
Ficha técnica
Título: Las mil y una historias de A.J Fikry | Autor: Gabrielle Zevin | Traductor: Joaquín de la Torre Mora | Editorial: Lumen | Formato: Tapa dura con sobrecubierta | Medidas: 150 X 217 mm | Páginas: 295 | ISBN: 9788426400321 |Precio: 17,90 euros | Ebook: 10,99 euros
Las mil y una historias de A.J Fikry
Gabrielle Zevin
La conmovedora historia de un librero en la cuarentena que rehace su vida y busca de nuevo la felicidad. De cómo una niña enseñó a un librero a amar los libros.
AJ Firky regenta la única librería que hay en la Isla de Alice. Esta librería fue fundada años atrás por su mujer, que se desvivió por ella hasta que tuvo un accidente de coche y murió. Desde ese trágico día, AJ Firky dejó de sonreírle a la vida y se convirtió en un hombre solitario. A pesar de ser el librero de Alice Island, A.J. Fikry no le gustan ni la postmodernidad ni el realismo mágico. Tampoco pierde el tiempo con historias sobre el Holocausto, cuentos infantiles o novelas románticas.
Un buen día un acontecimiento inesperado cambia la vida de AJ: una mujer afroamericana deja su pequeño bebé ante las puertas de la librería porque es incapaz de mantener a su hijo. Firky encuentra a una nota de suicidio junto al bebé en la que la madre desea que su hija crezca entre libros y aprenda a amarlos. El librero, justo antes de darla a los servicios sociales, decide quedarse con la niña, llamada Maya, y criarla él solo.
Esta es una historia de genuino amor libresco destinada a todos aquellos que abren los libros para oler sus páginas y acarician el lomo cuando los dejan en la estantería. A.J. Fikry no es un dechado de cortesía, pero hay algo que finalmente aprende: somos lo que leemos. Más aún, nuestra vida está hecha de mil historias que nos acompañan a lo largo del camino, y la buena literatura es una brújula que nunca falla.
«Una declaración de amor a los libros y a los lectores ». The Washington Post
Primeras líneas del libro:
En el ferry de Hyannis a Alice Island, Amelia Loman se pinta las uñas de amarillo y, mientras espera a que se sequen, ojea las notas de su predecesor: «Island Books, facturación anual aproximada: 350.000 dólares, principalmente durante los meses estivales gracias a los veraneantes -informa Harvey Rhodes-. Seiscientos pies cuadrados de espacio de venta. Ningún empleado a jornada completa salvo el propietario. Sección infantil muy pequeña. Mínima presencia en internet. Escasa proyección en la comunidad. En el catálogo predomina la literatura, algo positivo para nosotros, aunque Fikry tiene unos gustos muy particulares y, sin Nic, no podemos contar con que recomiende nuestros títulos. Por suerte para él, es la única librería del lugar».
Amelia bosteza -arrastra una ligera resaca- y se pregunta si una pequeña librería quisquillosa merece un desplazamiento tan largo. Pero en cuanto se le seca el esmalte vuelve a invadirla su inquebrantable optimismo: «¡Pues claro que lo merece!». Su especialidad son las pequeñas librerías quisquillosas y la extraña fauna que las regenta. Entre sus virtudes fi guran también la capacidad de hacer varias cosas a la vez y de elegir el vino adecuado para la cena (y las tareas de coordinación, para ocuparse de los amigos que beben demasiado), las plantas de interior, los animales y otras causas perdidas.
Al bajar del ferry le suena el móvil. No reconoce el número -ninguno de sus amigos utiliza ya el teléfono como teléfono-, pero le alegra la distracción y no quiere convertirse en el tipo de persona que piensa que las buenas noticias solo pueden venir de llamadas que se esperan o de interlocutores conocidos. La llamada resulta ser de Boyd Flanagan, el de su tercera cita online fallida, que la llevó al circo hará unos seis meses.
-Te envié un mensaje hace unas semanas -le informa él-. ¿Lo has recibido?
Ella le dice que acaba de cambiar de trabajo y que tiene un lío enorme con los móviles.
-Además, me he estado replanteando lo de las citas por internet. Si va conmigo y todo eso.
Boyd no parece oír esta última parte y le pregunta:
-¿Te gustaría que volviéramos a quedar?