargarían.

¿Cómo ocurrió? Fácil. De forma rutinaria, de hecho. Estas cosas pasaban a diario. Podían exiliarte de la causa por sonarte la nariz o estornudar a intervalos sospechosos. Ahora, después de tanto tiempo, le tocaba a Rose. Había entornado la ventana de la cocina para oírlos llegar. Preparó café. Se colaban los ruidos de los Gardens, fumadores, amantes, adolescentes enfurruñándose en los senderos. Aunque la oscuridad invernal se había adueñado del vecindario hacía horas, era una noche de primeros de noviembre asombrosamente templada y tentadora, el último latido del recuerdo del verano en la tierra. Las ventanas de otras cocinas estaban abiertas de par en par, las voces se confundían: los numerosos enemigos de Rose, los amigos no tan numerosos, los otros, tantos otros, a los que simplemente toleraba. No obstante, camaradas todos. Según Rose, la respetaban pese a no gustarles. Un respeto que le arrebataría el comité que en ese instante entraba en su cocina.

Eran cinco, contando a Eaglin. Se habían arreglado demasiado, con americanas y chaquetas exageradas, y estaban ocupando las sillas como en un óleo soviético, posando como para un encargo intelectual. En pos de aquella quimera, el Quién-esesta- mujer Dialéctico, cuando en realidad allí no iba a darse ninguna dialéctica. Tan solo dictadura. Y el acatamiento de lo dictado. Con todo, Rose trató de ser indulgente. Esos hombres, a excepción de Eaglin, eran demasiado jóvenes para haber sobrevivido como ella a los saltos mortales intelectuales de los años treinta, el nacimiento del fascismo europeo y el Frente Popular; la guerra los cogió niños. Eran zánganos, hombres vestidos de pensamiento independiente que se habían convertido en esclavos de la jerga del partido. Ninguno de ellos importaba en esa habitación, salvo el único independiente o ref lexivo, un organizador genuino y famoso, al fin y al cabo, un hombre de las plantas de producción, Sol Eaglin. Ex amante de Rose Zimmer. Eaglin viste pajarita y ahora el pelo le nace por detrás del arco más alto del cráneo como una puesta de sol invernal. Eaglin es el único lo bastante hombre para no mirarla a los ojos, el único que capta lo vergonzoso de la situación.

He aquí la costumbre comunista, el ritual comunista: el juicio de salón, la respetable turba de linchamiento se aprovechaba de tu hospitalidad mientras lanzaba una granada de política de partido contra tu compromiso, levantando el cuchillo de la mantequilla para untar una tostada y de pasada cercenarte de aquello por lo que habías dado la vida. Pero que fuera la costumbre y el ritual comunista no significaba que a aquellos chicos se les diera bien, ni que se sintieran cómodos: Rose era la veterana. Ya había pasado por un juicio semejante hacía ocho años. Estaban sudando; a ella simplemente la agotaban tantos titubeos y carraspeos.

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